61. EL PADRE JAMES BENDER, UN PERSONAJE DE NOVELA

    Todos recordamos la historia del largurucho profesor de escuela (Ichabod Crane), hecho famoso por la pluma de Washington Irving. Pero, se nos ha dicho que el espectáculo del Padre James Bender camino a sus clases de catecismo en las escuelas públicas de Santiago, presentan un espectáculo todavía más inusual.       Saliendo por la puerta del garaje, cerca de la casa parroquial, en una bicicleta cargada con las herramientas acostumbradas, el Padre James pedalea lentamente hacia el colegio. Parecida a un burro con ruedas, la bicicleta no sólo transporta al Padre, sino un proyector, filminas de catecismo, un cordón de extensión, cortinas para oscurecer las salas de clases y una pantalla hecha con sacos blancos y otras cosas. El Padre Jaime se abre camino por entre el pesado tráfico de la mañana, una mano en el manubrio, y la otra luchando por mantener en equilibrio su equipo, su sotana y el abrigo inflados por el viento. Sin embargo, nadie se da vuelta para mirarlo. En Chile, cualquier forma de locomoción está a la moda. Se necesita sólo que se mueva; el cómo importa poco. 

      Devolviendo los saludos de los niños, el Padre frena deteniéndose al lado de una poza de agua a la entrada del colegio. En el patio es hora del cambio de clases e inmediatamente una variedad de caras jóvenes rodea al Padre. Manos ansiosas ofrecen ayudar a llevar el equipamiento a la sala de clases. Un jovencito, rápidamente enchufa la extensión; otro, se empina y se equilibra tratando de colgar las cortinas en las ventanas; un tercero, después de arrastrar la pantalla por la tierra, la instala al frente de la sala de clases. La principal preocupación del Padre es que nada se quiebre en la pelotera, de manera que como medida de precaución, lleva él mismo el proyector. 

      Tocan la campana. Un nudo de jovenzuelos que pelean por el mejor asiento en la sala para ver la película “lucha por la posesión de la misma silla”.  Detrás del proyector, otro grupo vehementemente debate quién va a ser el operador en el día de hoy. Para evitar un motín semanal, el Padre los turna de acuerdo a la precedencia de la clase.       Después de repetidos gritos y de sacar a los niños de las ventanas y de los estantes (los niños en estos colegios públicos no son tan bien disciplinados como aquellos que están bajo la vigilancia de las Hermanas), la calma desciende gradualmente sobre el grupo cuando aparece la primera proyección en la pantalla hechiza. 

     Cada tira de película es una serie de veinticinco a cuarenta imágenes de hermosos colores, que ilustran alguna parte del Credo, de los Mandamientos, de los Sacramentos, o quizás una escena de las Escrituras o de las vidas de  los Santos. El Padre da una breve explicación de la diapositiva proyectada y luego es repetida por uno de los niños. Esta repetición le otorga al Padre, a menudo, una ayuda inesperada. Porque al enseñar a los niños el catecismo, el Padre recoge muchos de los modismos de la lengua castellana ((Precious Blood Messenger, julio, 1959, págs.209-210-211-212-213, Vol.II).