El imaginar del escéptico

Tout corps som ombre et tout esprit son doute. (V. Hugo)

Ay de la avecita, que la tormenta un día

Desgarrara de la sombra de sus bosques,

Arrojándola en desiertos rudos,

De cielo bronce, de hirvientes arenas;

Se levanta, vuela, flota.... ni una rama,

Ni una sombra encuentra donde reposar,

Y vuela, y todavía vuela, hasta que el aliento

Le falta del todo; - coge las alas,

Cae en la arena de fuego, se asfixia, y muere....

Tal es mi alma, tu hado en la tierra;

El tifón de descreencia te hizo errar

Por desiertos sin fin, donde en vano buscas

Un abrigo donde poses, una fuente

¡Donde apagues la sed que te abraza!

Oh mortal, ¿Por qué así tus ojos clavas

En la bóveda celeste? - ¿Quieres ver en ella

Descifrado el misterio inescrutable

De tu ser, y de los seres que te rodean?

En vano tu pensamiento audaz busca

Arrancarse de las tinieblas que lo rodean,

Y en el ardido vuelo abalanzarse

A las regiones de la luz y de la verdad;

¡Inútil afán! – En el espacio helo perdido,

Como astro desgarrado en su órbita,

¡Errando tontamente en la amplitud del vacío!

Jamás pretendas extender tus vuelos

Más allá del escaso y pálido horizonte

Que alguna mano fatal alrededor te ha trazado....

Con barrera de hierro el espacio y el tiempo

En apretado círculo cerraron

Tu pobre razón: - en vano forcejeas

Por transponer esa meta inexorable;

Tus dominios entre la tierra y los astros,

Entre la tumba y la cuna, están preescritos:

Más allá, ¿qué distingues tú? - ¡el vacío y nada!....

¡Oh! feliz estrofa aquella, en que yo dormía

Envuelto en mi sueño descuidado

En mi tranquilo regazo de ignorancia;

En que mi alma, como fuente límpida

Resguardada de los vientos en quieto abrigo,

¡Reflejaba los rayos puros de la fe!

Pero en un día fatal acerco a la boca,

La taza de la ciencia; - sentí sed

Insaciable quemándome los labios;

La tragué toda entera, - pero encuentro

Por fin amargor de hiel; - era veneno,

El que en el fondo contenía, - ¡era incertidumbre!

¡Oh! desde entonces el espíritu de la duda,

Como un buitre siniestro, continuamente

Me acecha sobre el espíritu, ¡y le derrama

De las turbias alas la fúnebre sombra!

Era bien digno de eterna maldición

Quien tocó primero con mano sacrílega

En el árbol prohibido la ciencia

Y nos legó sus venenosos frutos...

Si el verbo creador flotando un día

Sobre la puerta del abismo, a un sólo ademán

Evocaba del nada la naturaleza,

Y del seno del caos hacía surgir

La armonía, la belleza, la luz, el orden,

¿Por qué dejó el espíritu del hombre

Sepultado todavía en tan profundas tinieblas,

Debatiéndose en este caos sombrío,

Donde embriones amorfos se aglutinan,

Aguardando todavía por una voz que los llame a la luz?

Cuando, golpeando a las sombras somnolientas,

Surge la aurora en un coche radiante,

Inundando de luz el firmamento,

Entre el rumor de los vivos que despiertan,

Levanto mi voz, y al Sol, que surge,

Pregunto: - ¿Dónde está Dios? – ante mis ojos

La noche los velos diáfanos desdobla,

Vertiendo sobre la tierra almo silencio,

Propicio al pensador; - entonces mi alma

Desprende el vuelo en los eternos páramos;

Más allá de los soles, de los mundos, de los cometas,

Atravesando osada la profundidad del espacio,

Anhelando entrever la inmensidad

La eterna fuente donde la luz emana...

Oh pálidos faroles, trémulos sirios,

Que en la esfera guían de la noche el carro,

Planetas, que en cadencia armoniosa

En el éter cristalino van flotando,

Díganme - ¿Dónde está Dios? - ¿Saben si existe

Un ente, cuya mano eterna y sabia

Los esparció por la extensión del vacío,

O del seno del caos brotaron

Por impenetrable ley del ciego azar?

¿Conocen este rey, que rige y guía

En el espacio infinito su errante camino?

Ea, díganme, ¿En qué regiones ignotas

Se eleva su trono inaccesible?

Pero en vano interrogo los cielos y los astros,

¡En vano recorro la inmensidad del espacio

Fatigando las alas del pensamiento!

En vano, - ¡Todo el universo inmóvil, mudo,

Parece sonreír de mi vano deseo!

Duda, he ahí la palabra que encuentro

Escrita en toda parte; - a ella en la tierra,

Y en el libro de los cielos veo grabada,

¡Es ella la que la armonía de las esferas

Entona sin cesar en mis oídos!

Vengan, oh sabios, lámparas brillantes,

Que ardieron sobre las aras de la ciencia,

Ahora desdoblen ante mis ojos

Esas páginas donde meditando

En profundo cismar dejaron caer

Las vívidas centellas de su genio:

Denme el hilo sutil, que me conduzca

Por su intrincado laberinto:

Rásguenme la venda, que opaca mis ojos,

Guíen mis pasos, que envolverme quiero,

De razonamiento en las regiones sombrías,

Y sorprender el secreto escondido,

En el seno de atras nubes...

¡Oh loco intento!

En mil vigilias palideció mi rostro,

Y se debilitó la luz de sus ojos,

A sondear ese abismo tenebroso,

Vasto y profundo, en que las mil hipótesis,

Los mil errores, los ingeniosos sueños,

Los confusos sistemas se debaten, se rozan, se atracan,

Arremolinándose en un caos sin fin:

Atento a escrutar el seno sombrío

En vano me cansé, en ese afán penoso,

Un negro vértigo poco a poco

Me obscurece la mente y la deja errante

¡Flotando incierta en el obscuro abismo!

Filosofía, don mezquino y frágil,

Farol engañador de escaso brillo,

Tú sólo generas un pálido crepúsculo,

En donde giran fantasmas nebulosos,

Dudosas visiones que pierden al espíritu,

En un caos de interminables conjeturas.

Despedaza esas páginas inútiles,

Triste característica de la flaqueza humana,

En vez de luz, amontonando sombras

En el augusto santuario de la verdad.

Talvez una sola palabra bastara

Para saciar de luz mi pensamiento;

¡Esa nadie sobre la Tierra la sabe!....

Sólo tú, mi Dios, sólo tú puedes disipar,

¡La obscura tiniebla, que mis ojos cerca!

Oh tú, que eres padre de amor y de piedad,

Que no niegas el rocío a la flor del campo,

Ni el tenue sustento al vil insecto,

Que benignos tesoros de infinita bondad

Derramas con profusión por la tierra,

¿Oh mi Dios, porqué niegas a mi alma

La luz que es su aliento y su conforto?

¿Por qué exiliaste a tu criatura

Lejos de tu trono, acá en este valle

De eterna oscuridad? – ¿Acaso el hombre,

Que es pura emanación de tu esencia,

Y que se dice creado a tu imagen,

No es digno de adorarte en ti mismo,

De contemplar, gozar tu presencia,

De tu gloria en el esplendor perenne?

¡Oh mi Dios! ¿Por qué ciñes tu trono

De la impenetrable sombra del misterio?

Cuando estremeciendo los ejes de la esfera

Pasa en el cielo entre las abrazadas nubes

El carro de la tempestad en estruendo,

¿Señor, es tu cólera tremenda

Que grita en el trueno y llueve en rayos?

Y el iris, esa faja cambiante,

Que ciñe el manto azul del firmamento,

Como un lazo que prende a los cielos la tierra,

¿Es tierno anuncio de tu clemencia?

¿Es tu inmensa gloria la que resplandece

En el disco flameante, que derrama

Luz y calor por toda la naturaleza?

Dime, oh Señor, ¿por qué la mano ocultas,

Que a chorros esparce tantas maravillas?

¡Dime, oh Señor, que para mi son mudas

Las páginas del libro del universo!...

¡Pero, ay! ¡Que invoco en vano! él se esconde

En los abismos de su eternidad.

Sólo un eco de la profundidad del vacío

Pavoroso retumba, y dice – ¡duda!...

¿Vendrá la muerte con las manos heladas

Un día a quebrar ese terrible sello,

Que a mis ojos esconde tanto arcano?

¡Oh, tumba! atra barrera inexorable

¡Erguida entre la vida y la muerte!

Oh, tumba, ¿Qué insondables misterios

En tu obscuro seno muda encierras?

¿Eres acaso tú el portal del Elisio,

Que nos concedes las regiones sublimes

Donde brilla la luz de la eterna verdad?

¡O eres las fauces tenebrosas de la nada,

Donde la muerte nos arroja para siempre

Adormecidos en un sueño sin fin!

Oh, quien osado pudiera erguir

Al menos un canto de ese velo tremendo

Que cubre la eternidad....

Pero de balde

Interrogo el sepulcro, - y acostado

Sobre la vorágine tétrica y profunda

Donde las extintas generaciones se desploman,

Inclino el oído, ¡a ver si al menos un eco

Me responde de los márgenes del infinito!

Pero el silencio que reina en las lápidas

Es como la nada, fúnebre y profundo...

Si al menos supiera que con la vida

Terminarían tantas incertidumbres,

Aunque mis ojos más allá de la tumba,

En vez de abrirse para la luz perenne,

Fueran a apagarse para siempre

En la eterna obscuridad de la nada... – ¿Pero quien sabe?

¡¿Quién sabe si después de esta existencia

Renaceré - para seguir dudando?!

traducción de Juan Carlos Cisneros