A fines de julio del año pasado, el Padre Anthony Spitzig y el Hermano Aloysius Kramek, llegaron a Chile, Sudamérica, para unirse al grupo de misioneros CPPS que trabaja entre la gente de esa “tierra de encantos” que corre a lo largo de la costa. Como de costumbre, al igual que los misioneros que recién llegan, ambos encontraron que el primer desafío de la vida de misión era lejos el idioma castellano. El estudio constante y el tiempo ayudaron gradualmente a resolver este nuevo problema y a introducir a los nuevos misioneros en el sistema de vida de los misioneros. El Hermano Aloysius está ahora ubicado en San Bernardo, prestando una mano muy capaz a las muchas tareas conectadas con una marcha sin tropiezos del seminario CPPS o “Escuela Apostólica”. Desde la llegada del Hermano allí, el Padre Kostik nos dice, “el lugar se ve mucho mejor. El Hermano tiene un ojo artístico y está muy ocupado en arreglar los terrenos, especialmente, las viñas, preocupado de la capilla, y con el trabajo de ayudar a mantener a los jóvenes felices y bien cuidados.”
Mientras tanto, una carta reciente del Padre Spitzig – ahora Padre Antonio – nos dice que “una cosa ha llevado a la otra”, cada una mostrándole al Padre Anthony una nueva faceta de la vida en Purranque, en donde con el Padre Donald Thieman, asiste al Padre Thomas Sweeterman en la atención de la casa parroquial y varias estaciones de misión repartidas.
La carta del Padre Spitzig sigue así:
Es un poco tarde como para estar pensando en una carta con las “primeras impresiones”, pero en este caso, confío que es mejor tarde que nunca. Después de alrededor de seis semanas en San José, en Santiago, principalmente ocupado con el estudio del castellano, pensado y hablado, me dirigí a Purranque. Aquí continué mi estudio formal del lenguaje, hasta la Navidad, cuando generalmente cierran los colegios por el período de vacaciones. Eso terminó con mis ejercicios con los libros de castellano. Pero esto no significa que ahora soy un experto con el castellano. De hecho mi educación menos formal en el castellano continúa y es un asunto constante por las palabras y frases nuevas que surgen diariamente. Pensé que escribiría y les contaría sobre la gira de misiones que el Padre Donald Thieman y yo acabamos de completar a principios de junio, antes del invierno y de sus lluvias. Esto todavía puede ser considerado como una especie de carta de “primeras impresiones”, porque fui principalmente para comprender el ‘cómo-hacerlo’ al dar estas misiones. Una cosa me di cuenta muy rápidamente –hay que estar preparado para distintas emergencias.
Teníamos de todo en la casa-rodante, accesorios, alimentos, equipamiento para la Misa, grabadora, cintas, proyector de diapositivas, generador de electricidad, y una carpa con sus accesorios. Fuimos favorecidos con las carpas que el Ejército norteamericano donó a la parroquia después del terremoto del año pasado. Las carpas, usadas primero como salas de clases, ahora están disponibles para otros propósitos ya que el colegio fue reconstruido. Las carpas, entonces, le dan a nuestras misiones, ese toque de una atmósfera de antiguos tiempos.
Todas nuestras misiones este año fueron de cuatro días de duración. Pensamos que podríamos lograr más dando misiones de cuatro días, comenzando los jueves y cerrando los domingos. El lunes, martes y miércoles estábamos disponibles en Purranque para que nuestro trabajo aquí no se detuviera. Una desventaja de las misiones de una semana de duración.
Cada noche de la serie, comenzábamos el servicio con un himno a María, seguido por una explicación y rezo del rosario. Esto era seguido por otro himno, luego un sermón, y finalmente, las películas sobre la Pasión y Muerte de Cristo. Seguimos la misma rutina en cada lugar, excepto que a menudo teníamos una Misa en la tarde en lugar del rosario. Durante el día, repetíamos las películas a los escolares y las continuábamos con una pequeña instrucción sobre la vida de Cristo.
En realidad prediqué muy poco en estas misiones; mi principal trabajo era “avisar a la gente”, esto es, visitar las casas, contarles acerca de la misión e invitarles a asistir, enfatizando las oportunidades que ofrecía – una oportunidad de confesarse, recibir la Comunión, casarse, bautizar a las guaguas. Por supuesto, siempre les hablábamos sobre la oportunidad especial de recibir instrucción, pero el gancho clave era el anuncio de una película. A esta gente le encantan las películas, y a veces hacen grandes sacrificios por ir a verlas.
Mientras visitaba una casa en Coligual, quedé sorprendido de encontrar un atril en una gran sala a la cual fui llevado. Rápidamente me di cuenta que no estaba en un hogar católico, lo que sucede rara vez en Chile. Por supuesto, esta familia era Adventista del Séptimo Día y estaba por comenzar sus servicios del sábado.
Estaba hablando con el marido cuando entró el ministro evangélico. Casi nos pusimos a discutir sobre la Biblia. Pero debo admitir que la discusión era para un solo lado. El castellano del individuo era demasiado rápido para mí. Le dije, sin embargo, que era un verdadero placer encontrar a un chileno que estaba tan sinceramente interesado en la práctica de la religión. Me lo agradeció y me dio un gran abrazo chileno. A propósito, esa noche, el padre de la familia asistió a nuestra misión junto con su pequeño hijo.
En Poza Blanca quedé conmovido con la generosidad de la gente de la casa que visité. Eran pobres obviamente, pero me dieron tres manzanas y dos huevos. Ahora, dos huevos pueden no parecer mucho de acuerdo a los estándares de EE.UU., pero aquí los huevos cuesta mucho obtenerlos.
Poco después de dejar esta casa, se soltó el cable a tierra de la batería del jeep y tuve que caminar un par de kilómetros hasta donde habíamos establecido nuestra misión. Esta fue una buena lección para mí. Si hubiera tenido un destornillador y un par de pinzas, habría podido reparar la batería lo suficiente como para poder volver a nuestro centro de operaciones. Fue una lección bien aprendida, espero. Desde entonces, cuando salgo de viaje, me aseguro de llevar una caja de herramientas bien aprovisionada.
En Concordia no tuvimos que poner la carpa. El Jefe de Ferrocarriles nos dejó usar la sala de espera de la estación para nuestra misión. La pieza era espaciosa y tenía sus ventajas – pero algunas desventajas también. Una noche cuando el Padre Donald estaba en la mitad de su sermón, entró un tren a la estación por una detención de diez minutos. El Padre calmadamente “concedió” a la gente una “detención de silbato” de diez minutos. Las llegadas de los trenes son a lo menos “sucesos” menores en los pequeños pueblos. Cuando el tren se fue, toda la gente volvió y la misión continuó.
Una tarde cuando estaba visitando las casas de Los Riscos, me detuve frente a una casa ubicada en el centro de un gran campo. Me subí a una reja alta y comencé a aproximarme a la casa. De pronto del costado de la casa un perro feroz comenzó a acercarse hacia mí a gran velocidad. Me habían dicho antes, que cuando visitara una casa en el “campo”, uno debía ir equipado con un palo grande. Este perro, sin embargo, no se asustó frente al palo. La señora de la casa salió y lo alejó de mí, gracias a Dios. Mientras tanto, me había subido a la reja y desde ese lugar seguro terminé mi conversación con la Señora.
Esa noche, justo en el medio del sermón, el Padre Donald se distrajo. Una de las bancas de pronto cedió debido a una señora corpulenta. La gente, en vez de ayudarla, comenzó a reírse. Realmente no los pude culpar porque la señora era todo un espectáculo. El Padre Donald caminó calladamente hasta ella, la ayudó a pararse y continuó con su sermón.
Sólo Dios sabe todo el bien que se logra con estas misiones en los campos. Pero ciertamente con las buenas oraciones de nuestros muchos amigos en los EE.UU., Dios dará un aumento a nuestro impulso para plantar y regar la Fe (Precious Blood Messenger, agosto, 1961, págs.244-245-246, Vol.II).