Cuentos de Fray Mocho

Centenarios de Hojalata

–No te aflijas por los años, che... ni porqu’esté puertiando otro siglo... afligite más bien por los pobres güesos que, amojosaos y todo, no se quieren despedir.

–¿Yo?... ¡No, che!... Yo no me aflijo ni por los güesos, que al fin de cuentas y bien mirao, les he sacao más jugo del que tenían, sabiendo qu’eran prestaos... ¿Sabés l’único que a mí me’mbroma?... ¡No lo creerás!... ¡Es verlo al tigre sin dientes y mirando la carniada! Eso de que veo pasar junto a nosotros el tropel de la vida y escucho el taloneo de los que bailan y me llega a la nariz el olorcito’el churrasco... ya se m’empieza a’cer agua la boca, che, y me dentra como a modo de una rabia grandísima y aborrezco la humanidá... ¡Ah, tiempos los de nosotros, hermanito!... ¿No?

–¡Ah! ¡Ah! ... ¿Con que sos viejo angurriento?... ¡Juna perra!... ¿Te has comido tu ración y querés seguir picando?...

–¡No embromés, che, con tus ascos!... ¿Y vos?... Mirá: yo he visto ¿sabés? Los primeros vapores que tragieron y vi hacer el ferrocarril y el telégrafo y el alumbrao a kerosén y el tranguai y el gas y las aguas corrientes y las cloacas y el teléfono, y todo lo he disfrutao y estoy contento... Pero eso’e la bicicleta que te hace volar como alma que lleva el diablo y te dej’acercarte a cualesquiera, sin que te sientan ni el aire y que no puedo gozar... ¡me revienta, che!... Adivino ¿sabés?... ¡y se me nublan los ojos!... Hay dos cosas que yo quisiera ser antes de morirme... por Dios ¿ves? Te lo juro... ¡biciclista y guerrero’e la independencia!

–¿Biciclista?... Pero si eso es una corrución, che, que ya va ganando hasta los negros... Yo ya no me muero sin ver un moreno en bicicleta, pero pagaría cualesquier cosa por verte a vos, que has sabido ser tan de a caballo ¿te acordás?... ¡sin bigote, montao sobre un fierrito y pataliando en el aire!...

–¿Y la otra cosa e negro, tampoco te gusta?

–¿Ser guerrero?... ¿Ve?... Eso siquiera vale la pena por la pensión y pa que te paseen en coche los veinticinco. ¿Ahí no lo tenés a mi primo Tomás, que nunca pelió sino con la suegra y con la mujer y de’ande va y le da aquel ataque e perlesía que lo atrasó y tiene la suerte’e que tropiecen con él Carranza y Santacoloma y comiencen a decir que había sido trompa e San Martín, porque tenía un labio hinchado... y ya lo tenés con fortuna al hombre... ¡y parao!

–Mirá, hermano... ¡Bueno!... ¿Sabés? Ya que no podemos hacernos biciclistas hagámonos guerreros... ¡Fíjate que volada la entrada’el siglo! En cuanto apunte ya lo recibimos con una tosecita sospechosa y en el primer invierno castigamos hasta los noventa y nos plantamos haciéndonos los sonsos...¿sabés?... Pa que no nos pillen, tenemos que perder el óido y la memoria y mezclar de todo en la conversación, agarrando de un lado para otro como gringo que anda en pelos... ¡Mirá, hermano, ya se me hace que la cosa cuaja y dudo hasta de que haiga viejos!... ¡La gran perra!... ¡Si me apurás no le creo ni al almanaque!

–¿Y te cres que yo pito d’esa marca, che?... No embromés... los qu’hemos castigao hasta est’altura no rodamos and’equiera...

–Esperate hermano... que el tiro no es pa’sustar... Si hoy cualquier muchacho va rayando en los setenta y conforme vean el juego, nos van a cair como avispas... Mirá... atendeme y tené formalidá ¿sabés?... No creás en los viejos sino en las mañas y conforme veás alguno que se te viene atracando,... ladiátele y mandale recuerdos a la familia...

–Pero decime, Fausto, y si nos pillan... ¿qué dirán?

–¿Y qué van a decir, che?... ¡Dirán que somos dos viejitos mentirosos!... ¿Y de’ai?...

¡Gran cosa!... ¡Lo raro sería que no mintiéramos, siendo criollos d’esta tierra!