Cuentos de Fray Mocho

Saudades

–¿Pero, tenés valor, che, de andar enamorao d’esa manera, llamándote Cipriano y teniendo esa cara’s mal comido u de dependiente’e tienda a’nde dentran muchas marchantas?...

–¿Y qué tiene que ver mi nombre ni mi cara, che, con lo que yo digo?... Mirá, Aguilera... vos te cres qu’es juguete, ¿sabés? Porque agarraba mi guitarra y dentrab’a un baile, pinto el caso, o a cualesquier parte a’nde se pudiera tocar algo y aquello de cruzaba la pierna y miraba p’arriba che, y ya se m’empezaban a venir los versos como a su casa y d’eai no más ya puertiaban... a veces hasta de a dos... ¿Y aura?... Ya ves, ¡es al ñudo!... La otra noche fui con unos amigos a lo’e la Silva, ¿sabés? p’acacito de Almagro, y m’encontré con una muchacha que hace com’un año la llevo clavada en l’alma y qu’es lind’hasta por lujo y con unos ojos y una boca y un modito más dentrador, che... ¿Y querrás crer que fue verla y agarrarme como a modo de una cortedá o de una tristeza grandísima y ya se m’hizo com’un ñudo en la garganta, che, y no me animé a decirle nada?... A la cuenta me haberá tomao por sonso, pero, ¿qué querés?...

Me parecía que si le decía’alguna cosa, se mi’b’enojar por mentiroso esta imagen que llevo en las entrañas desde hace un mes y que me tiene a mal trair.

–¡Che, che!... ¡Qué peludo tan negro!... ¡Parece pintao con tinta!

–¿Peludo?... ¡Ah, malaya!... Mirá.. Félix de vos, ¿l’oís?, y de otros como vos, que no saben de ciertas cosas y que se morirán de viejos, contentos porque han comido bien u porque han bebido cuando tenían sé u porque han sido dichosos con su familia... pero, creme, che, lo que te v’iá decir... Si alguna vez llegaran a tomarle el gustito a’algún amor imposible, a querer una mujer hasta sin esperanza de poder verla ni de lejos, si a mano viene, cuantimás de respirar ese aire perfumao que deja cuando pasa y que sólo güele aquel que l’anda queriendo o que siquiera los mire distraída así como se mir’a un perro’e la calle, se morirían de rabia por más brutos que fueran lamentando haber perdido su vid’al divino botón... Yo, antes, me sabía rair de’sos que cantan en seco... pero, aura...

–Mirá, Cipriano...¡a vos te v’a perder el gusanito ese de la puesía que te ha dentrao a picar!...

–¿Puesía?... Atendeme, hermano, y convencete de lo que te digo... Vos sos uno de’sos desgraciaos que se mueren sin haber mirao p’arriba en una noche estrellada y más bien hay que tenerles lástima que dejárseles cair por sonsos... ¡Probá una noche y verás lo qu’es la luna mirada como al descuido!... No hay hombre que no tenga adentro una guitarra, ¿sabés?... y feliz de vos, cuando la tiempla quien debe, porqu’entonces a’unque sufrás un tormento, hermano, es un tormento con gusto y que aficiona. ¿Aquí no me ves a mí? Vengo todas las mañanas y me apelotono contra esta puerta y soy capaz de pasarme un siglo, mirando la casa d’ella... Y eso de que la veo venir vestidita e punzón como la vi la primera vez y picando la vedera con un pasito cantor, che, que parece acompañamiento a una música que n’oye naides pero que oigo yo, porque se me hace tenerla dentro, abro las narices pa respirar porque me augo y cierro los ojos pa no mirar los d’ella, que son como violetas francesas que tuviesen una luz en las hojitas. La gran perra, hermano... Te aseguro que yo se qu’es un imposible y que nunca m’he tenido más rabia al verme tan sonso... pero, ¿qué querés?... la tierra va pa ese lao y no hay nada que hacerle...

–¡Ah! ¡Ah!... ¿Con que la moza es del barrio?... ¿Y a’nde vive, che?

–¡Pero’ái en ese caserón grandote de la media cuadra!... Es una rubia bizarrota, che, con un cuerpito que da comezón en l’alma... ¡Si vos l’has de conocer, Aguilera!... Si es com’una figura y aquello de que pasa por junto de uno es como si viniera chicotiando con una vara de azucenas...

–¡Bueno, hermano!... ¡Vas a dir de patitas pa loco!... ¡Ya te veo con las pilchas al hombro trotiando pa l’ambulancia!... Sabete qu’esa moza es la hija de un dotor y que ya es prenda con dueño...

–¿Y te cres que se m’importa, pa quererla? Ya t’he dicho, Aguilera, que vos no entendés la vida... ni nunca la entenderás... No tenés la guitarrita de que te hablé, ¿sabés?, y en amor sos como sordo... A mí se m’importa un diablo que ella sea como sea, ¿entendés?... Yo la quiero porque es ella, y nada más, y ella no lo ha’e saber nunca, tampoco, porque no hay necesidá... ¿No te digo que cada vez que la veo, hasta cierro los ojos cuando pasa y que me dentra como a modo de un respeto y que quisiera desaparecer sin que me viera, pero seguirla como un humito o com’una luz, envolviéndola pero sin qu’ella me sintiera?... ¿Te cres que la vi’a querer como a una de nuestra clase, che? Pa soñar con gusto hasta el aire paletea, y yo prefiero morir antes que causarle pena... Si ella no sabe mi amor, se lo h’esconder hast’a Dios.

–Che, che... ya me parece que te ajusto la cadena... Vos vas marchando pa loco... ¡oservate y lo verás!

–Mir’Aguilera, vos no pasás de un triste vigilante, ¿sabés?... ¡pero si tuvieras adentro algo d’esto que yo tengo, hasta Bizle se te haría un gorgojo!... Pero... ¡d’nde vas a soñar despierto, m’hijito, si t’estas cayendo e sueño!...