29. PERIPECIAS EN LA “CAPILLA RODANTE”

 El Padre Emil Schuwey tuvo su primera introducción a la capilla rodante de los Padres Sudamericanos a través de las páginas del boletín Messenger. Esto, por supuesto, fue mientras todavía estaba en los Estados Unidos sirviendo como vicario en St. Augustine Church, en Minster, Ohio, sin soñarse que el nuevo invento, sería para él, algún día, iglesia y casa. 

      En una carta reciente el Padre Emilio, escribiendo desde la Parroquia San Sebastián de Purranque, Chile, se extiende sobre su recién fundada relación con la iglesia-sobre-ruedas. “Primero que todo, debo elogiar la visión de los Padres que planificaron la única capilla rodante en Chile. Es la respuesta perfecta para las misiones en el ‘campo’ en donde no tenemos capillas permanentes... Con ella podemos atraer gente, que de otro modo, jamás pensaría siquiera en venir a la misión y por medio de ella podemos predicar a muchos que no están en realidad presentes, pero que alcanzan a escuchar nuestro sistema de alto parlantes, que a veces ha sido escuchado hasta casi dos kilómetros. La gente viene de una distancia de diez kilómetros para asistir a las misiones del trailer. Estoy contento de informar a nuestros amigos de las misiones que al hacer posible la capilla rodante, han hecho una excelente inversión en ayudar a las almas a alcanzar el cielo. Que Dios les bendiga por ello. “No le tomó mucho tiempo al Padre Leonard Burghardt abandonar la capilla rodante tan pronto como la estación de lluvias terminó a principios de noviembre. Después de dos semanas de misiones, me entregó la capilla junto con el niño que había trabajado con él, ayudándole a cocinar, limpiar, ocuparse del generador, del equipo de parlantes y de cine, etc. Luego después de dos semanas de experiencia, sentí que “sabía manejar los hilos” y salí solo en el resto de los viajes. 

     “Sé que estarán interesados en saber cómo operamos, de manera que les daré un detalle de mi última expedición – probablemente la más interesante.

     LA ACCION SE DEMORA

     A mediodía del lunes, el 7 de diciembre, salí de Purranque hacia la misión de Concordia – al menos a tres horas de distancia con el trailer, eso me imaginé. Estaba saliendo de Purranque cuando el jeep se paró inesperada y desacostumbradamente. Luego sentí un golpe fuerte y el ruido de piedrecillas. Pensé que era un neumático desinflado. Peor que eso – toda la rueda se había salido. Pensé en un eje roto, pero no era tan malo. Los pernos de una de las ruedas del trailer se habían soltado y la presión al doblar la última esquina había sido demasiada y la rueda se rompió. 

     “Había sólo una cosa que hacer – obtener repuestos y un mecánico para arreglarlo. Como no hay teléfono en Concordia, tuve que desconectar el trailer e ir en jeep a informar a la gente que la misión se atrasaría – pero que comenzaría el martes en la tarde, con la Misa de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, un día de fiesta, más importante en Chile, que la Navidad. 

         “Todo fue arreglado bastante rápido de manera que pude partir de nuevo alrededor de las 4.00 P.M. del martes. Todo iba bien porque iba por un buen camino (relativamente hablando, por supuesto), hasta que llegué a un camino de barro justo a siete kilómetros de mi destino. Había llovido un poco la noche anterior, dejando resbalosa la parte alta del camino. No podía correr riesgos con el trailer pesado, de manera que lo único que podía hacer era levantar el trailer, desenganchar el jeep de nuevo, e informar a los Concordianos de nuevo, que la misión se atrasaría. Luego, de vuelta a mi casa sobre ruedas, convencido una vez más ‘que el hombre propone y Dios dispone’. De manera que me instalé para pasar la noche en el camino, cociné mi cena, dije mis oraciones y dormí profundamente en el medio de ninguna parte. 

      “Al día siguiente hice el camino hasta Concordia y re-programé la misión para que empezara el lunes siguiente. Fijé la apertura a las 8.00 P.M., porque supe que el tren pasaba por la ciudad a las 7.45, y no iba a hacerle la competencia al tren – el único contacto que tiene esta gente con el mundo exterior. Eran las ocho, pero no llegaba el tren ni la gente. Sólo dos niños había para escuchar la música en el alto parlante (nuestro esfuerzo habitual para atraer a la gente). A las 8.15 el tren llegó y se fue, pero de gente,  nada. Después de unas pocas Aves María y repetidos anuncios en el alto parlante, alrededor de las 8.30 se habían reunido unos pocos adultos y varios niños. Rezamos el rosario y las letanías y cuando me volví para comenzar el sermón, me di cuenta que habían llegado como cincuenta a sesenta personas. Luego después de un sermón de media hora (y con más rezagados que llegaban) estaba lo suficientemente oscuro para las películas. Me quedé más que sorprendido que aquí en Concordia, la gente no se subiera unos arriba de otros para acercarse más a la pantalla, como lo hacen en la mayoría de los lugares. 

     “El   miércoles en la noche, mi sermón estuvo intercalado con comentarios de un oyente ‘borracho’. Hice algunos esfuerzos por callar a mi ayudante nada de bienvenido – pero sin éxito. ‘No, Padre, no, usted lo está haciendo muy bien’ respondió galantemente, ‘siga no más’. Yo continué y él también. Luego el viernes por la noche tuve un problema con otro participante borracho que no podía entender por qué no podía gozar de la película parado justo enfrente del proyector. El martes en la noche, la lluvia acortó los servicios un poco, pero esa fue la única vez durante mis cuatro misiones. 

      “Cada tarde en Concordia, empecé tarde debido al tren, de manera que eran generalmente las diez cuando terminaban las películas. Después de eso tenía que rebobinar la película, empacar el equipo, luego cocinar mi simple comida de soltero. El menú era bastante simple y restringido, pero mi apetito suplía eso y cualquier falta en el arte culinario. A menudo, también, todavía tenía que rezar algo de mi breviario, luego lavar los platos, luego, finalmente, a la cama. 

     “Durante el día, además de  hacer las veces de ama de casa y cocinero para mí, iba a visitar los dos colegios para las instrucciones y a preparar a los niños para la Primera Comunión: luego visitaba las familias, bautizaba y organizaba los bautizos y matrimonios, etc. Les pedí que trajeran a los niños a bautizarse los sábados. Los trajeron – ¡a diecisiete! El sábado también, terminé las instrucciones y confesé a los niños, alrededor de cincuenta, y con toda seguridad que no estaban bien preparados por nuestras buenas monjas norteamericanas para esa experiencia.

FELIZ TERMINO

      “Aunque gocé del trabajo de la semana intensamente, estaba contento que llegara la mañana del domingo. Me levanté temprano para verificar todos los arreglos finales para la Misa y la Primera Comunión, programada para las 9.00 A.M. Los niños de un colegio llegaron alrededor de las 9.15, mientras que los del otro colegio esperaron hasta las 9.30 para hacer su llegada. Finalmente empezamos a las 9.45, con una buena asistencia. Un grupo de niñas leyó las oraciones de la Misa y la Comunión con un micrófono.  Después de la Misa dije unas pocas palabras de agradecimiento por la gran cooperación y especialmente por la comida que esta buena gente había traído a su ‘Padrecito’.

      “Después de eso, muchos vinieron a dar la mano y decir adiós. Pero me di cuenta que todavía había algunos problemas que arreglar. Uno de los profesores del colegio vino con una niñita toda vestida de blanco para su Primera Comunión. ¿Qué podemos hacer, Padre?’ preguntó el profesor, ‘esta niñita llegó recién’. Finalmente calmé al profesor y a la niñita con la promesa que podría hacer su Primera Comunión el próximo mes cuando volviera a decir Misa. 

      “Estaba terminando el trabajo de empacar el equipo en el trailer, cuando llegó una familia en una carreta de bueyes. Traían un pequeño que necesitaba ser bautizado. De manera que detuve mi empaque, me aseé un poco y procedí a bautizar al pobre pequeño ‘pagano’. Luego vuelta a empacar de nuevo. Había recién enganchado el jeep al trailer y estaba listo para irme, cuando vino un joven para preguntarme si tenía tiempo para bautizar una guagua. ‘¿Y dónde está la guagua?’ pregunté. “Allí, en esa casa, al otro lado del camino, replicó calmadamente. Bueno, no se necesita decir que hubo tiempo para el bautizo. 

      “Antes de irme de Concordia, me detuve en los dos colegios, en donde los niños estaban todavía en el desayuno de su Primera Comunión, para comer algo y decir adiós a los profesores y a los niños. Luego, finalmente, estaba en mi camino de vuelta a Purranque con los saludos de los niños que se escuchaban tras de mí. 

     “Cansado pero feliz, hice mi camino de vuelta a casa sin problemas – hasta las afueras de Purranque. Sucedió de nuevo, sólo que esta vez, era la otra rueda. De manera que ahora la capilla rodante está bloqueada y a la espera de más reparaciones y de una pintura. Parece que tendremos que tener soportes más fuertes y ruedas más pesadas – otra perspectiva cara. Esperamos hacer pronto las reparaciones y poder hacer otro servicio de misiones antes de la próxima estación de lluvias. 

     “La gente aquí se maravilla con esta moderna casa sobre ruedas que hemos armado, compacta, pero espaciosa. (Es la única que tenía el beneficio de la luz eléctrica en Concordia). Las películas, sin embargo, son la carta de triunfo para atraer a la gente. Es una lástima que nuestra selección de temas religiosos sea tan limitada. Tenemos sólo una buena película religiosa, El Año Santo, el resto que tenemos,  son en su mayoría dibujos animados. Necesitamos y podríamos usar con mucha efectividad algunas buenas películas para ayudar a instruir a esta gente en las verdades y prácticas religiosas. Si alguno de nuestros amigos nos pudiera ayudar en esta materia, como también en lo que se refiere a la reparación de nuestra capilla rodante, estaríamos felices y muy agradecidos.  Necesitamos vuestra ayuda para seguir adelante y para mejorar nuestros esfuerzos para esta pobre gente del sur de Chile. Que Dios les bendiga por su interés, sus oraciones y sus sacrificios.” Precious Blood Messenger, mayo, 1954, págs.143-144, Vol.I).