97. Comentario Latinoamericano

Comentario Latinoamericano

Nuevas perspectivas 

Por Paul Aumen 

           En la tarde de un esperanzador Capítulo de Negocios, una voz del campo de misiones pide una generosa consideración de las proposiciones que están bajo discusión. Que nuestra Comunidad marche hacia una clara realidad de una Iglesia renovada, depende en gran medida de la generosidad de nuestros miembros, mientras  se sientan en esta sesión de Pascua de Resurrección. Una actitud futura de  “esperar y ver qué hacen los demás” sólo servirá para empantanar el progreso futuro de la renovación comunitaria. El gran tema, “cambiar nuestro seminario mayor a un entorno universitario” será la prueba para ver si la Comunidad está a tono con la gran necesidad de formación de los tiempos modernos. Ya no podemos enterrar a un hombre en un lugar apartado y esperar que brote un evangelista maduro, terapéutico para el atribulado mundo moderno. 

 

          La consagración que hace un hombre cuando profesa en una comunidad religiosa debe ciertamente madurar, no en una vida apartada monástica de un seminario que está fuera del camino, sino en un entorno hacia el cual está dirigida la consagración. Si la consagración se hace para trabajar en el mundo estadounidense, la formación debe hacerse en este medio. Si la consagración de un hombre está dirigida hacia el trabajo en las misiones, ya no puede recibir su preparación completa, ni en los Estados Unidos, ni en un monasterio. Una consagración, para ser de por vida, debe crecer con la persona y no ser un pasatiempo una vez que su vida ha sido formada. Si las misiones, con todas sus dificultades de subdesarrollo, culturales y lingüísticas, serán una parte inseparable de la vida del misionero, deben serle imbuidas en los primeros años de su consagración. El sistema de transplantar una iglesia estadounidense a un país latinoamericano está tan pasado de moda como forzar una Iglesia italiana en todo el mundo. Los latinos no viven o piensan con la mentalidad estadounidense. En el pasado, las innovaciones extranjeras, no sólo sirvieron para confundir, sino para frustrarlos. Si los misioneros estadounidenses vienen a trabajar, son ellos los que deben cambiar y no los latinoamericanos. Para el misionero esto se convierte no sólo en una dificultad, sino casi en una tarea imposible, cuando ha terminado su entrenamiento formal.             Sin duda las verdades fundamentales de la teología son universales. Sin embargo la adaptación y la aplicación de éstas son diferentes para cada cultura y raza. Escasamente podríamos esperar que un latinoamericano se inclinara por un curso de teología en St. Charles o en cualquier Universidad estadounidense. Sin embargo la teología que nuestros misioneros deben usar y aplicar debe ser para el temperamento y cultura latinas. A través de la lectura podemos captar desarrollos mundiales en el campo de la teología. Sólo en el enclave de una cultura vivirán estas verdades y tomarán verdadera forma.  

           Si en el futuro, los misioneros norteamericanos quieren tener éxito en Latinoamérica deben comenzar su consagración a una edad capaz de absorber la cultura cristiana de la Iglesia nativa y luego llevarla a los ranchos y pueblos olvidados. Los países de Misión no carecen de la capacidad de entregar una sólida preparación teológica a su clero. Carecen de candidatos de sólidas familias cristianas que sean capaces y estén dispuestos a llevar el mensaje del evangelio de Cristo a la masa de la gente. Este mensaje no puede ser escrito en un país extranjero. Debe ser escrito en el corazón del misionero en el mismo país de misión. 

           En la reunión de misiones de diciembre, los misioneros preguntaron si a los seminaristas mayores designados para las misiones extranjeras se les permitiría proseguir sus estudios teológicos en el campo misionero. Esta propuesta fue aceptada por un voto de 207 contra 70. Sin embargo, hay una gran duda que esta resolución sea llevada a efecto si los seminaristas mayores permanecen fijos en sus actuales circunstancias. Al desmembrar el cuerpo de estudiantes no se justificaría ya una facultad completa y un seminario en St. Charles. La preparación teológica en las misiones debe esperar hasta que se haga el rompimiento para un entrenamiento teológico en un ambiente universitario. 

           A pesar del hecho que en estos días hay una necesidad terrible de sacerdotes en Chile, la jerarquía todavía está proponiendo seriamente un criterio bajo el cual estarán dispuestos a permitir que sacerdotes extranjeros trabajen en el país. El contacto con diferentes tendencias nacionalistas ha hecho que la jerarquía se pregunte si  no se ha hecho un daño a su propio plan pastoral y esfuerzo apostólico. Si se espera que un misionero trabaje con un Obispo latinoamericano, sería de mucha ayuda si ha recibido formación latinoamericana. 

 

          Hoy día la generosidad de nuestra Comunidad es muy solicitada. La promesa clara todavía no es evidente. Un miembro del Consejo escribió que él pensaba  que el resultado de la encuesta sobre la renovación misionera era una desilusión. Expresaba que sentía que no tendríamos el valor de mencionar los resultados – algo como cuando uno espera que un sueño malo no resulte. Muy evidente es el hecho de que todavía la Comunidad no tiene un sentimiento compasivo por el mundo predominantemente no cristiano.            A fin de año cuando el Papa Paulo VI dio su charla sobre el “estado de la Iglesia” a los cardenales, señaló a Latinoamérica como un problema complicado, tanto a causa de la escasez de sacerdotes, como por la inestabilidad social. Añadió: “Saludamos y bendecimos con todo nuestro corazón a los sacerdotes, hermanas y laicos que han ido a Latinoamérica, llevando una preciosa contribución a la vida de la Iglesia. No somos insensibles a las aspiraciones de los pueblos latinoamericanos y especialmente a tantos jóvenes de buena voluntad, por el progreso social del continente." El dedo del líder de la Iglesia está en la dirección de Latinoamérica. Ruega que las comunidades religiosas que tienen la pesada obligación de evangelizar al mundo, renueven sus comunidades para ayudar  a este continente olvidado y golpeado por la pobreza. 

           Hagan lo posible por llevar nuestra Comunidad a una verdadera y significativa renovación, después que hayamos comenzado, siempre regresaremos para darnos cuenta que el vaso de agua que fue dado libremente, es todavía la prueba más convincente de que Dios está para siempre presente en el rostro suplicante de un hombre pobre. 

                 Padre Paul Aumen 

(The Gasparian, Marzo 20, 1968, Vol.31, Nº3, Pág. 13)