124. Con gratitud al Padre James Bender

Por Ambrose Lengerich

 

              Una verdadera despedida acompañó al Padre Bender al aeropuerto de Pudahuel de Santiago, cuando llegaron a su término veintisiete años de trabajo misionero en Chile. ¿Será sólo temporal su regreso a los EE.UU.?

 

              Temprano una mañana de septiembre de 1955, sentado al lado del Padre Joseph Herod en un avión Panagra, vio por primera vez las montañas de Los Andes cubiertas de nieve que más tarde las convertiría en canción. En el aeropuerto tuvo el primer contacto con gente con la cual no se podía comunicar o comprender, sin embargo, a éstos mismos, serviría y amaría de un modo nada corriente. Para recibirlo en el aeropuerto estaba el Padre Walter Junk, siempre el primero en dar la bienvenida a los nuevos misioneros, el Padre Leonard Fullenkamp y nuestro Moderador General,  el Padre Herbert Kramer.

 

              Habiendo superado a medias la barrera del idioma en la Parroquia Santo Domingo, de tiempo en tiempo, durante algunos años se presentaría en cada uno de nuestros apostolados en Chile. Ni el lugar ni la persona con quien trabajaría tenían alguna importancia para él, ya que se entregaba de todo corazón, ya fueran pobres o ricos, enfermos o sanos, laicos o religiosos, pecadores o santos. Su guitarra y su bicicleta eran instrumentos que lo unían con la gente a la que deseaba evangelizar. En bicicleta por la Carretera Panamericana desde Puerto Montt hasta Arica, a través de desiertos y fértiles valles, y siempre deseoso de seguir adelante, atraído por las montañas y el Océano Pacífico, bebía de las maravillas de la naturaleza que también las hizo canción.

 

              Cuando el Padre Leonard Fullenkamp abrió las puertas del Saint Gaspar College, el Padre James estuvo allí para ser el guía espiritual de los estudiantes. Durante cinco años estuvo a cargo de nuestros seminaristas en San Bernardo y más tarde en Santiago. Fueron los años difíciles cuando los seminarios menores estaban siendo cuestionados y discontinuados en Chile. Cuando en 1968, ocho de nuestros misioneros de la Preciosa Sangre decidieron dejar el sacerdocio, él fue quien sufrió más al ser el Director del Vicariato. En 1977 cuando gozaba de un año sabático en Chicago, en el Catholic Theological Union, habló sobre su gran respeto por la gente: “Un misionero en Chile debiera estar reverentemente atento a la presencia y acción de Dios entre los chilenos. Deberá dialogar con sus oyentes en un espíritu de fe y oración, reconociendo junto con ellos que  Dios los llama, tanto a él como a ellos, a la salvación en Jesús.”

 

              Asignado a Río Negro en 1979, el duro clima lluvioso, más los largos viajes de noche, para llevar la Buena Nueva con canciones a grupos de gente en los lejanos límites de la parroquia, fueron la causa de una afección que años de búsqueda no pudieron diagnosticar. Encontró alivio después de un par de meses de descanso y cuidados en el Hospital Salvador, donde había sido capellán con el Padre Herod en el año 1956.

 

              Las súplicas en las oraciones para que regrese a Chile no tendrán fin. (Cincinnati CPPS. Newsletter, Nº151, noviembre 18, 1982, pág.1191).

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