El misionero moderno, no del todo diferente a San Pablo en los primeros días de la Iglesia, se encuentra “viajando a menudo”. La siguiente carta del Padre Gerald Dreiling, joven misionero C.PP.S., nos da alguna idea de los distintos viajes que implican la vida misionera en Chile. Incluso en el área relativamente compacta de Santiago, el entorno de la misión y las necesidades de la misión, implican cambios y varían considerablemente. Chile es un hermoso país. Y a medida que pasa el tiempo y me las arreglo mejor con el lenguaje, me parece mejor. He estado ubicado aquí en Santiago desde mi llegada. Es una ciudad encantadora, al pie de la montaña de Los Andes y a unos ciento veinte kilómetros de la costa. Me dicen que el sur es la parte más bonita de Chile, pero todavía no he ido para allá. De manera que tendré que creerles hasta que no lo pueda verificar por mí mismo.
Hay una buena cantidad de pobreza aquí. El primer par de meses aquí quedé más que impactado con todo. Ustedes sencillamente no ven tanta gente viviendo en tan malas condiciones allá en los EE.UU. Pero, luego, después de un tiempo, cuando uno conoce a la gente un poquito mejor, y lleva un poco de tiempo, las cosas se empiezan a ver mejor.
Junto con la pobreza, hay una gran cantidad de riqueza en esta ciudad. Hay distritos residenciales, grandes, al otro lado de la ciudad, que se pueden comparar favorablemente con cualquier parte en belleza, comodidad y conveniencia. Y se encuentran los distritos comerciales y las tiendas, tan modernas como lo desee. Cuando uno calcula el precio de un auto o una radio, o algún otro artículo, uno simplemente multiplica por tres, usando como base el dólar, y resulta bien. Piden U$ 8.500 por un Corvette – el Chevy pequeño – y no estoy hablando del modelo deportivo con todos sus accesorios.
Y hablando sobre transporte, aquí no se ven los cementerios de autos. Todo anda por los caminos. Es realmente interesante. Hay que admirar a los mecánicos aficionados y profesionales por la forma en que mantienen los vehículos funcionando. Algunos de los buses son piezas maestras de chatarra y se mueven para todos lados, pero siguen transportando a grandes cantidades de gente. También se usan las motonetas. Tenemos una. Es entretenido manejarlas. La primera vez que manejé una por un camino principal, llegué a sudar. Uno queda muy expuesto en ellas, y aquí la gente maneja descuidadamente – están recién aprendiendo de las vías y que uno debe permanecer en su vía. Todavía no se preocupan por las reglas que indican no virar hacia la derecha desde el medio de la calzada o del otro costado.
He estado aquí durante un año. Pero todavía no he desempacado mis maletas, porque todavía no he recibido mi primera designación permanente. He estado haciendo reemplazos desde que llegué aquí y me las he arreglado para aprender algo de jergas para servir de alguna ayuda. Hace cuatro meses, cambiamos de una estadía de cinco años a tres, con tres meses de vacaciones en los EE.UU. Esto ha significado que hay varios Padres que pueden salir de vacaciones. Esto a su vez me ha hecho a mí elegible para esta vida con maletas, hasta que las cosas se asienten nuevamente.
Aunque tiene sus desventajas, tanto moverse, al menos da un cuadro de los diferentes segmentos de la vida chilena. Mis tres primeros meses en Chile, los pasé aquí en San José de Garín. Esto queda en el lado pobre de la ciudad. Mis segundos tres meses fueron en la Parroquia Santo Domingo, que está en el lado mejor de la ciudad, en el “barrio alto”. Mis terceros tres meses los pasé en el Hospital Salvador, en donde al final hice algunos progresos lingüísticos y me las arreglé para poder empezar a tener una conversación en castellano. Ahora estoy listo para empacar y cambiarme al Seminario, que está en San Bernardo, un suburbio de Santiago.
La gente aquí es buena gente. Son, en verdad, muy ignorantes de la Fe, pero en realidad no es su culpa en muchos, o incluso, en la mayoría de los casos. Simplemente no han sido bien atendidos o instruidos religiosamente.
Cuando los Padres C.PP.S. se hicieron cargo de esta parroquia en particular, San José, hace trece años atrás, había trece almas presentes en la Primera Misa que ofreció un domingo el Padre John Kostik. Ahora, tenemos un promedio de 2.000 bautismos al año, y la asistencia del día domingo a Misa, aquí, en la misión o en las capillas hijas que hemos establecido en el área, llega a 5.000.
Por supuesto hay más de 65.000 almas en la parroquia, de manera que obviamente no estamos llegando a todos ellos, pero el contacto está mejorando, año a año. En realidad, si todos de pronto decidieran empezar a ir a Misa y a recibir los sacramentos regularmente, sería un gran problema – un problema, debo admitirlo, que todos estaríamos felices de tratar de solucionar.
Cuando uno llega aquí, se siente bastante orgulloso del trabajo que nuestros Padres misioneros han hecho. También proporciona un hermoso incentivo para tratar de continuar lo que ellos han empezado.
Tenemos en esta área (no incluyo nuestras misiones en el sur de Chile) cuatro colegios gratuitos con una matrícula total de 3.000 niños. Un par de estos colegios están creciendo a un ritmo de cien estudiantes al año. El promedio de expansión depende del éxito que tengamos en obtener suficiente dinero como para añadir salas de clases y pagar a los profesores. Estas salas de clases, a propósito, se usan a plena capacidad. Están ocupadas con niñas de ocho a doce de la mañana, y con niños de una a cinco de la tarde. En la tarde se usan para un programa de educación de adultos. Los fines de semana se usan como salas de reuniones por organizaciones como Jóvenes Obreros Cristianos. En una de nuestras misiones conectadas con esta parroquia, la Población Roosevelt, hay una estructura de madera que durante el curso de toda la semana se usa como colegio con dos salas de clases, como iglesia, un cine y sala de reuniones. Teníamos esperanzas de añadir un colegio de educación media en el sector central al “sistema” de San José, alimentado por los colegios básicos, pero el terremoto golpeó duro en nuestras finanzas. Esa esperanza tendrá que esperar por un tiempo.
La fundación de escuelas parroquiales gratuitas es algo necesario. El chileno pobre debe superarse y necesita educación para hacerlo. Es importante que obtenga la educación en un colegio católico, porque los colegios fiscales de Chile no son mejores que los de EE.UU. en lo que se refiere a la formación espiritual y religiosa de los niños. De hecho, pueden ser peores, porque hay muchos comunistas entre los profesores del sistema fiscal básico en Chile.
Todo esto significa un trabajo interesante y motivador. Espero que ustedes recordarán orar por su éxito.
Padre Gerald Dreiling, C.PP.S.
(Precious Blood Messenger, febrero, 1962, págs.54-55-56, Vol.II).