77. El renacer rural

RENACER RURAL 

POR

WILLIAM SCHENK, C.PP.S.

 

     Cuando salté de la cama, la mañana del 22 de mayo de 1960, asustado por el loco movimiento y crujidos de nuestra casa de madera, nunca pensé  que un violento terremoto estaba dando origen a un nuevo espíritu entre los pobres y desesperados, pequeños agricultores de nuestro Departamento de Pitrufquén, aquí en el sur de Chile. Después de la primera ola de destructores temblores, la tierra continuó temblando y moviéndose esporádicamente por más de un mes. La continua ansiedad que surgió de sentir el persistente movimiento del suelo, hizo que las familias olvidaran antiguos agravios y buscaran la compañía de sus vecinos. 

     Una semana después de los grandes terremotos, fui a la Reservación Indígena de Alto Mirador, a 45 kilómetros al oeste de Pitrufquén. Todos los indígenas, hombres, mujeres y niños, que se podían mover, se reunieron en torno a mí, porque yo era la primera persona que les venía a visitar después de los horrores del gran terremoto. Como la tierra todavía temblaba frecuentemente, sus mentes simples sólo se podían imaginar la ira de los espíritus del mal que surgía de nuevo para finalmente expulsarlos hacia el espacio. 

     Ocho de sus casas habían caído completamente durante el gran terremoto. La casa del jefe, Zoilo Curihual, fue una de las ocho. 

     Cuando le pregunté por qué no había empezado a reconstruir, contestó:  “¿Para qué sirve que empecemos a reconstruir nuestras casas. La Machi (mujer curandera) dice que viene pronto un gran terremoto.” 

     Me reí y les dije que no fueran tontos. “Ahora, levantemos estas casas antes de que empiecen las lluvias del invierno, si no todos sus hijos morirán de neumonía y de frío.” 

     “Pero no tenemos clavos”, Zoilo replicó. 

     “Yo conseguiré los clavos, si ustedes los hombres prometen solemnemente ayudar a reconstruir las casas.” 

     Lo prometieron, y tres días más tarde traje U$30 en clavos. Comenzó nuestro Primer Proyecto de Desarrollo – como resultado de los terremotos.

      

     Todas las pequeñas comunidades rurales querían la visita del sacerdote. El continuo temblor de la tierra, puso literalmente al Señor en ellos. Algunos habían escuchado que el sacerdote tenía clavos para las casas derrumbadas; otros sólo querían tener la seguridad que esto no era el fin del mundo. 

     Dentro de una semana, regresé a Alto Mirador y vi que la mayoría de las casas derrumbadas estaban reconstruidas. De manera que nació la idea - ¿por qué no tratar que estos indígenas sigan trabajando juntos para ayudarse a sí mismos?

     El Local

     La ciudad de Pitrufquén está ubicada a 750 kilómetros al sur de Santiago y a 60 kilómetros al sur de Temuco. Nuestra parte del Departamento de Pitrufquén comprende cerca 1.000 kilómetros cuadrados, 75 kilómetros de largo y 25 de ancho. Alrededor de 14.000 personas viven en esta área; unas 5.000 en la ciudad misma, el resto en el campo. 

     Alrededor de la mitad de los habitantes rurales son indígenas mapuches. De los 150.000 indígenas mapuches en Chile, la mayoría vive en la Provincia de Cautín, de la cual Pitrufquén forma parte. Estos indígenas son en su mayoría agricultores sub-marginales. Tomen el caso del jefe, Zoilo Curihual, un agricultor promedio con 6 hectáreas de tierra. 

     Le pregunté por qué eran tan pobres. 

     “Primero que todo” replicó, “hay más familias en la reservación porque los hijos se casan y se quedan aquí; así, cada uno de nosotros tiene una porción de tierra cada vez más pequeña. También la tierra es más pobre. Una media hectárea de trigo acostumbraba a producir 50 bushels (40 galones); ahora produce 30 (24 galones). Las cosas se están poniendo peores. Mis dos hijos mayores se fueron a Argentina a buscar trabajo y mis dos hijas trabajan en Temuco, como empleadas, por U$12 al mes cada una.” 

     Este caso es típico. Distintas causas han contribuido al empobrecimiento de la tierra y de la gente. Quizás lo primero en importancia son los métodos anticuados de la agricultura, que difieren muy poco de aquellos usados por los egipcios hace 5.000 años atrás. Los bueyes se usan para todo el cultivo y para arrastrar las pesadas carretas de madera. 

     Los indígenas no saben nada de rotación de cultivos. Plantan trigo un año, luego dejan descansar el terreno por tres años. Una gran cantidad de trigo todavía se corta a mano con una hoz. La mayoría de las mujeres no saben nada de frutas y vegetales en conserva, o de hacer ropa. Carecen del sentido de la higiene. No solo la gasfitería les es desconocida, sino que las familias carecen del más primitivo confort de un retrete. No se ha escuchado hablar de la visita de un doctor o una enfermera al sector. Y esta situación existe no sólo entre los indígenas, sino entre la mayoría de los pequeños agricultores chilenos. 

     En general, la pobreza material de esta gente rural es igualada, e incluso sobrepasada, sólo con su pobreza espiritual. Tomen el caso de Los Galpones, una comunidad que ha recibido un trato preferencial de los misioneros por años. Antonio Lefimil, el subjefe de la tribu, simplemente no podía entender por qué no le permitían recibir la comunión. Tenía dos esposas, pero estaba dispuesto a casarse con una por la iglesia y con la otra por el civil. Durante un retiro que se llevó a efecto el año pasado para los presidentes de los grupos de hombres, encontramos que siete de ellos no se habían casado por la iglesia. “Siempre lo posponíamos.” 

     Quizás la mitad de la gente rural puede rezar el Padre Nuestro, pero pocos pueden salir con el Acto de Contrición o el Credo de los Apóstoles. Con alrededor de treinta y cuatro comunidades rurales repartidas en la parroquia, las visitas de los sacerdotes tienen necesariamente que ser infrecuentes. Añadan a la distancia el hecho que la mayoría de las comunidades pueden ser visitadas sólo a pie o a caballo durante ocho meses al año, y las razones para el vacío espiritual, no serán difíciles de imaginar.

     Culto Dominical

     ¿Qué hacer? En el campo espiritual he estado leyendo sobre la experiencia de la Iglesia en China. Antes y después de la llegada de los comunistas. Señaló un misionero chino veterano que algunas de las comunidades católicas que mejor soportaron la persecución, fueron aquellas que había aprendido a alabar juntos, todas las semanas, a pesar de la ausencia de un sacerdote. 

     Decidimos pedir prestada esta página del libro de los misioneros chinos y tratar de hacer lo mismo. El primer problema era encontrar hombres que pudieran guiar la “Culto Dominical sin Sacerdote. 

     En Alto Mirador, el jefe tribal, Zoilo Curihual no sabía leer. Pero nos dimos cuenta que era el hombre más influyente de  la comunidad. De manera que insistimos que estuviera a cargo del  Culto Dominical, luego le dejamos escoger alguien que pudiera leer y escribir como su secretario. No se ha logrado milagros. Pero todos los domingos, entre quince a sesenta personas se reúnen en la pequeña capilla de la misión para orar y cantar juntos y escuchar al secretario del jefe leer la Epístola y el Evangelio de la Misa y una instrucción escrita por nosotros. Se reúnen en espíritu con su sacerdote que está celebrando Misa en una de las áreas vecinas. 

     El Jefe Zoilo, junto con los otros líderes adultos o presidentes, vienen a la parroquia de Pitrufquén una vez al mes a recibir entrenamiento e instrucciones. El año pasado durante las vacaciones de invierno, cincuenta de los líderes de veintinueve comunidades rurales vinieron a la ciudad para vivir y orar juntos en un “Retiro” de tres días. La escuela-parroquia – con colchonetas de paja sobre el piso de las salas de clases – sirvió como “Casa de Retiros”. La experiencia probó ser tan valiosa que todos estuvieron de acuerdo en que se repitiera todos los años.

     Vestidos y Huertos

     Junto con nuestro programa religioso, “predicábamos” la necesidad de hacer algo por mejorar su condición material. Afortunadamente, en nuestro distrito hay una excelente Agente de Demostración Casera, la Sra. Lilian Ochoa. De veinticuatro años de edad, de apenas de 1.50 mt. de alto, Lilian tiene gran compasión y amor por estos campesinos. 

     Juntos comenzamos a planificar un programa para las mujeres – un programa concentrado en tres puntos: jardinería, confección de vestidos y conservería casera. Al organizar el programa tuvimos una valiosa ayuda   de la Srta. Ana Mae Anlauf, del Programa Norteamericano Punto Cuatro. Durante una semana ella nos ayudó a hacer planes para una Exposición o   Feria que sería la meta especial del programa. La perspectiva de competir en la Feria, fue una de las principales fuerzas que ayudaron a sacar a muchas mujeres del letargo. 

     Con la perspectiva de introducir algo nuevo y valioso en sus monótonas vidas, comenzaron a aparecer buenos líderes y los proyectos comenzaron a tomar forma. Elisa Seguel, la hija mayor de uno de los más prósperos agricultores de la zona en Mune Alto, comenzó a instruir  a las mujeres en las dificultades de la máquina de coser. Su máquina de coser es un implemento anacrónico, accionado a mano, pero con ella Elisa puede producir blusas y faldas que se comparan favorablemente con las mejores vistas en las tiendas de Temuco.

     José  Ingresa a la Escena

     Mientras Elisa desarrollaba programas de costura con las mujeres, su padre José  les mostraba a los hombres la necesidad de vacunar en contra de laAftosa (enfermedad de las pezuñas y de la boca). Los pastizales también fueron considerados. Aquí es donde la provincia tiene su mayor problema, y en donde se pueden hacer los mayores progresos. La topografía y el clima de esta área se adaptan mejor para criar ganado; pero durante cincuenta años la tierra ha sido dedicada a la producción de granos. 

     Milo Cox, un desgarbado tejano criador de plantas en Chile vía Programa Punto Cuatro, estaba convencido que el Pasto Orchard y el Trébol Rojo son las claves para abrir una nueva era en la agricultura de Pitrufquén. A pesar de su español entrecortado, Milo se ponía al pizarrón, para explicar cuidadosamente a los campesinos como ocurría el desgaste de los suelos con su actual sistema, y cómo usar las legumbres y los pastos apropiados para revitalizar la tierra. 

     José  Seguel de Mune, Juan Lefihual de Manzanal y Manuel Epulef de Inoco, fueron finalmente convencidos de la utilidad del programa de Milo y cada uno preparó un terreno experimental. Cuando llegó el momento de la siembra, se encontraron con que no había semillas disponibles en 600 kilómetros a la redonda. Pero la paciencia, aprendida de continuos tropiezos anteriores, les enseñó a esperar otro año para el nuevo programa de pastos. 

     Arturo Seguel, el segundo hijo de José, estaba ansioso por participar en el programa comenzado por los jóvenes. Pero se encontró con la dificultad que plaga muchas comunidades rurales. La mayoría de los jóvenes solteros de Mune se había ido del campo para trabajar en Temuco o Santiago o emigrado a la Argentina.

     Pedro y la Feria

     En la mayoría de las comunidades, sin embargo, se encontraron suficientes hombres para comenzar algunos proyectos. Por ejemplo, en la Reservación Indígena de Chanco, Pedro Curihual  persuadió rápidamente a sus amigos a presentar una muestra de sus hortalizas en nuestra primera Exposición en enero de 1961. Los jóvenes de quince diferentes comunidades presentaron los mejores productos de sus jardines, huertos, y talleres en esta primera Exposición. Pedro y sus amigos trabajaron duro  para decorar la sala de clases asignada a ellos. Pero los jóvenes y las mujeres de otras comunidades no iban a ser sobrepasados. Una hermosa exhibición de productos agrícolas y caseros, sorprendieron a más de 2.000 curiosos de la ciudad y del campo, atraídos por la Feria, debido a la amplia publicidad que hicimos de antemano. Todos estuvieron de acuerdo que ellos nunca soñaron que fuera posible mostrar tantas cosas. 

     Cuando vimos el entusiasmo que se produjo en el joven Pedro y sus amigos, en Zoilo Curihual y los otros líderes adultos, en Elisa Seguel y las mujeres, decidimos actuar rápidamente y comenzar a preparar la Feria de 1962. Se organizó un comité con representantes de los adultos, de los jóvenes, de las mujeres y también del municipio de la ciudad de Pitrufquén. 

     Especialmente vimos la necesidad de tener terrenos para la Exposición, con su propio edificio. Se hicieron planos inmediatamente y se presentaron ante el Municipio de la ciudad, pidiéndoles usar una hectárea de terreno en el gran parque de la ciudad cerca del estadio. Conmovidos por el entusiasmo general, los concejales aceptaron no sólo prometiendo el terreno, sino también ofreciendo proporcionar la madera necesaria para construir el edificio para la Exposición. Mercedes Seguel, Zoilo Curihual y el resto de los presidentes, prometieron U$10 de cada una de las comunidades para ayudar a pagar los costos de la construcción. 

     Sin embargo, la construcción actual del nuevo edificio de la Exposición se demoró en comenzar. Una buena parte de la madera prometida por el municipio fue llevada lejos por las aguas del Río Toltén, aumentadas por las peores tormentas de lluvias en cuarenta años. 

     Finalmente, sólo dos meses antes de la Exposición, comenzó a llegar la madera, y pedimos ayuda para el edificio. Los U$10 de cada una de las treinta comunidades no alcanzaban para pagar a los carpinteros profesionales. Ramón Espinosa, un amigo y contratista, se ofreció para vigilar y dirigir el trabajo sin costo. Luego Pedro Curihual y tres de los jóvenes de Chanco se ofrecieron como voluntarios para ayudar. Para que pudieran trabajar a tiempo completo, les dimos lo suficiente como para pagar alojamiento, comida y cigarrillos. 

     Pedro ayudó a dirigir la construcción. Además, fue nombrado jefe del comité de  deportes para que preparara el partido de fútbol de los grupos juveniles de la Feria 1962. En las últimas dos semanas, antes de la Exposición, cada una de las comunidades envió a un joven y a un viejo para que ayudaran en la construcción. Trabajando doce horas diarias, Pedro y sus voluntarios tuvieron listo el edificio de la Exposición, cuando llegó el Obispo Guillermo Hartl para la bendición solemne el día de la apertura. 

      Cuando el Obispo y las autoridades de la ciudad visitaron los puestos de exhibición, vieron que Pedro y los jóvenes de otros centros, no sólo habían trabajado duro para terminar el nuevo edificio de la Exposición, sino que también habían completado otros proyectos.  La fruta, las hortalizas, las colmenas, los pollos, los conejos y las mesas y sillas tejidas con sauces – todo eso atestiguaba el progreso que se había hecho en un año. Como dijo Pedro: “Demuestra que las reuniones mensuales y el Programa de Entrenamiento de Líderes que tuvimos en octubre logró algo.” 

      A medida que la multitud pasaba por el edificio, inspeccionando el trabajo en exhibición en esta Segunda Exposición, se quedaban más tiempo mirando el tejido y la costura de las mujeres indígenas. La hermana de Pedro, Carmen, exhibió un hermoso vestido y una falda y varios tejidos típicos indígenas. El “Gran Champion” de la costura fue Rosa Lefihual, de la comunidad indígena del Manzanal. Todos hicieron notar el gran avance y la uniforme alta calidad de los tejidos, de la confección de  vestidos y de las conservas exhibidas por los treinta grupos de mujeres. 

      En la primera Exposición, había sólo cinco grupos que exhibieron un buen trabajo. La competencia de la Feria había obrado maravillas en producir tal progreso en sólo un año. Pero la maravilla se debía, al menos en parte, a las reuniones mensuales que tuvimos con los líderes, y al Programa de Entrenamiento de una semana en octubre. Alojadas en dos grandes carpas y durmiendo en colchonetas de paja sobre el piso, setenta mujeres líderes habían asistido a un curso intensivo dado por Lilian Ochoa para ayudarlas a preparar sus productos para la Exposición. Durante la semana, las guié en un estudio diario del evangelio que enfatizaba el trabajo por Cristo, ayudando al prójimo. 

Divino  -  O Conquistado 

      Sin embargo, el progreso en estas comunidades no ha sido sin problemas. Los problemas más grandes de superar son las divisiones entre las familias de casi todas las comunidades. Como resultado, mi charla de apertura en todas las comunidades insistían en que “El principal mensaje de Cristo, el amor a Dios y al prójimo, debe ser la base de nuestra oración y trabajo juntos en comunidad.” Pero las peleas y los sentimientos que a menudo datan desde “los abuelos” no se olvidan en una semana o un mes. 

      Un día, cerca de un mes antes de la Segunda Exposición, Pedro y Carmen Curihual vinieron a verme. Pude ver que estaban molestos. Se quejaron de su presidente y de las acciones de algunos de los otros miembros. Sentí que era algo serio; pero estaba seguro que no me habían contado toda la historia. Supe que había dos facciones en la comunidad y mandé llamar a los líderes de ambos lados. 

      Escuché  sus airadas acusaciones por  cerca de una hora y mi corazón se apesadumbró. Chanco había sido nuestro mejor centro. Cuando el Padre Hesburgh de Notre Dame vino a Chile a ver la posibilidad de enviar miembros del Cuerpo de Paz, lo llevamos a visitar Chanco. Ahora me doy cuenta que la comunidad estaba dividida, probablemente sin remedio. Traté con todos los argumentos que pude: el amor a Dios, el amor a la raza, evitar el ridículo – pero sin resultados. 

      La misma división ha sucedido en dos o tres comunidades indígenas. Sin embargo, hemos encontrado que estas divisiones no han destruido el programa espiritual y técnico, aunque han causado ciertamente muchos resentimientos. Generalmente la rivalidad resultante (a veces áspera) ha aumentado el trabajo. Pedro y Carmen, por ejemplo, están trabajando más duro que nunca con su grupo más pequeño en “Chanco Bajo” no sea que “Chanco Alto” los sobrepase en la “Alabanza Dominical sin Sacerdote”, o en la confección de vestidos y el tejido. 

Líderes o Comunismo 

      La raíz de muchos de los problemas yace en los antecedentes de los pequeños agricultores, indígenas y chilenos por igual. Hasta principios de siglo, a menudo eran trabajadores campesinos contratados en comunidades aisladas e inaccesibles. Dependían del propietario de las grandes tierras o del gobierno para cualquier progreso en sus vidas. Pero con la parcelación de muchas tierras en los alrededores de Pitrufquén en los años 1890, y ahora con los caminos que llegaban a casi todas las reservaciones, las condiciones han cambiado drásticamente. 

      Tomen a Carmen Curihual. Cuando ella puede ahorrar un poco de dinero, viene a Pitrufquén a comprar, ver una película, un mundo de sueños en donde ve jóvenes americanas de su edad que manejan automóviles, viven en casa fabulosas con electricidad, refrigeradores, televisión. Luego regresa a su “ruca” con su piso de tierra, el techo que se filtra, poco espacio y malas condiciones sanitarias. ¿Puede Carmen evitar “soñar” con ese otro mundo, mientras se acuclilla al lado del fuego que arde en el suelo en el medio de la ruca y comienza a preparar la cena? 

      Los comunistas están dirigiendo su propaganda directamente al Chile rural. Contrastan el lujo de los ricos con la abismante pobreza, tanto de jóvenes como de viejos, en los campos de Chile. En el Departamento de Pitrufquén, hasta ahora hay sólo una comunidad rural – Santa Amelia – que es comunista en su gran parte. 

      Hay alrededor de cuarenta familias instaladas en un fundo abandonado hace veinte años atrás. Hace poco volvieron los dueños y trataron de obligarlos a irse, pero estos “intrusos” no lo hicieron. Hace varios años atrás los comunistas vinieron a la comunidad y les prometieron que si votaban por su candidato comunista sería votar por la propiedad de esa tierra. Convencieron a varios de los hombres más influyentes de la comunidad. Desde entonces se han convertido en fervientes comunistas. 

      Nuestros esfuerzos por organizar a los no comunistas resultaron                     en una áspera discusión entre la gente. Pero también trajo un alto temporal a la infiltración comunista en Santa Amelia. Nuestro líder laico allí, Juan Medina, es un hombre amante de su casa, algo tímido. Pero ha respondido al desafío del liderazgo espiritual para su gente y está tratando de encontrar una solución democrática y cristiana al problema de la propiedad  de la tierra de Santa Amelia. 

      Si queremos detener el rápido crecimiento del comunismo en el Chile rural, debemos enseñar a los líderes como Juan Medina, Carmen y Pedro Curihual, y a otros, a trabajar juntos para mejorar sus condiciones de vida. Deben convencerse que no pueden esperar que el gobierno les proporcione todo. Para lograr esto, debemos entrenarlos como líderes locales con un sentido de responsabilidad por sus comunidades. El mejor método que hemos encontrado para desarrollar líderes es el estudio de los Evangelios. Este contacto vital con el mensaje de Cristo ha producido una nueva generosidad y dedicación. Hemos tratado de profundizar su Fe y les hemos ayudado a darse cuenta que son responsables ante Cristo de la gente de su comunidad. La lección ya les ha llegado a muchos de ellos. (Precious Blood Messenger, julio, 1962, págs.208-209-210-211-212-213-214-215, Vol.II)