DÍA DE INDEPENDENCIA

26 de agosto de 2019

Con motivo de los 200 años de la batalla de Boyacá se ha suscitado un interesante debate que jamás pensé se podría dar en este país: el de la verdadera fecha de la independencia de Colombia. Para cualquier aficionado a la historia con mínima comprensión de lectura salta a la vista que el rótulo “día de la independencia de Colombia” atribuido al 20 de julio de 1810 es inexacto y carente de todo rigor académico, habida cuenta de que la revuelta que se dio ese día únicamente en Santafé ni siquiera pretendía “abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII”, el rey de España depuesto por Napoleón; en síntesis, aquel día se realizó una junta suprema de gobierno que convocó a un congreso constituyente que se declaró fiel al rey de España. Aquel 20 de julio ni siquiera fue el punto de partida de un proceso que terminó casi quince años después: ya en el siglo XVIII se habían producido serias insurrecciones contra las políticas españolas, como la de los comuneros (1781), y las primeras poblaciones del virreinato de Nueva Granada en declararse independientes de España fueron Quito (1809, si bien fue un intento fallido), Valledupar (mayo de 1810) y Mompox (agosto de 1810), mientras que la provincia de Santafé lo hizo el 4 de abril de 1811, cuando un colegio constituyente convocado por la Junta Suprema proclamó la independencia declarando el Estado Libre e Independiente de Cundinamarca. Ya desde finales de 1809 y a causa de la invasión francesa a España en 1808, se desencadenó una especie de efecto dominó y se sucedieron varias declaraciones de independencia a lo largo y ancho de la América española; específicamente en el virreinato de Nueva Granada: en 1810, Pamplona, Cali, Socorro, Santafé, Mompox, Tunja, Mariquita, Neiva, Santa Marta, Popayán, Quibdó, Medellín, Ibagué, Tame, Nóvita e Ipiales; en 1811, Caracas y Cartagena, entre otras. Extensas partes del territorio, sin embargo, permanecieron leales a España, con lo que fue aún más complejo el intento de constitución de la nueva nación; este trance, conocido como la Patria Boba (1810-1816, acertadamente renombrado «Primera República» por algunos historiadores contemporáneos) fue un periodo caótico de incapacidad organizativa, enfrentamiento entre prorrealistas e independentistas y aun entre centralistas y federalistas que abonó el camino para la reconquista española alcanzada en 1816. La batalla de Boyacá puede considerarse el acontecimiento con que se entró en la recta final del proceso, y el 7 de agosto de 1819 la fecha con la que, según muchos historiadores serios, se han dejado de lado, ex profeso, las pugnas posteriores que acontecieron en otras regiones clave del virreinato como Cartagena (1820), Panamá (1821) y Maracaibo (1823) y que desembocaron en la expulsión de los españoles de la totalidad del territorio neogranadino, requisito sine quae non para hablar de un país cabalmente independiente. Es evidente, pues, que la historiografía colombiana ha carecido, hasta hoy, de la exactitud y el rigor que exige la cabal interpretación de la historia; quizá por eso casi nadie les prestó atención a las celebraciones del mal llamado bicentenario de la independencia en 2010, y muchísimo menos a la conmemoración del bicentenario de la segunda independencia si se le puede decir así este 2019. Los festejos no pasaron de actos aislados si bien pletóricos de pompa y circunstancia organizados por unos gobernantes de turno que acudieron más por obligación que por verdadera motivación. No en vano, y gracias a los revisionistas de la historia, Iván Duque ha hablado de extender la conmemoración de la independencia durante los tres años venideros.