Cuentos de Fray Mocho

Me mudo al Norte

Siempre lo dije: si las cosas siguen como van hasta hoy yo tendré que abandonar estos barrios... ¿Quién diablo puede vivir hoy en el Sur, a menos que no sea algún payuca de esos que se mantienen con churrasco y le hacen cara fea a un caracol?... ¡Si esto está cada día más imposible!... ¡Antes siquiera tenía uno los rezagos del Mercao Viejo o la sopa e San Francisco, pero aura!... ¿Y del río, qué me dicen?... ¡Siempre era un recurso!... Lo tenía uno “ahicito no más”, como decía ño Pantalión, y siempre se hallaba entre la resaca un sábalo asonsao, una boga con la jeta rota o un bagre atorao con el anzuelo... ¿Y aura?... ¡Vaya uno a dar con el río!... ¡Lo han ido reculando... hasta el diablo!... ¡No!... ¡Eso sí... pa vivir bien, el Norte; esa es gente que sabe... y después, la municipalidad ayuda siquiera!... ¡Se acuerda del vecindario!... ¡Uno va por la vedera y camina trompezando con la comida... un caracú aquí, un espinazo allá!... ¡Los basureros siquiera son allí hombres de sociedá y a veces por un compromiso u por otro, se le pegan las sábanas... y dan un calce!... ¿Y qué me dicen de las diversiones? ¡Se sienta uno en una puerta y aquello es un veinticinco e Mayo! ¡Coches llenos de muchachas alegres, biciclistas, casas en que tocan el piano, carreros satisfechos con las propinas y que hasta pagan una copa... almaceneros que tiran cachos de salchichón!... ¡No!...

¡Aquello es otra cosa: no se puede negar! Y después Palermo, la Recoleta, las quintas llenas de flores... ¡No, no!... ¡He sido un bárbaro!... ¡Me mudo al Norte!