15:15

"Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez."

ואתה תבוא אל־אבתיך בשלום

תקבר בשיבה טובה

וְאַתָּה תָּבוֹא אֶל-אֲבֹתֶיךָ, בְּשָׁלוֹם: תִּקָּבֵר, בְּשֵׂיבָה טוֹבָה

LXX:

συ δε απελευση προς τους πατερας σου μετ' ειρηνης ταφεις εν γηρει καλω

Vulgata:

tu autem ibis ad patres tuos in pace sepultus in senectute bona

Vendrás a tus padres.

Muchos comentadores explican este texto como que implicara la inmortalidad del alma y su existencia desencarnada en algún asilo para las almas de los difuntos. Sin embargo, una interpretación tal ignora una figura de lenguaje común en el hebreo y fuerza las palabras figuradas para darles un sentido literal.

"Venir" al padre de uno, "unirse" con el pueblo de uno (cap. 25: 8, 17) o "reunirse" con sus padres (Jueces 2: 10) y "dormir" con sus padres (2 Rey. 10: 35) son metáforas comunes en hebreo que sencillamente significan "morir".

Deducir de estas expresiones la inmortalidad del alma separada del cuerpo, es dar por verdadero lo que las Escrituras niegan en otros pasajes (por ejemplo, ver Sal. 146: 4; Ecl. 9: 5, 6; etc.).

Abram murió finalmente, y no recibirá la promesa hasta que los héroes de todos los siglos sean recompensados por su fe (ver Hechos 2:29-35; Heb. 11: 10, 13, 39, 40; 1 Tes. 4: 16, 17; Mat. 16: 27; Col. 3: 3, 4).

Serás sepultado.

Esto hace resaltar el punto de vista que se acaba de expresar, a saber, que no se le prometió a Abram que su alma volaría al cielo o a algún otro lugar. Sería sepultado como lo habían sido sus antepasados. Ellos descansaban en sus tumbas; Abram se les uniría. Con todo, Dios lo consoló con la seguridad de una vejez pacífica. Abram vivió hasta tener 175 años (Gén. 25: 7, 8).

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