Cuentos de Fray Mocho

La caridad empieza por casa

–Señor, usted disculpará... pero el Colegio del Niño Descuartizado, que sostenemos las Hermanas del Sombrero de la Virgen, está pasando por momentos terribles y las sostenedoras hemos resuelto levantar la suscripción solamente entre la gente bien y de fortuna, para la cual cien pesos son como una sonrisa...

–Escúcheme...

–A mi me dijo Dolorcitas Garramuño, que es la tesorera, una morochita de cerca de su casa, “mire, misia Clorinda, vayasé al escritorio del señor Martínez y vealó a él, estoy segura que no sale desairada...”

–¿Dolorcitas Garramuño?... No conozco...

–Pero ella lo conoce a usted y ya ve, su simpatía es la que me ha hecho venir a verlo... Si no fuera eso, no me hubiese atrevido jamás...

–¡Bueno, señora!... Yo no puedo hacer nada por el Niño Descuartizado... casi lo soy también...

–¡Pero algo... hará!... Dolorcitas no puede...

–¡Bien, bien!... ¡Mire!... Llévese esos veinte centavos, pero no me hable de mujeres ¿quiere?... Estoy hasta aquí de niños! ¡Dígale así a Dolorcitas... y que se cuide!

–¡Bien, señor... Si puedo traer a Dolorcitas un día de estos, tendré el placer... ¡La pobrecita quizás sea más suertuda, como que es tan joven!