64. Terremoto de 1960.

A medida que amanecía el sábado 21 de mayo, sus primeras horas de la mañana  parecían prometer una semana normal y tranquila para la gente que vive en Chile. A lo largo de la superficie de esta larga y angosta tierra costera, los chilenos comenzaron a moverse para el trabajo y diversión de un nuevo día.       Pero lejos, bajo la  superficie de la tierra, había otro movimiento siniestro, ya que las corrientes subterráneas calientes, como a veinticinco kilómetros hacia el fondo de la tierra, en las entrañas de la tierra, comenzaron a causar un deslizamiento y alzamiento de elementos. Para cuando esos gigantescos movimientos y remezones se habían calmado, la superficie de Chile había cambiado y su gente había conocido un fin de semana, de hecho, toda una semana, de terror y tragedia. 

      Entre el 21 y 29 de mayo, una docena de temblores convulsionó y remeció  la tierra; volcanes durante largo tiempo inactivos vomitaron inmensas olas de lava caliente y cenizas humeantes; nacieron varios volcanes a través de una semana de trabajo; parecía no haber final para el horror de ese largo y terrorífico fin de semana. Finalmente cuando se despejó el humo del volcán y se calmó el paroxismo de la tierra, se informó que 3.625 de sus habitantes habían desaparecido o estaban muertos, y cerca de un cuarto de la población quedó sin hogar a consecuencia de un desastre  que  significó una pérdida de $ 400 millones de dólares. 

      Las ondas sísmicas desatadas con el despertar de los fuegos artificiales de la tierra llevaron su carga de destrucción, muy lejos, hasta las playas del Pacífico, a 15.000 kilómetros de distancia. 

      A medida que las noticias de estos desastres se repartieron por el mundo vía prensa, radio y televisión, los miembros de los Misioneros de la Preciosa Sangre y las familias y amigos de los sacerdotes misioneros de la Comunidad en Chile, recorrían ansiosamente los informes en busca de noticias sobre los Padres C.PP.S. y de sus parroquias misioneras en el sur de Chile. Un informe especificaba que la ciudad de Valdivia había quedado destruida en un cincuenta por ciento. Y de la parroquia C.PP.S. de Pitrufquén, que está a unos escasos noventa kilómetros de distancia hacia el norte, se decía:  ¡esa ciudad está ruinas! Pero, entonces, es sabido que la falta de noticias significa que hay buenas noticias. 

      Finalmente,  hacia fines de esa semana horrible, en la víspera del Día de las Ordenaciones Sacerdotales en los Estados Unidos, el 28 de mayo, el Padre Provincial, el Reverendísimo, John Byrne, anunció al personal del Seminario St. Charles, que acababa de recibir noticias del Padre Paul Buehler en Santiago y que “a pesar de grandes y severos daños a varias de las parroquias, los Padres estaban todos vivos y a salvo.” 

 

      La continuación de ese anuncio vino varios días más tarde, cuando el Padre Buehler, vicario provincial de las misiones chilenas C.PP.S. envió por avión a la oficina provincial más detalles del primer informe sobre los daños en las misiones del sur. 

      A continuación vienen unos extractos de los escritos del Padre Buehler desde su parroquia en  San José de Garín en la ciudad de Santiago. 

      “Todo comenzó el sábado en la mañana a las 6:10. Notamos que la casa se movía; las puertas y las ventanas y la vajilla vibraban con el movimiento. Fue algo prolongado, pero no hubo movimientos violentos, como hemos tenido a veces, - llegó gradualmente y se fue gradualmente. Este temblor golpeó más fuerte en Concepción, haciendo daño por todo el sur. Luego el domingo en la tarde sentimos un temblor suave, pero de más larga duración – ese fue el que remeció la zona de Valdivia-Osorno.” 

      El Padre Buehler al momento que escribió la carta, no había podido visitar las misiones del sur para una inspección personal. Todas las líneas de comunicación estaban cortadas por los sismos – no se esperaba servicio de trenes hasta ocho meses más – ni luz eléctrica hasta al menos un mes más. El Padre Buehler se había contactado con la Fuerza Aérea de los EE.UU. que había puesto un servicio de emergencia entre Santiago y el sur de Chile, pero hasta el momento no había podido conseguir un vuelo que lo llevara hasta las misiones del sur. 

      Sin embargo, el Padre Eugene Stiker (de Riachuelo) y el Padre William Schenk (de Pitrufquén) le habían escrito al Padre  breves cartas narrando las consecuencias del terremoto en su localidad. Con ellas se pudo formar un cuadro general de las condiciones actuales  de las estaciones de misión sureñas de la Comunidad. 

En Riachuelo: “La Iglesia y la casa parroquial todavía están en pie y en bastante buenas condiciones. La chimenea se cayó; hay unas pocas ventanas quebradas; la mayor parte de la vajilla, se hizo pedazos. Yo (escribe el Padre Stiker) enterré todas las estatuas, excepto la de Santa Ana. La iglesia se movió hacia delante como dos centímetros, pero todavía está bien, quizás un poco más derecha que antes. La casa parroquial va a necesitar unos postes nuevos de soporte, y la madera laminada que cubre las paredes de la sala de recreación, tendrá que ser clavada de nuevo.” 

En Río Negro: Relatan el Padre Bernard Mores y el Padre Milton Ballor: “La casa se vino abajo, la torre también y la iglesia, probablemente, no ofrece seguridad. La construcción detrás de la casa también se vino abajo. (Esta sirvió alguna vez como taller de carpintería para hacer los muebles de nuestra iglesia).  Casi todas las ventanas del colegio se rompieron y los cimientos del colegio están quebrados en varias partes”. Los sacerdotes están viviendo ahora en la cocina del colegio. 

En  Purranque: El párroco es el Padre Thomas Sweeterman, asistido por el Padre Donald Thieman y el Padre Joseph Herber señala: “La torre de la iglesia se cayó y el Padre Thomas tiene miedo de usar la iglesia todavía,  porque el techo se cayó. La casa parroquial no da seguridad y puede caerse en cualquier momento. El edificio del colegio de primaria está combado por adelante y atrás, y algunas partes, tienen grietas. El edificio del colegio de secundaria, sin embargo, soportó todo bastante bien, y los Padres lo han adoptado como su casa.”       “Aquí en Purranque, no creo que haya una sola casa que haya quedado firme…pero, gracias a Dios, todos nosotros todavía estamos entre los vivos y todavía tenemos algo que comer.” 

Desde Pitrufquén: Cuyo personal son los Padres William Frantz, el Padre William Schenk y el Padre Paul Aumen.  El Padre Schenk escribe que “todavía estamos todos vivos, y la iglesia y nuestra casa están en pie en su mayor parte. Las ventanas de la torre de la iglesia, sin duda tendrán que ser removidas porque hay varias quebradas y la gran ventana central sobresale como quince centímetros en una esquina. Hay varias grietas grandes en la torre, pero todavía esperamos que sólo sean superficiales. La mayoría de las estatuas son sólo ruinas. La parte superior de la chimenea de la casa parroquial se cayó, al igual que la mayoría de las chimeneas del pueblo. 

      “Aquí no se perdieron vidas – se avisó con anticipación y la gente salió a tiempo. No hay agua, ni luz, ni teléfono. 

      “El puente que atraviesa el Río Toltén está dañado, pero todavía permiten a los camiones vacíos pasar por él. El puente del ferrocarril se ve en peor forma. Desde Comuy, la gente nos ha mandado a decir que nuestra capilla de misión está ‘en peligro’.” 

      El Padre Buehler concluye su informe con esta breve, pero conmovedora nota: “Una cosa parece cierta; tenemos un enorme desastre que arreglar por delante. El pequeño saldo de dinero que hemos visto la forma de ahorrar durante los pocos años pasados se va a gastar rápidamente. 

      “Aunque remecidos un poco, Santiago y San Bernardo no están consideradas dentro del área del terremoto.”  Esta afirmación nos llega en una breve nota del Padre William Donohue, capellán del Hospital del Salvador, en Santiago. 

      Y el rector  del Seminario de la Preciosa Sangre de San Bernardo, el Padre Ambrose Lengerich, también nos ha enviado la buena noticia de que el seminario no tuvo daños.     Y añade: “Y tengo la buena noticia que ninguna de las familias de nuestros estudiantes tuvo muertes que lamentar a causa del terremoto...Aquí en Santiago no ha habido cambios, excepto, por supuesto que todo el mundo está ocupado y preocupado por los sin casa. Aquí nos hemos ofrecido a dar alojamiento a algunos niños sin casa…También hemos mandado algo de dinero y ahora estamos mandando sacos de cebollas para el sur, en un esfuerzo por ayudar al menos a las áreas más asoladas.”(Precious Blood, julio, 1960, págs. 210-211-212-213-214-215, Vol.II).