42 MOTIVOS PARA CORRER UNA MARATÓN
Post date: Feb 26, 2016 9:23:45 PM
– El sueño del Algún día.
– La certeza del Ahora es el momento.
– El gesto valiente de hacer click a Confirmar inscripción.
– La confianza extrema de las primeras semanas.
– La bravuconería de las siguientes.
– El no hacer caso a los signos de alarma. Total, falta un mundo.
– Las primeras dudas que surgen al cerciorarse que esto va en serio.
– El venirse arriba cuando alguien te dice un Estoy seguro que serás capaz de hacerlo.
– El hundirse cada vez que te sueltan un Tú estás loco.
– La sensación de vértigo al comprobar que caen las hojas del calendario más rápido que tu asimilación del entrenamiento.
– El mundo que se te viene encima a la más mínima molestia.
– El alivio de comprobar que es una falsa alarma.
– El martirio de tener que decir No a un rico banquete o a otra cerveza más (luego comprobarás que running y vida disoluta pueden ir perfectamente de la mano).
– La lucha sin cuartel contra ese sofá y manta tan tentadores cuando el frío acecha.
– Alcanzar un pacto de no agresión con el despertador cada vez que tienes una carrera de preparación o un entrenamiento de calidad.
– El aferrarse al Valdrá la pena para machacar los temores.
– Convertirte en una persona monotemática a falta de un mes. Esa santa paciencia de los que te rodean bien tendrá que ser recompensada, ¡eh!
– El agotador esfuerzo mental de frenarse para llegar a tope a la línea de salida.It’s Tappering time!
– El manojo de nervios en que te conviertes la semana previa.
– Esa resignación que baila entre el optimismo de haber cumplido y el pesimismo de que siempre puedes hacerlo mejor que hay tras el La suerte está echada.
– Ponerse como Falete a base de pasta, se abre la veda de acumular reservas para el gran día.
– El escalofrío al ver pintada la línea azul en el asfalto. Sensación que intentarás captar con una buena foto en tu móvil. No falla.
– La última salida en solitario, sin presiones ni exigencias, en el que te cuentas tu vida y por fin te das cuenta que todo esto ya ha valido la pena… Se le llama armonía.
– La borrachera abrumadora de ambiente maratoniano cuando vas a ir a recoger el dorsal.
– Hacer la mochila con el mismo tacto y displicencia que si estuvieras desactivando una bomba.
– No pegar apenas ojo la noche previa.
– Levantarte 30 segundos antes de que suene el despertador. Primera batalla ganada.
– El desayuno calculado hasta la última caloría, vestirse con más detalle que el día de tu boda, la última revisión exhaustiva del equipo.
– El silencio sepulcral hasta la llegada al recinto, dentro de ti sí que hay un escándalo de gritos y posiciones encontradas.
– El calentamiento más analítico que has hecho en tu vida. Todo está en orden.
– La sensación de pequeñez en el momento que entras en tu cajón de salida, algo que se diluirá al empatizar con el temor lógico del resto de corredores.
– La mirada perdida pero confiada hacia el infinito.
– Esa mezcla de paz y desorientación en el momento de sonar el disparo. Acabas de despertarte, esto es REAL.
– La sorprendente facilidad de los primeros kilómetros.
– El engreimiento de los siguientes. Ahora ya no queremos terminar, también queremos arrasar.
– La rutina que se apodera de tus piernas.
– La cabeza que comienza a carburar para ir marginando cualquier pensamiento negativo.
– Los primeros síntomas de agonía, ahora sabes que estás en un MARATÓN.
– Cruzar el media maratón donde haces balance de daños y perjuicios. Vamos bien… Pero esto es duro, joder.
– El comprobar preocupado que el ritmo ya no es tan vivo.
– Cambiar los planes, o sea, volver al plan inicial, el que está hecho desde el respeto, la confianza y el temor: el plan inteligente.
– El muro que te golpea duro. Demasiado tarde.
– El ¿Por qué coño me metí en este infierno?
– La palabra ABANDONO que taladrea en lo más hondo de tu alma. El esfuerzo mental y de orgullo para que no te conquiste.
– El continuar a tientas y barrancas como si llevases atados a tus tobillos sendos grilletes.
– El Nunca más vuelvo a repetir.
– El darte los mimos y cariños que realmente te mereces. Quiérete, es ahora cuando necesitas realmente confiar en ti mismo.
– El volverse a repetir una y otra vez el mismo mantra Seguro que valdrá la pena cruzar la meta (ya que aún no sabes que ya vale la pena estar ahí metido).
– Esos puntos kilométricos finales que siempre están en el horizonte y siempre demasiado lejos.
– El rascar energías de una botella de agua, de un pedazo de fruta, del grito de un aficionado, del recuerdo de por qué estás aquí y todo lo que has hecho para conseguirlo.
-Tus piernas que ahora ya son de cemento armado.
– El km 40, ese momento en el que una leve sonrisa que quieres soslayar comienza a vislumbrar que esto va a buen puerto.
– Los últimos metros que parecen kilómetros. Quizá tu cabeza tenía algo de razón.
– El calor del público que te señala la meta.
– La alegría asfixiante del último km.
– Esa lágrima imbatible al ver la línea de la llegada
– La batidora de sentimientos tras cruzar la meta.
– La sensación de vacío que te queda después.
– El abrazo sentido con los tuyos y… derrumbarse.
– La verborrea irrefrenable de ese niño que tiene una gran aventura que contar.
– El mirarse una y otra vez la medalla que te han colgado, es de latón pero sabe como si fuera de platino.
– La jornada de embriaguez mental hasta que caes rendido en la cama. Estás en otro planeta.
– El andar como un cowboy y ver los escalones como si tuvieras que escalar el Himalaya a partir el día después.
– La sonrisa boba de las semanas siguientes.
– Los ojos vidriosos al recordar la experiencia
– El… ¿Cuando es la próxima?
…
…
…
…
¿Y aún te preguntas si vale la pena vivir un maratón?