3:6

"Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella."

ותרא האשה כי טוב העץ למאכל

וכי תאוה־הוא לעינים ונחמד העץ להשכיל ותקח מפריו ותאכל

ותתן גם־לאישה עמה ויאכל

וַתֵּרֶא הָאִשָּׁה כִּי טוֹב הָעֵץ לְמַאֲכָל

וְכִי ,תַאֲוָה-הוּא לָעֵינַיִם, וְנֶחְמָד הָעֵץ

;לְהַשְׂכִּיל וַתִּקַּח מִפִּרְיוֹ, וַתֹּאכַל

וַתִּתֵּן גַּם-לְאִישָׁהּ עִמָּהּ, וַיֹּאכַל

LXX:

και ειδεν η γυνη οτι καλον το ξυλον εις βρωσιν και οτι αρεστον τοις οφθαλμοις ιδειν και ωραιον εστιν του κατανοησαι και λαβουσα του καρπου αυτου εφαγεν και εδωκεν και τω ανδρι αυτης μετ' αυτης και εφαγον

Vulgata:

vidit igitur mulier quod bonum esset lignum ad vescendum et pulchrum oculis aspectuque delectabile et tulit de fructu illius et comedit deditque viro suo qui comedit

Y vio la mujer.

Después de que se habían despertado en la mujer la duda y la incredulidad en cuanto a la orden de Dios, el árbol le pareció muy diferente. Se menciona tres veces cuán encantador era; incitaba su paladar ("bueno para comer"), sus ojos ("agradable a los ojos") y su anhelo de aumentar su sabiduría ("codiciable para aumentar la sabiduría"). Mirar el árbol en esa forma, con el deseo de gustar de su fruto, era una concesión a los alicientes de Satanás. En su mente ya era culpable de transgredir la orden divina ("No codiciarás" - Éxodo 20:17). El tomar el fruto y comerlo no fue sino el resultado natural de entrar así en la senda de la transgresión.

Para comer.

Tomó de su fruto.

Habiendo codiciado aquello a lo cual no tenía derecho, la mujer siguió transgrediendo un mandamiento de Dios tras otro. Luego robó la propiedad de Dios violando el octavo mandamiento (Éxodo 20: 15). Al comer el fruto prohibido y darlo a su esposo, también transgredió el sexto mandamiento (Éxodo 20: 13). También quebrantó el primer mandamiento (Éxodo 20: 3) porque en su estima colocó a Satanás antes que a Dios obedeciéndole antes que a su Creador.

Dio también a su marido.

Observando que no murió inmediatamente -lo que parecía confirmar el definido aserto del seductor: "No moriréis"- Eva experimentó una sensación engañosa de júbilo. Quiso que su esposo compartiera ese sentimiento con ella. Esta es la primera vez que el Registro sagrado llama a Adán "su marido". Pero en vez de ser "ayuda idónea" para él, ella se convirtió en el instrumento de su destrucción. La declaración "dio también a su marido" no implica que él había estado con ella todo el tiempo, como mudo espectador de la escena de la tentación. Más bien ella le dio del fruto cuando se reunió con él para que pudiera comer "como ella" y compartir así los supuestos beneficios.

El cual comió.

Antes de comer, debe haberse entablado una conversación entre Adán y su mujer. ¿La seguiría en su senda de pecado y desobediencia, o renunciaría a ella, confiando que Dios, de alguna manera, restauraría su felicidad destruida? El que ella no hubiera muerto por comer el fruto y que ningún daño evidente le hubiera sobrevenido, no engañó a Adán. "Adán no fue engañado sino... la mujer" (1 Tim. 2: 14). Pero el poder de persuasión de su esposa, unido con su propio amor a ella, lo indujeron a compartir las consecuencias de su caída cualesquiera que fueran.

¡Decisión fatal! En vez de esperar hasta que pudiera tener la oportunidad de tratar todo el trágico asunto con Dios, decidió por sí mismo su suerte. La caída de Adán es tanto más trágica porque no dudó de Dios ni fue engañado como Eva. Procedió ante la segura expectativa de que se convertiría en realidad la terrible amenaza de Dios.

Deplorable como fue la transgresión de Eva y cargada como estuvo de calamidades futuras para la familia humana, su decisión no abarcó necesariamente a la humanidad en el castigo de su transgresión. Fue la elección deliberada de Adán, en la plena comprensión de la orden expresa de Dios -más bien que la elección de ella-, lo que hizo que el pecado y la muerte fueran el destino inevitable de la humanidad.

Eva fue engañada; Adán no lo fue: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron... No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir" (Rom. 5: 12, 14). "Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos" (1 Corintios 15: 21). "Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión" (1 Tim. 2: 14). "Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo" (2 Cor. 11: 3).

Si Adán hubiera permanecido leal a Dios a pesar de la deslealtad de Eva, la sabiduría divina todavía hubiera resuelto el dilema para él y hubiera evitado el desastre para la familia humana.

Inspiración

¡Con cuán intenso interés observó todo el universo el conflicto que había de decidir la posición de Adán y Eva! ¡Cuán atentamente escucharon los ángeles las palabras de Satanás, el originador del pecado, cuando colocó sus propias ideas por encima de las órdenes de Dios y procuró dejar sin efecto la ley de Dios por medio de su razonamiento engañoso! ¡Cuán ansiosamente esperaron para ver si la santa pareja sería engañada por el tentador y se rendiría a sus artificios! Se preguntaban a sí mismos: ¿Transferirá la santa pareja su fe y amor del Padre y el Hijo a Satanás? ¿Aceptarán sus falsedades como verdad? Sabían que podrían refrenarse de tomar el fruto, obedeciendo el mandato positivo de Dios, o podrían violar la orden expresa de su Creador. Les fue dada la prueba más suave que podía darse, pues no había necesidad de que comieran del árbol prohibido. Todo lo que necesitaban había sido provisto.

Si Adán y Eva nunca hubiesen tocado el árbol prohibido, el Señor les hubiera impartido conocimiento -un conocimiento sobre el cual no descansaba la maldición del pecado - que les habría proporcionado gozo eterno. El único conocimiento que ganaron con su desobediencia fue un conocimiento del pecado y sus resultados.

¿En qué consistió el vigor del asalto contra Adán, que causó su caída? No fue el pecado inherente, pues Dios hizo a Adán conforme al carácter divino, puro y recto. No había principios corruptos en el primer Adán ni propensiones corruptas o tendencias al mal. Adán era tan impecable como los ángeles que están delante del trono de Dios. Esas cosas son inexplicables, pero muchas cosas que ahora no podemos entender serán aclaradas cuando veamos como ahora somos vistos y conozcamos como somos conocidos.

Siglo tras siglo, la curiosidad de los hombres los ha inducido a buscar el árbol del conocimiento, y con frecuencia piensan que están arrancando el fruto más importante, cuando -a semejanza de las indagaciones de Salomón- encuentran que todo es vanidad y nada en comparación con la ciencia de la verdadera santidad que les abrirá las puertas de la ciudad de Dios. La ambición humana ha ido en procura de la clase de conocimiento que le proporcione gloria, exaltación propia y supremacía. Así obró Satanás sobre Adán y Eva hasta que las restricciones de Dios fueron rotas en pedazos y comenzó su educación bajo

el maestro de la mentira, para que pudieran tener el conocimiento que Dios les había vedado: conocer las consecuencias de la transgresión.

Adán se rindió a la tentación, y como tenemos tan claramente delante de nosotros el asunto del pecado y sus consecuencias, podemos leer de causa a efecto y ver que no es la magnitud del acto lo que constituye el pecado sino la desobediencia a la voluntad expresada de Dios, lo que es una negación virtual de Dios, un rechazo de las leyes de su gobierno.

La caída de nuestros primeros padres rompió la cadena áurea de la obediencia implícita de la voluntad humana a la divina. La obediencia ya no ha sido más considerada como una necesidad absoluta. Los seres humanos siguen sus propios pensamientos de los cuales dijo el Señor -refiriéndose a los habitantes del mundo antiguo- que eran de continuo sólo el mal (Gén. 6:5).

Se dispuso el plan de salvación de tal forma que cuando Adán fue probado, la tentación fue apartada de él todo lo posible. Cuando Adán fue tentado, no tenía hambre.

Dios tenía poder para retener a Adán impidiéndole tocar el fruto prohibido; pero si lo hubiese hecho, Satanás hubiera tenido un asidero para acusar de arbitrario el gobierno de Dios. El hombre no hubiera sido un ser moral libre, sino una mera máquina.

Ciertamente, no era el propósito de Dios que el hombre fuera pecaminoso. Hizo a Adán puro y noble, sin ninguna tendencia al mal. Lo colocó en el Edén, donde tenía todo aliciente para permanecer leal y obediente. Se colocó la ley en torno de él como una salvaguardia.