Cuentos de Fray Mocho

Política Casera

–Y ¿quién es tu padre, che... pa venir a jujar de mi conduta nada menos qu’en asuntos de política?... ¡Mirá!... Te v’y a dar un consejo pa que se lo trasmitás... ¡pero como cosa tuya!...

–Si tata, che, no tiene opinión!... Me ha dicho solamente lo que oyó en el almacén...

–Mejor sería qu’estuvie’en su trabajo, pa tener siquiera vainte pesos cuando su hija se los pide... Tu padre, que al fin no es más que un triste remendero media lengua, s’enllena la boca con sus paisanos, diciendo que su hija Catalina es nada menos que la mujer e Calisto Viñales, pero conforme te refalas con un pedido cualquiera te saca el cuerpo y te deja que te rompás el bautismo... ¡Y vení a contarme a mí del cariño de tu padre!

–Pero, mirá, Calisto... tata tiene muchos gastos... Los muchachos se le han alzao y no quieren trabajar...

–¡Música!... Yo no soy gringo como él ¿sabés? Pero así, en criollo no más, le adivino los albitrios y no es quién pa ganarmelá cortao... ¿Porqué no te dio los pesitos en vez de venirte con l’agachada de si m’iba pa La Plata o de si m’iba’a quedar?... Convencete, che... Tu padr’es más chancho e lo que parece y gasta jarab’e pico, como qu’es cosa barata...

–¡Pobre tata!... Se asustó cuando le dijeron que cambiabas de partido y ya está la explicación...

–¡Cómo no!...¡Clarita!... ¿Y quién le puede haber dicho que cambeo de partido, vamos a ver, si no son otros como él? ¿Y quiénes son ellos pa venir con dinidá y con firmeza e caráter, cuando por cinco centavos te bailan la tarantela y lo hacen hasta con yapa?... ¡Qué me embromen! ¡Mirá! ¿Sabés lo que hay en todo esto?... Te lo v’y a decir en secreto, pa que lo desparramés más pronto con ayuda de tu familia qu’es toda tan inocente...

P’allá p’al mes de setiembre, m’hizo llamar un amigo y me pidió mi concurso p’al partido casarista, diciendomé, entre otras cosas, que no había de andar solo, pues estaba por el hombre la gente de más valer de todita la provincia... ¡Figurate la bolada, che!... ¡Claro! Mordí el freno... ¿Te acordás de unos cien pesos nuevitos con que te alumbré una tarde?... ¡Buenos! Eran d’eso... Y después no hubo más cera y nos pedían el concurso, así no más, por vergüenza... diciendo de que seríamos el dique p’atajar la corrución y de que algún día la historia se ocuparía de nosotros... Como pa historias y diques andaba la muchachada, che... ¡Claro! ¡Ni pisamos los atrios, y los ugartistas agarraron el soquete y salieron como alma que lleva el diablo!...¿Te cres que los casaristas nos quedamos a esperar que nos llovies’el puchero?... ¡Pues no!... Comenzaron a’agarrar p’al lado de los vencedores y a meterse bajo l’ala de los amigos probaos y como me topé con Ciriaco el santiagueño, con quien siempre fuimos yunta, le conté mi desventura y él me dijo que yo no era sino víctima de mi propia fe y me largó cinco pesos...

–¡Eso es amigo!... ¿Lo ves?

–¡Ya lo creo qu’es amigo! Es’es de los que no se despintan, che y saben lo qu’es andar en la mala. ¡Bueno! Y aquí me tenés, comprometido con él p’acompañarlo al infierno, si es que allí le dan calce. Y aura comparame esta conduta con la que oserva mi suegro y decime con franqueza si tiene perdón de Dios...

–¿Y dónde están esos cinco... con que tanto cacariás?

–Querés que te dé los cinco y no has sido ni capaz d’encontrar en tu familia quién nos dé ni un vaso de agua... ¡Afilate!... Ustedes son gringos, che... y entiendansén como puedan, porque lo qu’es con mi plata no se van a dir a Italia... ¡Y ya lo sabés!... Si querés ver estos cinco y tomarle el olor... andá enseñale a tu padre cómo deben ser los suegros... y convidalo a un acuerdo sobre la bas’e los vainte... ¡Que afloje si quiere hablar... como hacen los ugartistas!