Por Patrick Patterson
Construir iglesias en Chile, no es como construirlas en los EE.UU. Uno no pide prestado el dinero. O lo tiene, o no construye. Entonces para juntar el dinero, uno se designa a sí mismo administrador responsable de la construcción. De manera que ahora estoy festejando el final del recorrido con la gente, mediante la celebración de la Bendición Solemne de la Iglesia de Cristo Rey, aquí en Valdivia.
Después de pasar seis años en Río Negro, construyendo comunidades cristianas y una nueva iglesia parroquial, fui llamado a Valdivia, en enero de 1974, para reemplazar al Padre Paul Aumen, quien había dedicado su tiempo y esfuerzo a un nuevo sector que crecía rápidamente en nuestra Parroquia de la Preciosa Sangre. Comenzada en 1968, esta parte de la parroquia había aumentado su población hasta llegar a alrededor de 17.000 personas. En 1970 el Padre Paul Aumen, previendo el futuro crecimiento del área y su eventual necesidad de un sacerdote residente, construyó una modesta residencia que comenzó a operar como una sede social de una sola habitación. Se contemplaron planes para una iglesia y un centro parroquial. Habiendo dejado hechos algo más que los trabajos preparatorios, el Padre Aumen me entregó la parroquia.
La gente estaba entusiasmada con un Centro parroquial. Había una sola cosa que hacer: arremangarse las mangas, buscar el dinero, y olvidarse de una resolución personal previa de no volverme a comprometer en una construcción nuevamente.
Lo primero fue conseguir un arquitecto y de allí resultaron algunos planes concretos. Optamos por un edificio multi-propósito. Pienso que ideé un plan práctico y eficiente -–una sala grande (16 x 13 mts.) con puertas correderas en los dos extremos. Un par de puertas correderas se abre hacia un altar; el otro par se abre hacia un escenario (que también sirve como una extensión de la iglesia en días de fiesta con mayor asistencia de gente o como sala de clases-reuniones, cuando las puertas están cerradas). Bajo el escenario, hay un subterráneo que es básicamente para los jóvenes – pimpón, radio, naipes, guitarras, etc. A lo largo del frente del edificio (y protegiendo el área de la capilla-teatro de los ruidos de la calle) hay una serie de piezas – cocina, baños, oficina de secretaría, oficina del párroco y una biblioteca que puede ser usada para clases de catecismo o pequeñas reuniones de grupos.
Con los planos en la mano y algunas vagas esperanzas de ayuda financiera, partí para mi visita a casa de 1974. Mi primera detención fue donde el Obispo Leo Pursley de Ft. Wayne, quien me recibió muy cordialmente. Le mostré los planos y le expliqué el proyecto y las necesidades pastorales del lugar. Siendo un hombre inteligente, preguntó algunas cosas pertinentes. Nuestra visita fue corta, pero cuando me fui, tenía en la mano mi primera donación: US$ 10.000.-
Visité otros lugares ese verano y reuní otros US$1.400. Cuando regresé a Valdivia en septiembre, estaba listo para partir, pero el Obispo me aconsejó que fuera cauto. Se calculaba que el proyecto costaría alrededor de US$ 50.000, y él no quería comenzar con menos de la mitad del dinero en la mano. Para acortar la historia, me dieron en tres cuotas, US$ 21.000.- De manera que el 15 de enero de 1975 se comenzó la construcción. La gente contribuía – pero con las condiciones económicas de Chile actualmente – calculé que si me daban el 5% del total, sería casi heroico. (En realidad me dieron el 4,8%). Mientras tanto fui a Adveniat (la Sociedad Misionera Alemana). Ellos me dieron en dos cuotas, US$ 21.000. Y de nuevo para resumir la historia, el edificio estuvo terminado en marzo de 1976. El costo total fue de US$ 51.000.-
El domingo 28 de marzo, dieciocho sacerdotes asistieron a la Misa de Consagración en la cual el Obispo José Manuel Santos fue el celebrante principal. La música estuvo a cargo de la gente de la parroquia, y yo hacía el doble papel de maestro de ceremonias y director del coro. La procesión del ofertorio fue muy elaborada: comenzamos con el santuario completamente desnudo y durante el ofertorio vestimos el altar bendecido e instalamos la cruz principal y el tabernáculo (ambos tallados a mano por un hombre de la parroquia), pusimos las velas, las flores, etc. Participaron en la Misa más de 1.000 personas, incluyendo un bus con mis estudiantes del seminario mayor (estoy allí en la Facultad de Filosofía).
Después de la Misa, la misma sala fue rápidamente convertida en un hall de recepción, en donde fueron atendidas más de 600 personas con un cóctel de celebración y amenizando con un conjunto de música parroquial.
Más tarde en la noche, el hall se convirtió en un teatro, y los jóvenes de la localidad presentaron un variado show con canciones y danzas folklóricas, ballet clásico y actuaciones cómicas. Fue un gran día y un día de mucho orgullo para mí, para la Congregación de la Preciosa Sangre, para la Iglesia de Valdivia y para toda la gente de la “Comunidad Cristiana – Cristo Rey”. (Cincinnati C.PP.S. Newsletter, Nº 52, septiembre 7, 1976, págs. 396-397).