Cuentos de Fray Mocho

Callejera

–Y bueno, che... Hagan de cuenta nomás de que yo me les he muerto y arreglensén como puedan... Yo no las v’y a demandar y pueden vivir tranquilas...

–Pero eso es un campanazo, tata... ¡y es lo que mama no quiere!... ¡Lindas nos van a poner todas las que andan con ganas!

–Ojalá que las charqueen, che, pa que apriendan a saber que la gente de copete no viv’en los conventillos que vivimos nosotros, ¿sabés? Y que no pega muy bien que yo ande de masitero y ustedes de pura seda y peinao de oreja e perro...

–¿Y por qué s’empeña ust’en seguir de masitero?... ¿Porqué no cambia de oficio, siquiera pa’cerle honor a su mujer y a su hija?...

–¡Ahí tenés!... ¿ve?... ¡de sonso!... Vez pasada bien pudieron elegirme pa una diputación como a cualquier argentino, pero esos del comité ni se acordaron de mí... ¡Bueno!... ¡Los pobres tenían razón, qué diablos! Como yo no soy amigo e Roca...

–¿Ve? ¡Eso es lo que dice mama!... Que ust’es un hombre cabezudo, que siempre la sacrificó por no dar su brazo a torcer... ¡Un terco y un orgulloso!... ¿Por qué le tiene odio a Roca... vamos a ver?... Digameló a mí, ya que nunca se lo ha querido decir a ella... ¿Qué ofensa puede haberl’hecho?

–¿A mí, che?... ¡Ninguna!... Y sobre todo cualesquiera que me hubiese hecho, estoy dispuesto a olvidarla, con tal de que mi familia pueda realizar su gusto... ¡Mirá! Quedan autorizadas, tanto vos como tu mama, y hasta tu tía Aurelia y su esposo don Román, pa que se vayan a verlo algunas d’estas mañanas y me arreglen ese asunto como mejor les parezca... Y la verdá qu’es sonsera andar anojao con Roca, perdiendo el tiempo en pavadas como es la venta e masas, en vez de empliarlo en pasiar, divirtiendo a la familia...

–Vea, tata... Mama me dijo que le dijese que lo esperab’almorzar y que l’iba proponer no sé qué cosa de un kiosco en la plaza de Lorea... Creo que d’eso han ablao con la señora González, qu’es la vicepresidenta de las Hijas del Socorro.

–¡Bueno!... Decile a tu mama que no se ocupe de almuerzos hasta que hable con Roca ¿sabés? Y qu’en cuanto a lo del kiosco lo deje pa otra ocasión... ya que a ésta la pintan calva... ¡como ella lo supo ser!

–¡Déjese de bromas, tata!... Mire que la cosa es seria... ¿No v’a ir entonces?

–No, m’hijita, yo no voy...

–¡V’a ser tremendo, tatita!... Todas aquellas brujas que se retuercen d’envidia porque me ven de sombrero, van a bailar de placer... ¿Un bochinche en nuestra casa?... ¡Pues es poco lo del ojo!...

–¡Cómo no!...Mañana no queda diario que no hable del asunto y traiga los comentarios de todita la ciudá... Vamos a dejar chiquito al hombre descuartizao... ¡Bueno!... Vayasé m’hijita y ya sabe... ¡la esquina en qu’está su padre, con sus canastas de masas!

–Mire qu’es cruel y qu’es malo... ¿no? Lo llama uno, le pide perdón, le dice que se deje de niñerías y sale contestando vivezas... ¡Vea!... ¿Qué le ha hecho mama, en resumidas cuentas?... ¿Por qué s’enoja?

–¡Mira!... Afortunadamente ya sos grande, che, y se te puede hablar sin miedo a que reventés... Tu mama, aura a la vejez, se me ha hinchao com’una breva y no l’aguanta ni el diablo con semjant’importancia... Antes pasaba contenta, remendadomé la ropa y haciendoté vestiditos, pero aura los hace hacer y me lleva refundido, y en vez de dejars’estar atendiendo a su quehacer, no vive sino en la calle, visitando al pobrerío como si ella fuese rica...

–¡Pero, tata... siempre hay quien tenga necesidá!...

–¡Bueno, m’hijita!... A mí eso me revienta, ¿sabés?... porque naides tiene más necesidá que yo y a’nque pobre masitero, cada vez que viene tu mama oliendo a trapo quemao, por causa d’esos mejunges con que s’estira el pellejo, me dan ganas de darte un ejemplo malo... y es por eso, porque también me gust’hacer caridá, que me quedo aquí en mi esquina, pegadito a mis canastas, esperando a que lo vean a Roca y lo compongan conmigo...