El sentido de los sinsentidos: Maratón Gran Canaria 2013. Por Manolo Santana.

Post date: Jan 24, 2013 7:37:21 PM

Hay cosas que tienen sentido justamente porque no tienen sentido. O mejor dicho, porque, a primera vista, parece que no tienen ningún sentido. “Esto no tiene ningún sentido”, pensé al paso por Playa Chica, mientras corría en solitario por el Paseo de Las Canteras. Acababa de pasar el kilómetro 30, donde comienza el temido “muro” del maratón, ese lugar en que de acuerdo con la leyenda atlética te encuentras como sin fuerzas e incapaz de mantener el ritmo que llevabas, todo ello producto, dicen, del cambio del uso del combustible en el cuerpo: se te agotan los depósitos de glucógeno y tienes que empezar a tirar de las grasas. Acababa de saludar a mi madre, que me esperaba en el paseo en mi segunda de las dos vueltas de 21,096 kms que componen el recorrido de la Maratón de Gran Canaria. Era una mañana fresca y desapacible de enero, el viento soplaba con fuerza en el paseo, aunque no tanto como en el tramo de la Avenida Marítima y el muelle, donde un fuerte alisio dificultaba en gran medida el intentar avanzar manteniendo el ambicioso ritmo que me había propuesto para poder correr la maratón en tres horas (4:15 minutos en cada kilómetro). Fue en ese tramo, mi amigo Octavio, del CAI, con quien habíamos acordado intentar los dos juntos a batir la barrera de las tres horas.

Me había quedado solo. Solo contra mí mismo y mis pensamientos, acababa de sobrepasar a dos corredores que iban a un ritmo inferior. No veía por delante nadie a quien pudiera alcanzar. Y si acaso me alcanzaba alguien por detrás, lo más probable es que viniera tan fuerte que fuera incapaz de seguirle el ritmo. Me dolían las piernas, y al comprobar los tiempos del último parcial (iba controlando de 5 en 5 kilómetros) me había dado cuenta de que me iba a ser imposible lograr mi objetivo. Para ello hubiera tenido que mantener el ritmo en torno a los 4:15 por kilómetro como hasta entonces, y me estaba yendo ya por encima de los 4:20. Me dolían las piernas, estaba cansado, corría solo. Y me faltaba más de 12 kilómetros para llegar hasta la meta. Algo menos de una hora. Llevaba cerca de dos horas corriendo y aún me faltaba otra. ¿De dónde se saca el combustible para seguir cuando parece que todo se te pone en contra? Es cierto que el correr carreras de fondo te hace entrar en un estado un tanto catatónico, como dice Murakami, “pones la mente en blanco”. Y eso es en sí mismo un cierto estado de gracia, una especie de “nirvana” en que te abstraes del resto del mundo. No tienes energía que malgastar en pensamientos ni gestos inútiles. Te concentras simplemente en seguir haciendo lo que estás haciendo. Avanzar, un pié delante del otro, mientras equilibras moviendo los brazos opuestos y mantienes la mirada al frente, unas veces buscando el horizonte, otras veces buscando alguna rostro amable o conocido. Seguir leyendo...