Cuentos de Fray Mocho

Nobleza del Pago

–Lo encontré al tío viejo en su rancho y comencé así la conferencia... ¡Atendé!

–¿Usté no lé la vida de los diarios, mi tío?

–¿Yo?... ¡Poco sé ler, che!... Nunca he sido aficionao a la letura y aura, con los años, mucho menos... Lo que me gustab’antes, ¿sabés?... cuando recién me pobl’en La Colorada, era ver las figuras del “Correo de Ultramar”, que solía trair cosas lindas... Entonces me conocí casi todos los reyes y sus familias y también vi unas cabras que diz que servían pa lecheras y unos yuyos rarísimos, que comían carne...

–¡Bueno... mire!... Como aura los diarios han puesto de moda que las familias bien desciendan de condes o marqueses o de personas de quienes se haig’hablao en la antigüedá, nosotros necesitamos en casa saber algo de los viejos... Y yo venía por eso... A preguntarle lo que usté supiese d’ellos...

–¡Ah!... ¡D’eso sé bastante, che!...

–¡Qué suerte!... Bien le decía yo a Mauricia qu’era imposible que usté no supiese alguna cosa...

–Pues bueno fuera que no... ¡Si ha’bido gente de quién se haig’hablao es de la nuestra!... Mucho habrá sido calumnia... Pero algo ha de haber habido de verdá... ¿no te parece?

–¡Ya lo creo!... Y después... tenga en cuenta lo qu’es la envidia de la plebe contra los nobles...

-Yo no sé, che, si eran nobles, pero sé que les caían y que con algunos hasta tuvo que ver l’autoridá, como le pasó a tu tío Ramón, que al fin se quedó en la calle, y a tu tía Robustiana, mal casada con un inglés que tenía el finao mi padre de puestero y que lo pilló cerdiandolé las yeguas, a medias con el juez de paz...

–¡Bueno!... Pero, ¿de dón’era nuestro abuelo paterno?... El que nos dio l’apellido García?...

–Es’era santiagueño’o cordobés... Hombre bueno y de acción, según decía mi padre...

–Y nuestra’buela, ¿de dónd’era?...

–¡Vay’a saber uno!... De por ahí... del campo nomás...

–¿Pero no dicen qu’era vasca española?...

–Tal vez... ¡pero lo dudo! Más bien tirab’a pampa o a correntina por l’habla... ¡Si era bosalísima!... El viejo parece que se juntó con ella cuando andaba’e picador de carros, p’allá, pa la cost’el Salao, que fue de an’de comenzó a internarse pa l’Azul...

–¿Y de dónde sacó su apellido de Barroso, entonces?

–¿Y qué sé yo?... Quizás del charc’e del jagüel en que lavaba sus pilchas... A ella, antes, la conocían en el pago por doña Pepa la mocha, porqu’era del rancho’e Los Mochos, como le llamaban a la estancia’el viejo, que casi nadie sabía que fuese tal García...

–¿Los Mochos?... Parece algo así como los Medichi... Sería lindo que resultásemos también como los Demarchi.

¡Y me contó lo siguiente, que es toda nuestra ejecutoria, Mauricia!

–Cuando el finao mi padre, qu’era hombre gaucho pero bien intencionado, se alzó con mama, qu’era jovencita y codiciada en el pago, ganó campo afuera y fue a levantar su rancho casi entre los mismos toldos de un indio capitanejo, que decían las malas lenguas que venía a ser su cuñao... Y ahí vivieron, medio a lo cimarrón, hasta que un buen día los indios se fueron, corridos por los cristianos que empezaban a poblarse y cayó a Los Mochos un señor de Buenos Aires, que diz que había comprao los campos y venía a recorrerlos... ¡Claro!... Habló con mi padre una noche que se quedó en el rancho y a la cuenta le gustó la gente, porque antes de despedirse le dijo:

–¿Quiere quedarse aquí, mi amigo?... Yo le doy mil vacas pa que las cuide al tercio... y pa que corra con el campo...

–¡Cómo no, señor!... ¡Ya lo creo!

–¡Bueno!... Entonces... ¡vea!... Le v’y a dar dos mil vacas al tercio y los mochos a medias...

–¿Los mochos a medias?... ¡No diga, señor!...

–¡Sí, señor! Los mochos no serán muchos... pero pa empezar...

–¡Qué no han de ser, señor!... ¡Si es una fortuna!... Vea, señor... ¿ust’es amigo’el gobierno?...

–¡Cómo no!... El gobernador es mi primo y el ministro es mi cuñao... ¡con que figuresé!

–¡Qué me dice!... ¿Y el comandante militar de aquí no será también pariente?...

–No... pero es mi amigo y además lo puedo hacer recomendar por la gente de arriba...

Y así pasaron tres años hasta que un día el patrón volvió al campo y se halló con una fortuna... Dicen que estaban sentaos cerca del rancho para ver desfilar los rodeos con toda comodidad.

–¡Amigo! ¿Sabe qu’esto ha’ndao lindo?... Novillada flor... ¡Y qué torada!

–¿Cuatro mil, eh? ¿Y aquella polvareda que se ve allá?

–Son los mochos, señor...

–¿Los mochos?... ¡No puede ser, hombre!

–Sí, señor... Parecen muchos pero no son tantos... Apenas habrá unos catorce mil...

–¿Catorce mil?... Pero no puede ser, che... ¡Has d’estar borracho!... ¡Si estoy viend’un mont’e guampas!...

–Así es, señor... Gracias a su recomendación el comandante ha cerrao los ojos y yo no he dejao ternero en el vecindario que no haiga llevao la marca...

–¡Jesús!... ¡Dios mío!... ¿Pero qu’es esto?

Y el hombre se persignaba viendo desfilar el vacaje y mirando la guampería’e los mochos, que relumbraba. ¡Claro!... Liquidaron la sociedá, pero el viejo se quedó con ocho mil vaquitas, compró campo y s’hizo hombre... ¿Ves?... Ese’s el origen de la fortuna e los García tan mentada y la gente’l pago, sabiendo la historia y d’envidiosa... le chantó el apodo al viejo...

–¡Ave María, mi tío!... ¿Es decir que de nobles no nos quedan ni las ganas?...

–¡Y no he dicho eso!... ¡Conform’el viejo le cerró el lazo al terneraje orejano... cierrenselón ustedes al primer apellido que les guste y hagansén los chanchos rengos... como tantos!