80. Noviembre 22, 1963 en Chile (asesinato de John Kennedy)

22 NOVIEMBRE, 1963 EN CHILE (ASESINATO DE JOHN KENNEDY)

Por

Kenneth Seberger, CPPS

 

 

      Las primeras noticias sensacionalistas del asesinato sin sentido del Presidente John F. Kennedy fueron recibidas en Santiago de Chile, dentro de la hora después que sucedieron en la carretera de Dallas. La televisión no estaba funcionando, en esa hora en particular, de manera que la radio era el único medio de comunicación. Los programas del momento eran interrumpidos a cada rato para anunciar las tristes noticias. 

      “El Presidente Kennedy ha muerto”, decía el locutor, sin poder creer o querer aceptar la verdad de sus propias palabras. La muerte del Presidente Kennedy fue tan increíble y alarmante aquí en Chile, como lo fue en los Estados Unidos. 

      El tiroteo sucedió alrededor de las dos de la tarde, hora de Chile. Eran las tres de la tarde, mientras yo iba cansado hacia la sala de recreación. Mi hora desiesta había terminado, y estaba listo para enfrentar al mundo por segunda vez ese día. Eso creí. Pero no bien había entrado a la pieza, cuando sonó el teléfono. El que llamaba, un feligrés, gritó nerviosamente: “Algo le pasó a su Presidente” y cortó abruptamente. Rápidamente encendí la radio. A cada minuto añadían detalles diciendo: “Presidente Kennedy ha muerto. 

      El mundo se mueve casi tan rápido en Chile, como en cualquier otra parte del mundo. En minutos, las trágicas noticias estaban en los labios de todos los santiaguinos. La mayoría sintió la tragedia casi tan íntimamente como la sentimos nosotros los norteamericanos. La vida  continuó, pero no como siempre. El ritmo disminuyó, y el asesinato se convirtió en el único tópico de conversación. La gente se paraba al lado de los kioskos de diario, esperando con ansiedad mayores detalles. Los diarios de la tarde se atrasaron. Uno apareció varias horas después y toda su primera página consistía en una foto de Johm F. Kennedy. Por sobre ella, en grandes letras, había sólo dos palabras:

ASESINADO KENNEDY

 

      A medida que lo increíble probó ser verdad, Chile se ajustó a los acontecimientos. El Presidente de Chile proclamó tres días de duelo oficial. Las radios, durante estos días, no pudieron transmitir ningún otro programa que no fuera de música apropiada.  Todos los comerciales y toda la música popular fue prohibida. Las banderas ondeaban a media asta.  Todas las autoridades oficiales, acreditadas en el país, siguieron el ejemplo del Presidente de Chile al visitar las oficinas del Embajador. Se dispuso una Misa Oficial de Réquiem para el lunes en la mañana en la Catedral de Santiago. Todas las autoridades de gobierno, los embajadores de todos los países, hermanas norteamericanas y sacerdotes fueron invitados a asistir a la Misa. 

      Los líderes de Sudamérica estuvieron de acuerdo en respetar a John F. Kennedy como hombre y como Presidente. Algunos puede que no hayan estado de acuerdo con algunas de sus políticas  con respecto a Latinoamérica. Para algunos la Alianza para el Progreso caminó demasiado lento, o se terminó muy luego. Algunos también, murmuraron algo sobre el “Imperialismo Yanqui”. Sin embargo, personalmente, lo amaban y respetaban, admiraban su valor, su energía y sinceridad. Vieron en él a un verdadero líder de la paz, la justicia, la rectitud, el honor. 

      El hombre corriente de la calle lo idolatró. La mayoría lo sintió como una pérdida personal. Fueron comunes las comparaciones entre los Presidentes Kennedy y Lincoln. 

      A medida que los tiros del rifle de Lee Harvey Oswald repercutían a través de las montañas de Los Andes, la sangre del presidente asesinado parecía fluir a través del valle central de Chile. La duda y el temor arrugaban el ceño del rostro de Chile y un grito agonizante brotaba de sus labios, preguntando, “¿Por qué, por qué?” (Precious Blood Messenger, enero de 1964, Vol.III, págs. 18 y 19)