137. Un bautismo y una liebre grátis

Por Humberto Jaña

Como diácono, en la parroquia de Cristo Rey de Valdivia, estuve muy contento con mi primer bautismo. Esto sucedió el 16 de mayo, que era el cumpleaños de mi párroco (Padre Donald Thieman cumplía 61 ese día). Temprano en la mañana de ese lunes, una familia campesina vino a la parroquia desde “Rancho Grande”, una hacienda al sur de Valdivia.  Para llegar hasta aquí tenían que cruzar el río en un bote.

La guagua, una niña de ocho meses de edad era la hija de una madre soltera de 19 años, con una singular belleza y una apariencia transparente e ingenua, que a mi juicio, es el fruto de vivir lejos de lo moderno que ofrece la vida de ciudad. Me dijeron que para llegar a la parroquia a las 09:30, habían tenido que salir de Rancho Grande a las 05:00 A.M. Los padres de la joven madre, serían los padrinos de la recién bautizada Inés Macarena. Después de la ceremonia, visité a la familia algunos minutos para conocerlos y preguntarles sobre su casa en el campo. La mayor parte de las respuestas fueron monosílabos: “Sí, Padrecito” y “No, Padrecito”.

La abuela de Inés Macarena me dijo: “Imagínese que esta criatura nació en el potrero.” Le pregunté, ¿cómo es eso? Ella dijo: “Bueno, un día estábamos cosechando papas y se le ocurrió nacer; le ayudé a nacer; le ayudé a traerla al mundo.”

Cuando fue momento de despedirnos, estaban muy contentos de haber bautizado a Inés Macarena. Me preguntaron: “Padrecito, ¿le gustan los conejos?”. Le contesté que sí. “Bueno, mañana, vendré y le traeré uno.”

Al día siguiente, bajo una lluvia que sólo aquellos que son originarios de Valdivia pueden aceptar como parte de sus vidas, la joven madre y su madre llegaron para cumplir su promesa. De una bolsa sacaron una coneja. “Su nombre es Pepita y está domesticada.” De otra bolsa sacaron dos pollos; estaban vivos también. “Estos pollos son para el Padre Donald.”

Sus caras sonreían; estaban felices aunque su ropa estaba empapada. Pero no parecía molestarles hacer este sacrificio. Habían venido a dar gracias, a dar un signo concreto de gratitud porque ahora Inés Macarena estaba bautizada.

Se fueron como habían llegado – caminando bajo la lluvia. Estaban felices.

Gozamos del sabroso “tributo” que nuestro cocinero Juanito preparó al horno. (Cincinnati CPPS Newsletter, Nº268, agosto 23, 1988, págs. 2266 y 2267).