NUESTRAS MISIONES EN SUDAMERICA
Nuestros lectores sin duda recuerdan la peculiar situación que tuvo que enfrentar el Padre Jorge Fey, hace unos meses atrás, con ocasión de un funeral en su pequeña parroquia de Riachuelo. Él reconoce que uno de los grandes consuelos de un misionero es asistir a los agonizantes, pero por una razón u otra, los entierros sucesivos, parecen causarle dificultades. Ahora su última experiencia ofrece otro problema para los liturgistas.
“En la vigilia de la fiesta de la Ascensión”, escribe, “vino una pareja de indígenas para arreglar una Misa de Funeral para el día siguiente. Desde el comienzo me di cuenta de que era mejor no interferir con sus planes, ya que en este sentido había aprendido mi lección, como Uds. bien lo saben. Por supuesto, debí haberles dicho que trajeran el cuerpo en la tarde y no para la Misa. Estaba fuera de duda posponer el funeral hasta el viernes, ya que aquí no se embalsama, y de acuerdo a la Ley, el funeral tenía que hacerse el jueves. También supe que aunque pudiese haber acordado con ellos que vinieran en la tarde ‑cosa que dudo‑ viven tan lejos que no podrían haber cumplido su obligación de escuchar Misa en la mañana y volver de nuevo para el funeral en la tarde. Ordinariamente perderían de todas formas la Misa, pero sabía que si decía una palabra, podría tener la iglesia repleta para la misa. Con todos estos pensamientos dando vueltas en mi cabeza, al fin les dije que trajeran el cuerpo para la Misa en la mañana. Dije la Misa de la Ascensión con ornamentos blancos, con el ataúd en el lugar habitual, y después de la Misa, di la absolución. Para esta Misa había unas 150 personas presentes, y en un domingo ordinario mi multitud consiste en cinco o diez hombres. Fue una hermosa oportunidad para darles una buena homilía sobre la muerte y también sobre el cielo. Le hacemos mucho empeño, pero a veces la liturgia sufre un poco porque aquí las cosas son un poco diferentes".
El Padre Jorge, como lo conocen en Chile, siempre ha sido un amante de las manzanas. Aquellos que lo conocieron en el Seminario podrían asegurarlo, y es bueno saber, que ahora tiene todas las manzanas que quiera. El otro día estaba trabajando alrededor de su casa, cortando a1gunas de las matas gigantes de moras que invaden el terreno, cuando dos niñitas se le acercaron y le dieron dos enormes manzanas. Tan noble acción merecía una recompensa, pensó, y fue a la casa y le trajo a cada niña un Santito. Como Uds. saben, un Santito en Chile es un premio. Pronto estas niñas fueron al pueblo a publicar su buena suerte al resto de la población infantil. No tomó mucho tiempo para que se convocaran otros niños alrededor del Padre Jorge, por supuesto trayendo manzanas. De hecho, poco después, tenía un montón de lo mejor de la cosecha, y aún seguían viniendo más. Pronto comenzó a quedarse sin Santitos y a tener sospechas. Sí, sus sospechas eran ciertas. Los niños se estaban robando las manzanas. En ese momento hubo una detención súbita de la procesión.
También el Padre Fey nos cuenta acerca de las condiciones de su casa: "Si alguien les dijo que mi casa está en buenas condiciones, la estaría comparando con la choza que hay al otro lado del camino. De hecho estará habitable después de que se le hagan un montón de arreglos y sea completamente amoblada. No digo reamoblada, ya que allí no hay absolutamente nada. Esas cajas del equipaje son ciertamente enviadas por Dios. Las he usado para hacer closets. Uso los tornillos y las cintas de acero para reparar las ventanas sueltas y los marcos. A propósito, ya he usado como ocho kilos de masilla en mis ventanas, y aún no he comenzado con la Iglesia. La tela a prueba de agua de las cajas ahora está colgando a la vista en mi ático, para evitar que entre el agua a través de las murallas. Y he usado el papel de envolver negro, para tapar las imágenes durante el tiempo Pascual. Esto puede escandalizarlos, pero los libros dicen que deben cubrirse, pero no dicen de dónde sacar con qué cubrirlas. De aquí Uds. pueden ver que hacemos de todo un poco. ‑Aquí fui interrumpido, por tener que sacar una vaca de mi entrada principal. Siempre hay algo que está merodeando ‑ayer era un rebaño de chivos. Volviendo a nuestras reparaciones, podríamos usar algunos clavos. Simplemente no podemos comprarlos a ningún precio. El Padre Buehler está haciendo a1gunas reparaciones en su lugar y estoy tratando de ayudarle lo más que puedo. Lo más difícil es llegar allá. Tengo que 'hacer dedo' a un camión que lleva granos o madera a la estación. Además, después que uno ha hecho una visita yendo a caballo por dos o tres horas por los cerros, no te sientes con ánimo para caminar mucho o cabalgar. Este es un pequeño pueblo dormilón, especialmente, el domingo por la mañana. La gente tiene buena voluntad, pero nunca han tenido una oportunidad de aprender su fe y ponerla en práctica. La parroquia se extiende desde aquí hasta el Océano Pacífico, cerca de 60 o 70 kilómetros. Se los podré asegurar cuando pueda llegar a esos lugares. Más que todo, agradezco a Dios tener ahora un caballo. Esperamos que Uds., puedan conseguir un Jeep, para compartirlo con el Padre Lengerich, Padre Buehler y yo. Eso será una bendición para nosotros y para nuestra gente. El Padre Buehler ha terminado de construir el garaje para guardarlo.
El 16 de julio, los Padres Bernard Mores y William Frantz se embarcaron en la Grace Line, desde Nueva York a Chile. El 23 de julio, se embarcarán los Padres Leonard Fullenkamp y Kenneth Seberger. La celebración de despedida para estos Padres será en el Seminario, el domingo 11 de julio a las tres de la tarde. Están cordialmente invitados a participar. (The Gasparian Vol. XI, No. 6, 28 de Junio, 1948, p. 3)