El Padre Emil Schuwey, quien se embarcó para Chile a principios del año, está en este momento asignado a la Parroquia San Sebastián de Purranque, con el Padre Ambrose Lengerich. Después de los primeros meses de prueba, ya se ha ido habituando a las costumbres y modo de vida de este país, y ahora escuchamos su punto de vista sobre el trabajo misionero en Chile. "Yo sé que Uds. están esperando mis primeras impresiones", escribe el Padre Schuwey. "Lejos lo mejor fue el espíritu de los sacerdotes que encontré al llegar aquí. Un espíritu de celo y sacrificio que nunca me imaginé.
Otra cosa que me llamó la atención, fue el trabajo que ya se había hecho. Nunca sabremos, ni Uds. ni yo, cuan difíciles son los inicios. Ya es bastante difícil para nosotros venir aquí, luego de que amigos y compañeros sacerdotes ya han trazado el camino, pero venir como ellos vinieron, sin amigos, sin contactos sin ningún conocimiento del idioma o costumbres de la gente, tiene que haber sido algo heroico. Los esfuerzos y el trabajo de los pioneros ciertamente merecen nuestra mayor alabanza y apoyo.
La gran ambición de los Padres aquí, según mi parecer, es comenzar un Seminario. Nuestro trabajo no podrá dar sus frutos hasta que comencemos a educar a los sacerdotes nativos. ¿Y cómo vamos a comunicar a otros el espíritu de nuestra Comunidad, de la cual estamos tan orgullosos, a no ser que nosotros mismos eduquemos a los sacerdotes chilenos que seguirán nuestras huellas? Se ha dado un paso en esta dirección. Tenemos al menos un lugar y habitación para comenzar. Pronto llegarán las vocaciones. De hecho ya tenemos candidatos. Lo que más nos falta es personal para comenzar esta importante tarea.
¿Cuáles son mis impresiones de Chile como un todo? Según mi parecer, ni el clima ni el territorio, por lo que he podido ver, son tan diferentes como para causar sorpresa. Es diferente ciertamente, pero también se podría encontrar lo mismo en los Estados Unidos. Pero la gente, sus costumbres y manera de vivir, son realmente distintas. Según mi parecer, el estado de los terrenos y la apariencia física de las casas y de la gente refleja su carácter. La riqueza de los ricos, especialmente, de aquellos que vinieron a este país hace una o dos generaciones atrás, muestra que hay oportunidades aquí para aquellos que son austeros y ambiciosos. La pobreza de los pobres muestra que hay muchos que han sido explotados y que se les hace imposible pasar a un nivel más alto de vida, ya que ellos no tienen la previsión, habilidad ni educación para poder aprovechar las oportunidades que existen en esta tierra. La condición económica del país es tal, que aquellos que tienen riquezas, pueden invertir y sacar gran provecho; mientras que aquellos que tienen poco, incluso lo poco que tienen, se les quita. Bajo estas condiciones no resulta difícil explicarse por qué muchos comienzan a beber alcohol o a tener otro tipo de placeres ilícitos escapando así de sus penas.
La apatía religiosa que hay en mucha gente es muy desalentadora, por decir lo menos. Yo pude observar todo lo que otros sacerdotes ya habían contado. Pero la gente ha estado abandonada por tanto tiempo que ha perdido todo el sentido de la importancia de los sacramentos y de la Misa. Sin embargo su gran devoción es María Santísima y este es un factor a su favor.
Estoy esperando poder ver esto durante mi primer Mes de María. A menudo pienso: ¡qué afortunados son nuestros católicos norteamericanos por las oportunidades y gracias que han recibido, y ¡qué indignos aquellos que no hacen uso de estos regalos que Dios les ha dado!
Por lo que a mí respecta mi trabajo ha sido bastante limitado. Estoy llegando al punto en donde ya por lo menos puedo entender bastante de lo que se está diciendo, pero con la manera de hablar que tienen ciertos chilenos, es imposible entender algo. Desde el día que llegué, ya he tenido bastantes bautismos aquí en Purranque. El primero fue toda una experiencia. Sólo conseguir la información necesaria, fue toda una tarea. Los padres y padrinos se dieron cuenta de que yo no hablaba español, así que ellos pronunciaron los nombres muy cuidadosamente, pero a mis oídos aún sonaban como un total enredo. Incluso el Padre Ambrosio, no pudo entender después qué era lo que yo había escrito. Se pueden imaginar la dificultad que tuve haciéndoles las preguntas, leyendo el Credo Apostólico y Padre Nuestro en Español. Sólo este último me era algo familiar, pero para bien mío, y satisfacción de los Padres y padrinos, pudimos al final completar el bautismo. Es la manera dura, pero la única manera de poder realmente aprender.
Al terminar quisiera enviar las oraciones y gratitud de todos los Padres que trabajan acá, a los amigos que nos ayudan en las misiones. Nunca sabremos cómo recompensarles por su generosidad, pero le pediremos a Dios que lo haga".
(The Gasparian, Vol XVI, N.4, 27 de mayo 1953, pp. 5 - 6).