Fortalecer lo fundamental

1.° de septiembre de 2019

¿Cómo medir el progreso de la ciudad? Primero los principios, vale decir, lo esencial: si la gente no tiene qué comer, si no hay fuentes de trabajo de donde obtener el sustento diario, no se puede hablar de progreso. Lo mismo que si la ciudad es insalubre, si no hay servicios públicos, si sus habitantes no tienen dónde vivir. Si no hay servicios médicos ni hospitales bien equipados, tampoco se puede sentar que la urbe marcha bien. Todo lo mencionado, como se puede ver, es primordial, nada accesorio: alimentación, salud, vivienda, trabajo. Luego identifico aspectos supremamente necesarios pero no indispensables para la supervivencia: educación de calidad (profesores calificados, exigencia, adecuada infraestructura física), seguridad, infraestructura (servicios públicos, transporte, vías). En tercer lugar ubico el desarrollo humano, la cultura (que importa la tan necesaria cultura ciudadana), el deporte, la ecología, los medios de comunicación, el turismo. Finalmente encuentro la innovación, la tecnología, el desarrollo empresarial, la competitividad. Otros serán de la opinión de que el orden debe ser inverso o al menos otro: para tener trabajo y, por ende, qué comer, debe existir un desarrollo empresarial sólido, y para ello es menester contar con capital humano capacitado. Como sea, lo ideal es que una ciudad sea fuerte en cada uno de los aspectos mencionados, pues a la larga está todo interrelacionado. 

En ese orden de ideas, no parece tener sentido la creación de más museos cuando el porcentaje de subempleo en Barranquilla supera el 60%, el teatro Municipal lleva tres años clausurado sin solución a la vista, ni siquiera se han podido sostener los pocos museos existentes (el Romántico, el del Caribe, el de Arte Moderno y el del Atlántico), y mientras la nueva sede del de Arte Moderno se halla en obra negra por falta de recursos. Por cierto: Museo de Arte Moderno de Barranquilla… ¿No es demasiada chulería? ¿No es acaso un museo de arte moderno más propio de Nueva York, Sao Paulo, Sydney o Abu Dhabi? En cambio, a nadie extrañaría encontrar un museo sobre el carnaval en Barranquilla que hasta se espera, de modo que el nuevo museo del carnaval ubicado en el barrio Abajo es lo indicado para la ciudad; es, insisto, lo que cabe en la imaginación colectiva de propios y extraños, no un museo de arte moderno. El museo del carnaval sería visita obligada para todo aquel que visite la ciudad, lo cual generaría ingresos por concepto de cobro de entradas y contribuiría a asegurar su sostenimiento en el tiempo, complementado con aportes de particulares y de la empresa privada, elemento no solo necesario sino imprescindible para la manutención de museos, el mejor ejemplo son los de Nueva York. Ese es el camino, ese es el museo que se debe fortalecer y proyectar, además del Romántico. En materia de recintos dedicados a la conservación y exhibición de arte, aquí a lo sumo cabe una galería o colección de artistas costeños, especie permanente del desaparecido concurso Salón de Nuevos Artistas Costeños de la Cámara de Comercio de Barranquilla. Y quiero solo indicar que es apenas obvio que es mejor un museo bien mantenido que tres o cuatro en el ostracismo, como los antes mencionados.

Ahora bien: me preocupa y no soy el único la gigantesca infraestructura que se ha desplegado en escenarios deportivos, parques y espacio público (ciertamente deseable) porque surgen interrogantes no solo sobre el endeudamiento que por cuenta de estos novedosos espacios deberemos afrontar todos los ciudadanos, sino sobre su sostenibilidad económica en el tiempo, amén de si tienen prelación sobre temas críticos como ingreso, transporte, educación, salud y empleo. La mayoría de los escenarios deportivos construidos para los tales Juegos Centroamericanos 2018 no tienen ningún uso, ya muestran un previsible deterioro, y pretenden embarcarnos en los Panamericanos 2027. Insisto: ¿para qué construir escenarios para unos juegos si luego no se les dará uso y no se podrán mantener? Organizar juegos de ese calibre en las presentes circunstancias socioeconómicas ciertamente crea en el gran público un espejismo de prosperidad y alegría, pero también son muestra de lo que pueden llegar a hacer los gobernantes de turno para llevar a cabo sus protervas intenciones.

También hay que saber ubicarse. ¿Para qué sembrar primorosos jardines en determinados bulevares si el barranquillero común los daña en un dos por tres? Pobres maticas de los nuevos bulevares de las carreras 54 y la 46, me parece estar viéndolas pisoteadas por los gamberros de los que está llena esta ciudad, como ya lo han hecho en el pasado con todos los bulevares y parques donde se ha sembrado ornamentación vegetal.

No veo para qué malecón del río con puente levadizo despilfarro de despilfarros si las calles están llenas de huecos y zanjas, si los bachilleres salen con bajísimos niveles de comprensión de lectura y ni siquiera saben calcular porcentajes o una triste regla de tres, si la movilidad es cada vez peor. Si bien el malecón atrae el turismo y es una inversión de una sola vez, su descomunal mantenimiento será de por vida.

Si fuese el alcalde de esta ciudad, me concentraría en fortalecer lo fundamental: que todas las semanas no haya 50 barrios sin agua o sin luz por mantenimientos o daños. Que la cobertura de servicios como alumbrado público, aseo, agua y alcantarillado sea del 100%. Que la gente cuente con adecuados servicios de salud y que se haga prevención. Que las instalaciones de los colegios sean impecables: bien diseñadas y construidas, con canchas deportivas y laboratorios bien dotados. Que los profesores estén en constante capacitación y que haya exigencia académica a los estudiantes mediante promedios mínimos. Reducir sustancialmente la informalidad laboral de la mano de la formación académica y la creación de empresas. Que la gente pueda adquirir su vivienda (aspecto en el que se ha avanzado gracias al gobierno Santos). Que podamos caminar por los andenes hoy ocupados por vendedores, talleres, ferreterías, carros, etcétera. Que tumores urbanos como el Centro y el mercado público den paso a sitios estéticos, ordenados, bien diseñados, seguros e higiénicos. Que el carnaval sea un verdadero espectáculo internacional sin sacrificar lo autóctono, en torno del cual se cree toda una industria del turismo y la cultura. Que cierta gente deje de ser tan desaseada y no arroje basura en las calles. Si se robustece lo básico, lo demás vendrá por añadidura; en otros términos, solo asegurando primero las necesidades esenciales tendrán sentido después los malecones, los puentes levadizos, los jardines públicos, los escenarios deportivos, las estatuas e, incluso, las bibliotecas.