Cuentos de Fray Mocho

Entre Amigos

–Qué... me decís, che.

–¡Como l’óis!... ¡Si h’andao ajuera... por Lincon!... ¡M’he paso una semana di arriba, acompañando a Mauro, mi primo, que se casaba!... ¿No ti acordás de Mauro... aquel muchacho achinao, grandote, que siempre m’iba a esperar a la salida del trabajo?

–¡Ah!... ¿Uno picao de virgüelas, medio pueta, que cantaba fierísimo y siempre andaba componiendo milongas?

–¡Eso es!... Bueno; ese muchacho se fue al campo y ganó platita, che... y aura se casaba... ¡Si vieras cómo m’he ráido!... ¡Qué cosa bárbara!... Ti aseguro que ha sido mejor qu’el circo aquello... La novia era un bagrecito... pero rellenito ¿sabés?... hija única de un napolitano petizo que junta güesos en el campo y tiene una tropita e carros...

No sé cómo diablos l’hizo caso a Mauro, que es brutísimo y le da por hacerse el dotor... el hecho es que se casaban y que cuando vino a comprar la ropa para ella y para él, me convidó y nos fuimos... ¡Si vieras la fiesta qu’hicieron en la chacra!... ¡Qué carnaval ni qué demonios!... Hubo baile con alfombra y chocolate y estuvieron varios mozos del pueblito, medio cortos de genio, que se llevaron un chasco bárbaro. Creyeron que habría muchachas y no hallaron sino cuatro napolitanas viejonas y jediendo a asáite y una viudita criolla, pasadita e la raya, pero siempre mejor que nada.

–Y... ¿claro?... Vos te le habrías pegao ya...

–¿Y sinó?... ¡Mirá quién! ¡Como pa dormirme estaba la cosa!... ¡Natural... éramos los que bailábamos!... A las tarantelas ¿sabés? Les pegábamos con carrerita y medio tirando a mazurca y las viejas le daban a uso e su tierra, con unos paisanos suyos que cantaban medio apretados de gañote pero fuerte ¿sabés? Y bastante entonaos... Pero eso no fue nada comparao con lo de la iglesia... ¡Hermanito!... Si hasta se me saltó la presilla el pantalón, de ráirme. Figúrate que estábamos junto al altar, los del casorio, la gente e la chacra, todos, menos el gringo viejo que se había quedao en la calle quemando cuetes chicos a riejo de hacer disparar los carros en que habían venido y salió el cura, un italiano gordo, con unos ojitos chiquitos, y comenzó a meterle en latín, ligerito no más...

–Ya se... ¡Como pa pobre!... En una ocasión vi casarse a un mozo amigo... ¡Hombre!...

Vos lo has de conocer... Es un tal Tomás, que supo ser cabo e bomberos y que aura tiene a su cargo una manguera e las aguas corrientes, allá paso el Once ¿sabés? Cerca e lo doña Ramona, la madrina e Canuto... ¡Si vieras qué trote!... El cura s’iba no más... como en bicicleta y en cuanto quisimos toser y medio se sosegó la conversación y nos acomodamos... ¡ya estuvo!

–¡Eso es!... Y un redepente llegó a lo lindo: “Fulano ¿querés a fulana por esposa y mujer?”.. Y lo veo a Mauro que se estira, medio se cuadra y pestañiando legerísimo, dice en lugar del “si, padre” y con tonito como de largar un discurso... “No sólo la quiero, padre, y la amo, sino también de que la idolatro!...” ¡Hermano!... ¡Si creo que hasta los santos s’están riendo toavía!