Cuentos de Fray Mocho

Cuartelera

–¡No, mi cabo Machuca, no!... Hay que distinguir... ¡No me confunda fagina con alto el fuego!... En un tiempo, el soldao y el perro corrían carreras... ¡Acuerdesé!... ¡No se olvide de las cepiadas y del plantón y del famoso “hacé lomo” pa el planchao de las costillas!

–¿No me confunda?... ¿Mirá charaboncito ni aunque me dieras diez pesos te confundía las cosas di antes con las di aura?... ¡Si ustedes ya no son milicos m’hijito... milicos de aquí se entiende! ¿Las cepiadas, el plantón, y la leña en las costillas?... ¡Gran cosa!... ¡Salíamos de una y ya estábamos en otra!... ¡Los milicos teníamos cuero, che!... ¿Vos te cres, qui aura, cuando yo miro un soldao con pantalón de bombilla y blusa cortada por modista como bata e mujer, mi acuerdo siquiera e los compañeros que dejaron la osamenta en las cuchillas de Entre Ríos u en los médanos de la frontera? ¿Bah? Más bien mi acuerdo e los particulares de la proveduría u de los amigos del maistro e banda.

–¿Y qué quiere?... ¿Qué andemos desnudos pa que usté se acuerde e los veteranos?...

¡Mire, cabo Machuca, aura tamién se es soldado aunque uno ande con chaquetilla y en vez de tirar con fusil de chispa tire con máuser!... Cada uno tiene su entripao y pasa sus malos ratos... y sus buenos... ¿Compriende?

–¡Música!... ¡Los milicos criollos se acabaron, m’hijito, como los pasteles del sargento Ledesma, una china vieja que se crió en la frontera y que la hicieron clase porque una vez pelió a los indios e un fortín y salvó la caballada y qui amasaba en las caronas mejor que cualquier panadero! Si queda alguno, anda como yo, dando güeltas alrededor de los cuarteles, muerto di hambre y hecho un andrajo, esperando que le tiren un güeso... si hay por casualidá, ¡porque hasta los güesos se están acabando! Ustedes, no tienen ni juerza pa mascar la carne, ¡che!... Un churrasco o un puchero e aujas les dan indigestión con sólo verlos, cuanti más una picana de avestruz medio chamuscada o un costillar de mula... En las cocinas de los cuarteles ya no se toma olor a comida sino a botica... ¿Me vas a decir que es rancho lo que les dan a ustedes?... ¡No embromés, hombre!...

–Cambie el paso, mi cabo, ¿y dígame qué culpa tenemos nosotros de que nos alimenten con mixto e fósforo en vez de darnos comida?... ¿Cre que nos han consultao acaso?... ¿Los consultan a ustedes en la frontera cuando les secaban los caracuces de frío o los hacían crujir en las estacas porque un alfayate se había levantao con la luna o se le había dormido al porrón?...

–¡A nosotros no nos consultaban, che... pero marcaban el paso los de arriba!...

¡Pucha!... Ti apuesto a qui a nosotros no nos enfundaban en esos quepises de aura, que le dan a los milicos ese aire de abombaos o de pasaos de las doce... ¡Mirá!... Nosotros usábamos unos quepisitos petisones, que les quebrábamos la visera con el barbijo ¿sabés? Y que nos quedaban como pintaus y después con la bombacha y las polainas y la paradita criolla, ¡che!... Eso era tropa... ¡Créme!... ¡Cada criollo lo que se sentía entre el uniforme, crecía y se ponía orgulloso!... ¡Mirá!... ¡Ustedes no le tienen ni amor al número... lo mismo son del tres que del once!... ¡Antes, hum! ¡El número, che, era el soldao! Vos decías yo soy del seis ¿sabés? Y el alma te temblaba e gusto y lo mismo era con las clases y los oficiales y los jefes y hasta con las chinas del batallón... ¡El cuerpo era tan sagrau como la bandera!

–¡Y aura es lo mismo!... ¡Lo qui hay es que no cacariamos!

–¡Di ande!... ¡Si aura ni chinas tienen!... ¡Habías de verlas en aquel tiempo! Cuando se nos venían los indios, las echábamos al medio el cuadro y mientras le metíamos fierro, ellas servían pa’lcanzar la munición o pa’auxiliar los heridos... ¿Las di aura pa qué sirven?... ¡Si andan de pamelita y ya de puro finas ni mate toman!... ¡Mirá charabón, a mi no me vengás con dianas, porque m’he criado de tambor!