Cuentos de Fray Mocho

Milico Viejo

–No embrome, amigo ––dijo el capitán Churrasco atusándose con aire marcial el canoso bigote––. ¡Esto de aura no es kepí, ni es morrión ni es nada! ¡Todito es papel pintao y redoble de tambor!...

–Y no le digo que no, mi capitán... pero ya se acabaron también aquellos oficialitos de kepí sobre la oreja, jineteando sobre la chasca enaceitada y de botita bordada con las armas de la patria... ¡Eso no puede negarse tampoco, porqu’es claro como la luz!... Los oficiales de hoy parecen europeos y cuand’uno los ve, no tiembl’e que lo rajen de un hachazo o le rajen las narices de un tiro, como en aquellos tiempos de Maldonado y de Ederra...

–¿Y pa qué se va tan lejos, che?... ¡Acérquese más al fogón y verá las cosas claras!... ¿Acaso yo le defiendo los milicos del Paraguay ni de la guerra e los indios?... ¡Esos, che, no necesitan de que les hagan estatuas ni les recuerden el nombre!... ¿No ve qu’eran criollos guasos, que a’nque peliaran como héroes cuando les llegab’el turno, sabían ni siquiera acetar acensos si no los habían ganao con la espada y la conciencia? ¡No, che!... Esos ya tienen su pago con los sueldos que les han dao y con la gloria e saber de que agrandaron la patria... ¿Qué bárbaros, no?... A’nde quiera que cayó una gota de su sangre o quedaron sus güesos blanquiando, ha brotao un pueblito o un’estancia... pero eso lo hacía cualquiera en aquellos tiempos... ¡y lo hacía de yapa no más!... ¡Mirá los de aura qu’iban a’cer semejante barbaridá, ni peliar hasta morir, pa dejar asentao el nombre a’nque fuera entre los indios!... Ellos han aprendido en la escuela materias muy diferentes y a nosotros que fuimos tan inorantes, ¡no nos queda más recurso que mascar el freno con fuerza y retorcernos d’envidia! Vea... ¡Una pirueta del más ruin de los bailarines que haig’aura en un batallón... vale más que diez campañas... y es muy justo! Ellos, los guasos, sabían peliar a bola y lanza, porque no tenían munición y había que defender el cuero en las soledades de la pampa... pero lo hacían así, a la bruta nomás... De a’n’de iban a ser capaces de presentarse en un circo pa’cerle competencia a los pruebistas revoliand’una cañita pintad’e color de fierro...

–¡No me saque la cuestión de su terreno, amigo teniente, hagam’el favor! El soldao era‘ntes un animal de carga que no tenía derechos ni propiedades y que si le arrimaban una paliza o lo hacían trinar en las estacas, tenía que conformarse y aguantar, porque para eso era la tropa... ¡Aura, mire qué soldados los que tenemos!... ¡Una muchacha linda, culta, conocedora de sus deberes y que sabe que al vestir el uniforme que le da la patria no lo hace para deprimirlo sino para enaltecerlo!... ¡Hoy es un honor ser soldao y antes era una desgracia!

–¡Cómo no! Si en vez de andarles prendiendo luces a los chilenos, tuviéramos que prenderles bala... ¡ya verían la diferencia!... Cada milico de aura sería un general que dispondría batallas montando un pingo con la colita de un dedo y adornao con cintitas como pichicho faldero, y cuando lo mandaran a peliar, sacaría bien la cuenta y vería antes de obedecer si no ib’a ser un sacrificio al ñudo que le metieran un tiro... ¡Vea, amigo!... A mí, a'nque yo sea de los de antes, me gusta ver a los modernos y en el desfile del Campo e Mayo, delant’e los chilenos me apronto pa gozar lo que no puede figurarse... ¡Mirá, qu’en tiempo e nosotros ib’haber ningún ministro e la guerra capaz de hacer hasta’e trompa de órdenes pa que se salvara una evolución de los cuerpos!... ¡Cómo no!... ¡El ministro sabi’a’nde estaban los cuarteles, pa mandar a los jefes de arrestaos en tropilla, pero no se ocupaba en enseñarles ni en andarles haciendo su papel!... Hubiera querido verlo a Alsina, a Roca, a Luis María Campos, a Victorica, a Lavalle o a Racedo, molineteando con la espada y corriendo como ayudantes pa quedar bien con los mirones haciéndoles gozar de un desfile como tabla... ¡qu’en idioma militar es como decir balurdo!

–¿Y usté cre que no vale la pena dejar a un lado la fachenda y la prosopopeya de un ministro, para hacer qu’el ejército haga una linda figura?

–¡Cómo no!... ¡Pa que se luciese más, hasta se podían formar escuadrones de ministros de la guerra mandaos por presidentes de la república y enseñarles a bailar lanceros en caballos maistros y a cantar el himno nacional pa que de paso se recriaran los aficionados a la música!... Mire, amigo... ¿sabe una cosa?... Si estos chilenos que nos han visitao, son hombres de juicio y que saben lo qu’es ejército y milicia, se deben estar riendo de nosotros a mandíbula batiente... y pensando que como bailarines, nuestros milicos son un desastre y como milicos... no le digo nada por no darle que sentir.

–¡Pero, amigo!... ¿Quiere espectáculo más bonito que el juego del zendado que hizo la caballería en el carrousel organizado por la Sociedad Hípica y cuadros más novedosos que las evoluciones del Campo e Mayo, en que desfilarán con ropa nuevita, escuadrones de coroneles, de comandantes, de mayores, de capitanes, de tenientes, de alféreces y luego de tropa por orden de jerarquía?... ¡Eso es una invención de nosotros que no se le habría ocurrido ni al mismo Napoleón! ¿A qu’eso no lo han visto los chilenos ni en Europa?

–¿Sabe, amigo, lo que a mí me da rabia?... ¡La diferencia que hay entr’el ejército y l’armada!... ¡Los marinos no han bailao ni siquiera un schotis con quebrada!... Es una iniquidá mostrar un adelanto tan grande en el ejército y un atraso tan monumental en la marina y m’extraña qu’el presidente no adote alguna medida pa que no vuelva a ocurrir semejante barbaridá... ¡Los marinos debieron por lo menos bailar una mazurquita en algún tiatro como el Politeama pa que los viera más gente y la mejor sociedá!

–¿Pero sabe que son mordaces los milicos del tiempo viejo, aunque no sean bailarines ni pruebistas, amigo capitán?

–¡No crea, amigo!... ¡Lo que hay es que nos duele mirar tan por el suelo la gloria de nuestro tiempo y que no haiga nadie que la salg’a levantar... de miedo a pasar por guaso!...