Cuentos de Fray Mocho

¡Robadita!...

–¿Per’usté cre qu’es por verla, mi vida, que me paso todo el día plantao en la bocacalle, llamandolé l’atención a la misma policía?... ¡No crea!... Ya pronto v’hacer un mes que la tengo retratada en lo profundo del alma y pa mirarm’en sus ojos y recriarme con la gracia de ese cuerpito tan lindo, miro un poquito p’adentro y ya se me representa como si fuera verdá... hasta con ese gestito de cruel, de mala y d’ingrata, qu’está diciendo “alto el fuego... no se pasen de la raya”, mientras da unos tironcitos que se lo llevan a uno como si fuese a la rastra... Mire, mi alma... y perdone la confianza... ¡Ya que usté sabe muy bien qu’inoro cómo se llama, m’he visto en la obligación de tener que darle un nombre pa poder hasta tutiarla!... Si acaso no le gustase, digameló con franqueza, porque ya que nadie sabe, puedo cambiarlo por otro de los tantos que me brotan de lo más hondo del alma... Entre “ricura” y “mi vida”, pasé dos noches pensando...

–Se le conoce’n la cara...

–¡Y así no más ha de ser, a’nque usté le juegue risa!... ¡Bueno!... ¡Mire, mi alma!... Si yo me paso las horas como sabe que las paso, quizá arriejando que crean que soy un aplana-calles y que no sé respetar lo qu’es dino de respeto, es sólo porque se me hace qu’el aire que aquí respiro, me trai como una esperanza...

–No diga... que aura es de noche... porque v’y a crer qu’es verdá y que soñando despierta, escuché como llovía...

–¡Malhaya que soy sin suerte!... Bien me decía la otra tarde el agente Caña-dulce, oservando que mi vista estaba como clavada en cierto balcón dichoso...

–El agente Caña-dulce... Mejor qu’en andar hablando, bien se podía ocupar de ser menos sinvergüenza... Ya no hay muchacha en el barrio que ni siquiera lo mire, por caluñero y guarango... ¿Y qué le dijo su lengua con respecto a mi persona?...

–De malo no dijo nada... porqu’estando yo presente, no hay quien sea capaz d’echar sombra ni siquiera en la paré de la casa en qu’ella vive... ¡pero sí me declaró qu’éramos más de quinientos atacaos del mismo mal y que no había ninguno que hallara el menor alivio!... Me habló de un joven francés de pantalón de cuadritos, que sabía pasarse días...

–¿No ve si será canalla?... A nadie mejor que a él le costa que ese afiló lo mismo qu’él afilaba y por causa de los dos abandonó su conchavo una muchacha tan buena como Paca Miraflor... Es pa que no me suceda lo que a ella le pasó, que le pido que me deje...

–¿La patrona es delicada?...

–¿Delicada?... ¡Cómo no!... Lo que hay es qu’es una vieja separada del marido...

–¡Y se le hace agua la boca si ve comer caramelos!... ¡Bueno, mi alma!... ¡Vea!... Yo le v’y a’blar con franqueza y le v’y a probar con hechos que sé lo qu’es respetar lo que merece respeto... ¿Usté sale los domingos?

–Y pa qué quiere saberlo...

–Pa tener un’esperanza y pasarme siquiera con la ilusión de que v’a llegar la hora de poder mirar sus ojos, así, de cerquita, mi alma... ¡como aura la estoy mirando!...

–No se pase... tan seguido, por la vereda de casa... y apren’a tener paciencia... ¡siquiera hasta otra ocasión!...

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–¡La perra... con Caña-dulce y la vieja sin marido!... ¡Lo qu’es al criollo Morales no le van a cantar flor sin que uno de estos domingos conteste con una contra... que parezca como dos!...