Ha pasado un año completo en la vida de las misiones chilenas para los jóvenes Padres misioneros Donald Thieman y Milton Ballor. Ha sido un año completo, lleno de nuevas y ricas experiencias para ambos. Recientemente ellos dos se juntaron para compartir otra “primera vez” – una misión en el campo, usando la capilla rodante, ahora bien traqueteada. El Padre Thieman escribe desde Purranque sobre su aventura en común:
“Recién el domingo pasado (30 de agosto) el Padre y yo regresamos a casa después de intentar, por primera vez, realizar una semana de Misión en el ‘campo’. Esta se realizó en Hueyusca, un pequeño poblado dentro de nuestra parroquia de San Sebastián de Purranque, a alrededor de 45 kilómetros de distancia. Se encuentra al pie de una cadena montañosa costera y en mi opinión es uno de los lugares más hermosos y pintorescos de nuestra parroquia. La distancia, una combinación de caminos y cerros, dificulta que esta gente llegue a la parroquia a escuchar Misa y recibir los sacramentos, y como resultado, han estado algo descuidados.
“Alrededor de dos años atrás, la gente comenzó a construir una capilla, pero actualmente, sólo ha sido terminado el tachonado de las paredes laterales. Parece que se les acabó el dinero; también, ahora al menos, los caminos son demasiado malos para transportar madera desde los bosques. De manera que para alentar el término de la capilla y, por supuesto, instruir a la gente y preocuparnos de sus necesidades espirituales, organizamos esta Misión.
“Nuestra base de operaciones durante la semana, fue un pequeño granero, que en el otoño fue usado como molino para cidra. Allí arreglamos un altar y pusimos un generador y sistema de luces. Por supuesto no hay electricidad en toda el área. Usamos la mitad de la prensa de cidra, con una cortina en un costado como confesionario. No es un lugar tan inapropiado ya que la prensa de cidra, a veces, es la causa remota o actual para perder la sobriedad cristiana.
“Al lado de nuestra ‘capilla’ pusimos el trailer, que ocasionó un buen poco de problemas ese primer día. El viaje con trailer y Jeep toma alrededor de dos horas por caminos de ripio, pero el camino de barro hacia la casa – barro de 15 centímetros – prolonga ese tiempo. Necesitamos la ayuda de dos parejas de bueyes para instalar el trailer.
“El trailer en sí mismo está en mal estado. Fue construido aquí, como deben saber, hace ocho años atrás, por nuestros Padres, y los caminos malos no lo han tratado muy bien durante esos ocho años. Originalmente el interior estaba recubierto con madera laminada. Pero ahora, se ha roto por las filtraciones de agua. De manera que este año, antes de salir a misiones, lo recubrimos con cartón. La cubierta exterior es de aluminio y como resultado en las mañanas, cuando caen heladas, la atmósfera interior se vuelve enérgica, nos levantamos y vestimos rápido.
“Actualmente esperamos planificar y construir una nueva casa rodante durante el verano; esto es, si podemos obtener los fondos y los materiales al mismo tiempo. “El programa diario de la Misión fue así: Misas en la mañana a las 7:30 y 8:00; luego un desayuno casero hecho en la estufa a parafina. (Debo admitir que se nos pasó un poco la mano con los huevos esta semana. Aunque son fáciles de preparar.) Después del desayuno – las clases de catecismo en el colegio para preparar a los niños para la Primera Comunión. Almuerzo – luego salir a visitar a las familias de la vecindad para animarlas a que vayan a los servicios de la Misión en la tarde. A las 7:00 P.M. comenzaban los servicios con el rosario. (Gracias a los amigos de las misiones en EE.UU. teníamos muchos rosarios para dar a aquellos que asistían.) Luego venía un examen de conciencia, que se les daba para instruirlos en los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Luego el Sermón de la Misión, seguido por una instrucción por medio de filminas catequísticas. Alrededor de noventa personas asistían cada tarde.
“El domingo en la mañana, con Misa de campaña, hicieron su Primera Comunión treinta y tres niños. Luego vino el apuro de los bautismos y matrimonios. Al final de la Misión habíamos realizado treinta y cuatro bautismos y oficiado seis matrimonios. Alrededor de las tres de la tarde de ese domingo, finalmente, pudimos tomar desayuno. Luego empacamos nuestro equipo y partimos de regreso a Purranque, llegando alrededor de las siete de la tarde.
“En las tardes después de los servicios, que generalmente duraban una hora y media, todavía teníamos que preparar nuestra comida, y luego, arreglar las cosas para el día siguiente. De manera que desde las diez hasta medianoche, generalmente, trabajábamos a la luz de cuatro velas. Su brillo no era como la luz eléctrica, pero después que uno se acostumbra, lo encuentra hasta agradable. Algunos, hasta lo llamarían romántico.
“La primera noche nuestras películas no resultaron. Teníamos dos ampolletas para el proyector, pero ambas se quemaron porque nuestro generador estaba produciendo mucho voltaje. Nuestra otra atracción – la música – faltó este año. El antiguo tocadiscos se echó a perder después de tantos años de prestar servicios.
“Actualmente, estamos viendo la posibilidad de comprar una grabadora y un amplificador. Porque a esta gente le gusta mucho la música. Y ponerles música es una real ayuda para los servicios de la Misión, proporcionándonos, por ese medio, una verdadera oportunidad de impartirles algo de instrucción sobre doctrina cristiana, mientras estamos con ellos durante la semana.
“La próxima semana, el Padre Milton y yo, nos embarcaremos en nuestra segunda misión, esta vez en las afueras de la parroquia de Río Negro.” (Precious Blood Messenger, diciembre, 1959, págs.367-368-369-370, Vol.II).