Cuentos de Fray Mocho

Memoria de un Vigilante

V

DE PARIA A CIUDADANO

Fui soldado y me hice hombre.

Con el 64 de línea, adonde me destinaron por cuatro años, como infractor a la ley de enrolamiento, recorrí la República entera, y, llevando en mi kepí el número famoso, sentí abrirse mi espíritu a las grandes aspiraciones de la vida.

Allí, en las filas, aprendí a leer y a escribir, supe lo que era orden y limpieza, me enseñaron a respetar y a exigir que me respetaran, y bajo el ojo vigilante de los jefes y oficiales se operó la transformación del gaucho bravío y montaraz.

¡Ah!

¡Qué día, aquel feliz, en que después de cuatro años de rudo aprendizaje tuve en mi brazo la escuadra de cabo 2º de la 4ª Compañía!

¡Era alguien, y esto es mucho para quien no había sido nada!

Ya no era el paria, el desheredado, el caballo patrio que cualquiera ensilla y nadie cuida: era el cabo Fabio Carrizo, el principio de aquel sargento 14, que en 1880 recibía su baja absoluta, después de diez años de servicios prestados dondequiera que hubiese flameado la vieja bandera, jurada allá en la cuesta de una loma en marcha para San Luis.

¡Aquel batallón fue mi hogar y fue mi escuela!

¡Hoy, cuando lo veo desfilar por las calles, siempre con el aire marcial a que obliga la tradición del número, busco en vano el rostro tostado de aquellos que conmigo tiritaban en los fogones de la frontera, y ya no están!

¡Queda sólo del tiempo viejo de las miserias sufridas en silencio, la gloriosa bandera deshilachada que tantas veces cuidé en largas horas de angustia y cuya vista hace latir todavía mi corazón como en aquellas, dichosas, en que, al regreso de una expedición arriesgada de la que muchos de los nuestros no volvían, era sacada para que el capellán dijera ante ella su misa por el eterno descanso de los que quedaban allá entre las sinuosidades de las sierras, en el triste cementerio aldeano o bajo el manto eterno de verdura de la pampa desierta y misteriosa!