Cuentos de Fray Mocho

¡Viva Chile... y siga el baile!

–¡Pa chancha y pa puerca, che, la suerte mía!... ¡Mire qu’irsemé los chilenos nada menos que cuando se vienen los fríos y dejandomé a la intemperie!... ¡Si parece una maldición, amigo!...

–¡Per’hombre!... ¡Esto sí qu’es lindo!... ¿Si quedrás que los güéspedes se quedaran hast’el día’el juicio final?

–¿Y cómo no?... ¡Gente tan buena y tan simpática!... Yo ya’bía prendido a decir “puj’hombre” “al tiro” y “donde Concha”... como si fuese oriundo de las orillas del Mapocho y les había entrao, hast’el estremo de que Vergara me decía las otras noches: “vengasé conmigo cabaliero Rodríguez Ese” (pues yo pa achilenarme mejor me agregué la inicial de Salchicha, qu’es el apellido’e mi madre) “y haremos una visit’a la tierra”... ¡Es una verdadera lástima que nos hay’abandonado esta gente, y no me explico por qué no se le ha pedido a la delegación que se quede siquiera un mes!... ¡Qué banquetones, che, todas las noches!... ¡Y después los habanos y los licores y la charla!... ¡Te aseguro que yo he’ngordao... y del ñato Tripita no te digo nada!

–¿Qué me contás?... Con razón me dijeron que no se te veía por el jujao hacía como diez días y que a tu cuarto ni pisabas...

–Pues hubies’estado lindo que me costeara hast’allá, teniend’un espléndido alojamiento en el Royal... ¡hasta con ropa pa mudarme! ¡Y después no nos daban alce los güéspedes, che!... ¿No ves que dragoniábamos de periodistas, d’estancieros, de rentistas y teníamos que andar por allí no más?

–¿Y ustedes de qué dragoniaban?

–Yo de chileno criao aquí y Tripita de redator político...; pero había muchísimos otros...

–¿Y cómo fueron a colarse en la comitiva, che?... ¡La gran perra, si yo l’hubiese sabido!...

–¡Ahí tenés!... Fuimos a la Intendencia a pedir dos entradas p’al puerto el día de la receción, y uno de los empliaos oyendo a Tripita, qu’es medio gangoso p’hablar, lo tomó por chileno y le preguntó si éramos recién llegaos. ¡Fijate qué bolada, che!... ¡Claro! ¡Ahí nomás nos dieron un palco de honor, y haciendo arriar a la policía por mistificadores a los chilenos verdaderos!... Si era de perecer de risa, lo mismo que cuando en el baile del Jockey, el senador Cané, pa mostrarme su viveza’e criollo diablo, hizo echar ala calle a un pobre repórter qu’iba con invitación de un diario a ganarse la vida y a mí me acompañó hasta el comedor, diciéndome con su vocesita’e nervioso: “Mire, la facha del periodista... ¡sin frac! ¡Es un escándalo o que sucede con los colados, chileno amigo!”

–¡Eso es un invento tuyo, che!... ¿Cómo no v’ha saber Cané que los periodistas de verdá, los pobres bichos que honradamente cambian su salú por el mendrugo miserable, no tienen el aspeto rozagante y florecido de los que viven del cuento?... ¡Eso es macana!

–¿Qué v’a saber hombre?... ¡Si él, a la fuerza de cernirs’en las nubes, ya no se acuerda de lo qu’es la tierra! ¡Mirá!... ¡No hay bicho más cruel con sus semejantes qu’el hombre que l’ha calzao!... ¡Nosotros éramos como treinta, que andábamos con fraques alquilados, y si vieras cómo nos trataban nada más que por la colita’e pato! Todos se desvivían por agasajarnos, y a pesar de sospechar qu’éramos casi zanagorias, nos obsequiaban y convidaban a cuerpo’e rey... Cuando entrábamos a una mesa’e lunch hacíamos repeluz de lo que caía, y si vieras cómo nos trataban los mozos y los capataces porque rompíamos copas con el apuro y tirábamos al suelo hasta las fuentes de masas...

¡Por poco no nos abrazan de contentos porque les agrandábamos las cuentas y les dábamos ocasión para salarlas!... P’andar bien con ellos, hay que hacer eso, y ni escupir en los restaurantes donde se banquetea en detalle... ¡Tan sonsos son los empresarios!

–Y entonces toda esa gente que se veía en los teatros siguiendo a los chilenos, ¿eran puritos com’ustedes?...

–Y si no... Habi’algunos del sonsaje, que caían a visitarlos por curiosidá, pero no podían con nosotros, que ya éramos de confianza... ¡y los sacábamos peinando!... Una tarde llegaron unos cuantos periodistas de verdá y nosotros apenas los saludamos con la cabeza... así... como a inferiores. ¡Cuando se fueron Tripita tuvo la osadía de decirles a los chilenos qu’eran pinches de los diarios que venían quizás a ver si les hacían algún regalito!... ¡Mirá, hermano! ¿Sabés que me he convencido de que aquí no hay nadie que pueda más de lo que puede una cola’e pato? ¡Yo, conforme tenga unos pesos, me le afirmo a uno de moda y dejo’e ser ave negra!... ¡Quién sabe si todavía no me ves de personaje!...

–¡Sí, che!... Pero si lo lográs, no vayas a’cer conmigo alguna babaridá, porque me veás de saquito...

–¿Conque te gusta ser gente, no?... ¡Bueno!... Entonces trasformate, hermano... y seguí la corriente... Si no servís para otra cosa, servirás para comparsa... Comprate un frá y unos guantes y ponete en condiciones...

–Lo que dudo, che... es que vuelv’a presentarse otra bolada como ésta...

–¡Ah! Tenelo por seguro... Ya como ésta, ni pintada... pero el asunto’e la confraternidá es cosa que v’a durar. ¿No ves que el comercio y los empliaos ya le han tomao el gustito y an’que las otras naciones no se comparen con Chile, las tenemos que osequiar?... ¡Lo qu’es yo, voy a’prender para oriental y un poco pa paraguayo, y vas a ver qué papel cuando llegue la ocasión!