71. La leyenda de un robusto caballo

“Esta mañana”, escribe el Padre Eugene Stiker desde su parroquia de San Joaquín y Santa Ana en Riachuelo, en el sur de Chile, “presidí el funeral de José, que fue muerto por un caballo. Esta sería toda una noticia en los EE.UU. –“Hombre Muerto por Un Caballo” – pero aquí no es ninguna novedad. Nuestra comunidad de Riachuelo ha perdido a varios de sus miembros de esa manera. 

      “La era de las máquinas y sus motores no está bien representada aquí. El poder de un caballo, sin embargo, es bien conocido, apreciado y respetado. Un caballo bueno, fuerte y seguro proporciona el mejor, y en muchos casos, el único medio posible de transporte por los caminos de los cerros, embarrados y difíciles. 

      “José murió cuando su caballo cayó en un hoyo de barro en Río Blanco, cerca del colegio donde a menudo digo Misa para los campesinos. El caballo también murió como resultado de la caída. 

      “Ahora, mientras escribo esto, estoy un poco preocupado  por mi próximo viaje a caballo. Para ese viaje tendré que usar un caballo prestado. Porque mi viejo “Bombero” se ha ido en pos de su recompensa, después que la edad cobrara su tributo fatal. Incluso si pudiera reunir el dinero para reemplazar a “Bombero” – alrededor de $150 – dudo que encontrara uno tan bueno y confiable. 

      “Posiblemente, se recordarán que en 1948, el Padre Buehler estaba ubicado en Río Negro en aquellos días pre-jeep de las misiones C.PP.S. en Chile. Aquellos días eran también días con camino de puro ripio; hasta un jeep  tendría dificultades, incluso en el camino principal de Río Negro a Osorno. 

      “Los niños del colegio St. Mary’s de Dayton, Ohio, enviaron dinero al  Padre Paul  para comprar un caballo. Él buscó y encontró uno que parecía justo para el trabajo. Era rápido, resistente; de manera que el Padre Paul lo compró. 

      “El Padre Buehler cuenta que un día estaba quemando basura en un rincón del potrero y fue llamado a bautizar. Cuando regresaba acompañado del padre de la guagua y del padrino, quedaron sorprendidos de ver al caballo separando los restos y las brasas encendidas con sus pezuñas. El padrino gritó: “Mire Padre, es un Bombero.” Desde entonces el caballo se llamó así. 

      “Bombero sirvió al Padre Paul muy bien durante el próximo año. En ese momento,  los caminos de Río Negro estaban mejorados con ripio, de manera que se importó un jeep para reemplazar a Bombero. Bombero fue entonces transferido a Riachuelo, con el Padre William Frantz, como su nuevo amo. Aquí en Riachuelo, Bombero tenía mucho trabajo y los viajes lo mantenían ocupado. Había 17 colegios y 9 estaciones de Misa dentro de los límites de la parroquia. Había también, muchos, muchos, llamados para visitar enfermos; el Padre Bill y Bombero estaban siempre dispuestos. Sólo Dios puede contar las veces en que Bombero tuvo el privilegio de llevar el Santísimo Sacramento junto con el Padre Bill a un enfermo o un moribundo.       “Todos en la región aprendieron a conocer a Bombero. Después de los terremotos del año pasado, fui con Bombero a un distrito llamado ‘Montaña Verde’. Ésta era mi primera visita a este sector de la parroquia. Bombero no tuvo problemas en llevarme directo hasta el colegio. Varias personas con las cuales me encontré pensaron que yo debía ser  el nuevo párroco de Riachuelo ya que iba montando en el viejo y buen Bombero. Casi todos los feligreses preguntaban por Bombero y por su salud como si fuera un amigo personal de ellos. 

      “En otra ocasión, la memoria de Bombero encontró un colegio que yo necesitaba visitar. Se llamaba Tres Esteros y allí daría una clase de catecismoNo había estado nunca allí, y tenía sólo indicaciones generales. Bien, después de viajar durante una hora, Bombero se detuvo frente a una puerta. La puerta se abría frente a un sendero que conducía hasta una casa común y corriente. No había mantas colgando en las perchas, ni asta de bandera; incluso había pasto en el patio. Con seguridad este no era un colegio. “Te equivocaste esta vez, mi viejo”, le dije a Bombero, y le urgí a que se moviera. Pero no quiso. De manera que abrí la puerta y entramos. Por detrás de la casa, vi dos artesas de madera del tipo que usan en los colegios para que los niños se laven los pies antes de entrar a la sala de clases. Había 48 niños estudiando en lo que yo había tomado por una casa corriente. Esa fue la última vez que dudé de la memoria del viejo Bombero sobre la ubicación de los colegios. 

      “Ocho meses de cada año, Bombero viajaba por el barro y el agua. Nunca le gustó eso particularmente. Pero durante el año escolar y cuando sabía que íbamos a una estación de misión a decir Misa, nunca se opuso. Pero pronto me di cuenta que no le gustaba embarrarse sólo para hacer un viaje de placer. Lo objetaba sin lugar a dudas. Se echaba para atrás con su patas traseras, daba vueltas en círculo y se iba galopando en otra dirección. 

      “En octubre pasado, Bombero y yo íbamos viajando a llevar los últimos sacramentos a una mujer que estaba muriendo de cáncer en Sajonia. Su sobrino, Pedro, iba con nosotros para guiarnos hasta la casa. Cuando cruzábamos Río Blanco, Pedro me preguntó si había escuchado la historia de cómo Bombero había salvado la vida del Padre Frantz de morir ahogado. La había escuchado de terceras personas, pero le pedí que me la contara. De manera que Pedro comenzó su historia. 

      “Cuando Pedro tenía nueve o diez años, había estado ayudando al Padre Frantz tanto en Putrihue como en Sajonia. Ese domingo, en particular, estaba lloviendo nuevamente, como lo había estado durante una semana. El río estaba varios pies más arriba de su nivel acostumbrado. Tanto el Padre Bill como Pedro – y Bombero, también – sabían que era muy peligroso tratar de cruzar el río ahora. Pero un hombre se estaba muriendo y necesitaba los sacramentos. 

      “Bombero no quería entrar al agua. Pero como su amo le ordenaba seguir adelante, se metió al río. Todo iba bien hasta que llegaron al medio de la fuerte corriente. De pronto Bombero perdió fondo y lanzó al padre y a su ayudante a las aguas. Mientras otro caballo se hubiera asustado, Bombero conservó la calma. Nadó hasta donde estaban el Padre y el joven Pedro. Luego, con el Padre aferrado a la montura y Pedro a la cola, el viejo Bombero procedió cauta y seguramente hasta el costado de Sajonia del río. 

      “Pedro está seguro que ambos – él y el Padre Frantz – se hubieran ahogado si hubieran estado montando a cualquier otro caballo que no fuera Bombero ese día. 

      “El Padre Frantz, enseguida  puso a secar su equipo de Misa y, más tarde, ofreció Misa y le dio los últimos sacramentos al hombre moribundo. Pasaron tres días enteros antes de que pudieran cruzar el río de nuevo. 

      “Todo esto, por supuesto, sucedió cuando Bombero era joven y  retozón. Ahora se había puesto viejo, y sus patas ya no eran fuertes; su caminar ya no era seguro. Había desarrollado una cojera en una pata, que no se curó ni siquiera con un descanso de tres meses. Había hecho su última visita a un enfermo, su último viaje a un colegio rural para una clase de catecismo, su último galope a una estación de misión para una Misa. Ya no podría servir a su Hacedor y a su misionero como lo había hecho tan fielmente por tantos años. 

      “Pienso que incluso Bombero se dio cuenta de todo esto cuando lo fui a visitar por última vez. Se quedó tranquilo como para dejarme ensillarlo, sin ponerse a correr por ahí y retozar. Después de controlar cuidadosamente su pata enferma tuve que tomar la triste decisión de enviar a Bombero a vivir con los fantasmas de todos los grandes caballos del pasado. 

      “Espero que algún día, de alguna manera, pueda encontrar un caballo para reemplazarlo. Esto sé con seguridad. Echo de menos a Bombero más de lo que quiero reconocerlo.- Era un compañero maravilloso. Las misiones chilenas perdieron un fiel sirviente con el fallecimiento de Bombero. De hecho, casi diría que Chile tiene un misionero menos sin Bombero” (Precious Blood Messenger, octubre, 1961, págs.311-312-313-314, Vol.II).