Cuentos de Fray Mocho

Sin revancha

–¿Quién dice que no he tenido miedo?.. –preguntó a sus interlocutores el viejo caudillo.

–¡Es la voz que corre de fogón en fogón!... Todos dicen qu’el comandante, Mosquera, que hoy tropea pa saladero, le supo parar rodeo hast’el ejército e liña...

–Gran caudal son diez centavos, che... Los que hablan han de ser del terneraje, que no ha sentido una lanza culebriando en las costillas en medio de un entrevero... ¡Que yo no he tenido miedo!... ¡Qué bárbaros!...

–¿Y cuál es la vez que corrió más peligro?...

–¿Peligro de que?...

–Dejuro que ha’e ser de muerte... qu’es el más grand’en que puede hallarse un hombre...

–Asigún che... ¡asigún!... Pa mí, la vez que la vi más cerca y en que tuve más miedo... ¡Peligra la verdá, pero es cierto!... fue p’al setenta y cuanto en la liña’e Santa Fé... ¿Pa qué v’y a’blar d’estas cosas?... Dentran mujeres y no quiero que se diga de que no sé respetar lo que merece respeto...

–¡P’cha, qu’es lindo!... ¿Y nos v’a dejar lambiendo?... ¡No diga!

–No, che... es que hay cosas que mejor es no meñarlas... Eso de comenzar a revolver la memoria, es toriar un avispero... ¡La gran perra!... Fu’en una d’esas cruzadas que se hacían medio escondidas y m’encontr’en una fiesta de aquellas que ya no se hacen... Er’a la entrada’el verano y yo cai con el sol alto, montao en un parejero que lo traía de tapao, pa ver si le daban calce y les hacía repeluz... ¡Qué flete, che!... Si parece que lo veo... Er’alazán... requemao y pico blanco y yo lo tení’a lo gringo... sin tuzar y con la cola’l garrón... ¡Claro!... Llegué, lo puse a la sombra y me perdí entre el gauchaje que andaba remolineando alrededor de un fogón como p’asar un rodeo... Ya se puede figurar si me agarrarían con ganas, sabiendo qu’era forastero y que andaba medio alzao... Desd’el locro a los pasteles les corrí sin castigar y en cuanto pas’é la raya, qu’era un pipón de francés, recogí los coginillos y pa que no me tentaran ni con taba ni con naipes, labrando mi perdición, enderecé pa un sauzal que costeaba el tajamar... Siempr’he sido sestiador, pero esa vez, el almuerzo y tal vez el calorcito, que ya empezab’a picar m’estaban gritando vamos... Elegí un tronco grandote, atrás de un cañaveral y ahí no más ya me ovillé, deleitao con las chicharras, que le hacían colita al sueño y a las nubes de jilgueros que caían al desplayao en silencio y apuradas... ¡P’cha qu’estaba lindo!... A la tarde ib’a salir como quien sale del cielo y los pesos a ponchadas me pasaban por delante conforme clavaba el pico, acariciao por el fresco y aquella tranquilidá del sauzal como dormido... Redepente sient’un ruido y apareció una muchacha con un atadito’e ropa... ¡A la cuenta la pioncita!... ¡La perra con el destino que sabe ser chacotón y tiene bromas pesadas!... Era una flor en botón la mocita lavandera... ¿y de’ande va y se me ocurre de comenzarl’a observar?... Si el diablo sabe andar suelto, se me hace que es a la siesta y que le ha’e gustar perderse a la orilla’e los arroyos y cerca’e los lavaderos... Me pareció qu’el solcito m’estaba cayendo a plomo y me dio gan’e pararme y mandarme mudar...

–Jesús... ¡qué barbaridá!...

–Y no lo hice, che... ¡Y esa fue mi perdición!... Acabao el lavadito, se paró como sin ganas, miró l’agua, se desperezó y comenzó despacito a soltarse la pollera y a desprenderse la bata... ¿Qu’iría a’cer esta chinita? Pensé... y algo como una inquietú me dejó paralisao... ¡Amigo con la pioncita que había sabido ser linda, mirada así, en camisita... y sobre todo después... al dentrar al tajamar!... ¡Conform’iba caminando y s’iba metiendo al hondo ella alzaba la ropita y yo la veía erizarse lo que l’agua le tocaba, apartándose encrespada como no queriendo dirse!... Tuve hasta la tentación de decirle: “hijita... tenga cuidao...”, pero no le dije nada, porque en ese mismo instante vi que se zambullía...

–Y usté, ¿qué hizo?

–¿Y qué iba’cer?... Aproveché la ocasión ya medio cerrar los ojos que m’estaban lagrimiando a fuerza’e no pestañear, y cuando volvió a salir y enderezó pa la ropa, la miré pa n’olvidarla ni anque pasaran los años, y aquí me tenés tuavía... ¡sin haber tomao venganza de quien me tuvo tan mal y que quizás me’cha al hoyo si le llego a cabrestiar!