Cuentos de Fray Mocho

Memoria de un Vigilante

XIX

EL CAMPANA

El punto de contacto es el campana, es decir, el que busca la casa o el hombre fácil de robar, el que estudia el medio de efectuarlo, el que está en relaciones con los que cambian lo robado por dinero: la providencia en forma de hombre.

Bien considerado, estos campanas son los verdaderos ladrones; los que efectúan el robo son solamente sus instrumentos.

Jamás se comprometen en nada, y es difícil que la policía los descubra. Adoptan todo el aire de gentes honradas, trabajan, tienen oficio, profesión o industria conocida: son sirvientes, mozos de hotel, changadores, comerciantes, rentistas y hasta pueden inspirar confianza y ser honorables, mientras no haya posibilidad de tirar la piedra y esconder la mano.

¡Cuántas veces están protestando honradez y tienen entre los dedos el pedazo de masilla o cera con que al menor descuido, moldearán una llave!

¡Cuántas veces están jurando adhesión a sus patrones y ya tienen oculto dentro de un mueble al amigo que va a dar el golpe! ¡Y luego son los más empeñosos en llamar a la policía y darle cuenta del hecho, suministran datos y noticias, sospechan que al ladrón lo han visto rondando la casa y que es de este porte y del otro!

¡Cuántos de ellos han acompañado en sus investigaciones a un comisario y lo han extraviado con sus mentiras, y cuántos también han sido imprudentes y han ido a pagarlo en la Penitenciaría!

¡El campana presta servicios a los ladrones, pero que digan éstos lo que les cuesta: siempre se lleva él lo mejor del toco, o sea del monto de lo atrapado!

¡Sus comisiones son algo de fabuloso!

Sin embargo, el negocio tiene sus contras. Veces hay que ha hecho efectuar un robo valioso, y cuando va a retirar su parte se encuentra con una puñalada o con que, sencillamente, le dicen que no sea zonzo, y se le alzan con el santo y la limosna, acción que se llama dar el rostro. !

Al campana robado le queda aún como arma la delación y la usa como venganza; si los ladrones son tomados, éstos no dejan de envolverlo en sus declaraciones, y se hunde con ellos, y si no lo son, se ve libre y queda aguardando una oportunidad de hacerles caer en las garras del gallo policial: este es el origen verdadero de más de una pesquisa curiosa que ha servido para bombo a algún inútil.

¡Venganzas de campana, o como quien dice, puñaladas por la espalda!

Y los ladrones saben lo que vale un buen campana. Una vez me dijo uno, habiéndole yo preguntado que "a qué se dedicaba por ahora".

—¡Vea, señor, tengo un campana que ni de oro..., y trabajo de católico!

—¿De católico?

—Sí, señor...; es decir, ando con el asunto de las limosnas para el hospital..., ¡y al que me cree lo ensarto!