Cuentos de Fray Mocho

Confidencias

–Si vos no parás en los conchavos, che... Parecés zapato cambiao... ¡No hay pata en que calcés bien!

–¿Y qué quiere que haiga, mi tía, si me tocan unas?... ¡La gran perra!... ¡Vea la última que me cayó!... Mucho firulete y maistros de francés y de pintura pa las niñas, pero en punto a pago... ¡niente!

–Eso no te lo puedo crer, che, ni aunque me lo jurés por tu mama... ¡Tu patrón es hombre rico!...

–¡Gran cosa el patrón!... Usté lo ve metido en su levitón y no sabe la clase e’liendre qu’es con ese aire de abombao... Vea, a mí me tomó pa mucamo’el escritorio, y en cuanto me descuidé, era desd’eso hasta pion de patio y en los ratos desocupaos hasta niñero... Al fin del mes le cobré el sueldo y me salió con consejos y me peg’un reto y me salió con que toitos éramos ansí y que me juera’ acostumbrando al ahorro y... ¿sabe?... al segundo mes me’echó sin pagarme ni fósforos, ¡a pretesto que le quebré un plato e loza que dijo qu’era recuerdo e Garibaldi!... ¡La gran perra con el hombre, chancho!... ¿Y usté está tuavía en lo e doña Dolorcitas?

–¿Pero te has caído de algún nido, Indalecio? ¿Qué no sabés lo que hubo con el patrón, por causa de un guiso e patitas con zanagorias? ¡Si fue tremenda y yo ya se la tenía anuncia’a la señora, qués terquísima! Figurate qu’el le daba p’al mercao un diario regular, pero como a ella le gusta el tiatro, ahí tenés que sacaba d’eso pa las entradas, y las lunetas y el diablo... Y conforme se’iba acabando la platita, ya empezab’ella con las recomendaciones que trajiese patitas o mondongos pa guisar con zanagorias, y si él reclamaba, se le quejaba de que las cocineras le roban y de que todo estaba carísimo y de qu’era un escándalo y que no sabía qué hacer y ahí me tenías a mí, mientras duraba la temporada e la Opera, sindicada e ladrona y aguantándome cada reto’el patrón que daba miedo... ¡Claro!... ¡Tanto s’estiró la cuerda que un día se reventó!...

–¿Caramba con la gente, no?... Y quién diría al verlas tan paquetas, oyendo la ópera, que tienen la barriga chiflando...

–¡Y cualquiera que conozca el mundo m’hijo! Pior era tuavía en lo e las González, donde la señora en cuanto me veía llegar con la fuente e carbonada, ya decía arrastrando la lengua y con una vocesita e caramelo: “Ya’stá otra vez el obsequio e Magdalena a su patrón... ¿Cuándo se v’a cansar mujer de hacerl’el gusto a este rutinero?”... Y el pavo se lo creía, che, y se llenaba la panza sin chistar.