“El Padre Emil Dinkel nos cuenta, cómo fueron las Primeras Comuniones de otoño en la parroquia de Río Negro: “La primavera pasada no tuve suficiente tiempo para hacer las Primeras Comuniones en todas las escuelas del campo. La mayoría de los niños estaban preparados, pero las clases habían terminado para cuando pude llegar a los últimos dos colegios. De manera que tan pronto se reanudaron las clases en marzo, empecé a ir a estos colegios, dos veces a la semana, para refrescar la memoria de los niños de lo que habían aprendido el año anterior y prepararlos para las Primeras Comuniones en abril, antes que empezara el invierno.
“El colegio en Casa de Lata es pequeño y está en condiciones tan miserables que fui donde un agricultor vecino y le pedí permiso para hacer las Primeras Comuniones en su nuevo establo para vacas.
“Todo anduvo bien hasta que empecé a confesar. Las vacas y los terneros, dándose cuenta que las cosas estaban inusualmente tranquilas decidieron investigar. Vinieron a husmear hasta el confesionario, pero estoy seguro que no hubieran hecho ningún daño. Sin embargo, los niños pensaron en forma diferente y comenzaron a echarlas. Con la excitación, los niños y los animales levantaron bastante polvo, y pasó un tiempo hasta que la calma reinó de nuevo y pudimos proseguir con las confesiones.
“El domingo todo el vecindario se presentó para la Misa y Primeras Comuniones. Los terratenientes protestantes enviaron tortas, galletas y pan, como también un cordero para el tradicional ‘Asado al palo’. Los campesinos chilenos son maestros en el arte de asar un cordero sobre un fuego de brasas de carbón. He escuchado decir que en ninguna parte del mundo, excepto en Argentina, hacen un asado más sabroso.
“La Primera Comunión en Casa de Lata fue verdaderamente una fiesta de gala. Y con algunos resultados especialmente gratificantes. Varias parejas, después de haberse resistido por largo tiempo a nuestras recomendaciones para que bendijeran sus matrimonios por la iglesia, finalmente vinieron para hacer los arreglos necesarios para casarse pronto. Como prueba de su buena fe, trajeron a varios de sus niños para bautizarlos. Se requiere mucha paciencia para lidiar con esta gente, pero de a poco se van dando…
“De los festivos civiles que se celebran en Chile, sólo uno tiene un lugar indiscutido fuera del de la Independencia, el 18 de septiembre. Y es el aniversario del Combate de Iquique, el 21 de mayo, cuando Chile ganó la posesión de ricas minas que están ahora en el norte de Chile. Estas festividades civiles siempre son celebradas en todas partes con desfiles de todas las organizaciones de la ciudad, los escolares, los carabineros, los bomberos, la Cruz Roja, los sindicatos de las fábricas locales, etc.
“Generalmente los boy -scouts proporcionan la única música de este desfile en las ciudades más pequeñas. Durante todo un mes, antes de la fiesta, el aire está lleno de sonidos de los ‘Pitos’ y el ruido de los tambores, cuando estos jóvenes patriotas practican marchando por las calles y tratan de dominar el difícil ‘paso de ganso’ para el importante momento cuando pasen por el estrado de las autoridades.
“Los Padres a menudo se ríen con toda esta actividad y hacen notar que la vida es casi insoportable con el ruido de los pitos y de los tambores. El Padre Fey nos dijo que hace un par de años atrás, le llegó un llamado para visitar un enfermo durante el tiempo de la preparación de las fiestas, un llamado que lo llevaría fuera, a las montañas. A pesar del arduo viaje de ocho horas a caballo, en perspectiva, se fue contento de escapar de ese ruido espantoso de los boy-scouts por las calles. Nos dice cómo a medida que llegaba a la cima de la montaña, se detuvo unos pocos minutos para descansar el caballo. La última casa en esta región tan amplia, estaba a unos cinco kilómetros detrás suyo y el aire absolutamente tranquilo. Ni siquiera el piar de un pájaro. ¡Qué paz! Luego, de pronto, desde abajo del valle, le llegó el inconfundible sonido del ‘pito’ de un pífano. Algún muchacho indígena estaba practicando su música, aquí, ‘donde el diablo perdió el poncho’, como dicen los chilenos.
“Que Dios les Bendiga a todos!” (Precious Blood Messenger, septiembre, 1956, págs. 273-274-275-276, Vol.I).