Apuntes mirmidónicos LXVII

I

Como nunca antes, toda suerte de psicosis nos agobia, desgracia agudizada por la amplificación que comportan las redes sociales; aquí analizaré algunas de las más recientes.


II

Museosis. Es una psicosis de la que algunos quieren contagiar a toda la colectividad. Alegremente sugieren nuevos museos e incluso dicen decretan deben quedar sus sedes: del barrio El Prado, en la antigua mansión de los Muvdi en la carrera 53; de arte moderno (que ya existe), en el antiguo Salón Cultural de Avianca; de la aviación, en el edificio Scadta (hubo uno en el antiguo aeropuerto de Veranillo); de Shakira, en el barrio El Limoncito, donde vivió. Y piden más ideas... Soñar no cuesta nada, así que si de eso se trata, sale una lista kilométrica de nuevos museos, aquí les van unos cuantos: de Barranquilla (¿el Romántico?), de la selección Colombia (en el estadio Metropolitano), de la arquitectura (en el antiguo teatro Rex, con salas organizadas por periodos: Republicano, Transición, Moderno, Más Reciente, Contemporáneo), del Junior (¿la aleta?), de la salsa (en La Troja), del picó (en El Bosque), de Joe Arroyo (en la casa que habitó en la carrera 38 con 80B), de Pacho Galán (no sé dónde), de García Márquez (en el Hotel San Nicolás Colonial, antiguo edificio El Rascacielos), de Obregón (en el Hotel del Prado, construido por su familia), del Centro (en el antiguo Banco Comercial de Barranquilla), de los inmigrantes (en el antiguo Banco Dugand), de Esthercita Forero (en alguna casa antigua del barrio Abajo), de Rebolo (en el Rincón Latino), del barrio Abajo (en la antigua fábrica de harina La Insuperable), del río Magdalena (se anunció en la Intendencia Fluvial cuando la restauraron en 2014), del bollo ‘e yuca, del arroz de liza, de los arroyos, del Negro Adán... El punto es dónde están los recursos para implementarlos y, sobre todo, para mantenerlos. Ahí está la experiencia desastrosa del Museo Romántico, que nunca ha podido sostenerse, o la del Museo del Caribe, saqueado de frente y que Pumarejo Heins y Char III se aventuraron a ¿rescatar?


III

Hablando de museos, ahora cualquier sala llena de fotos y con unos cuantos objetos viejos es museo, como el de la Danza del Torito que funciona en la sala de la casa de la familia Fontalvo en el barrio San Roque, el Meira Delmar en la Biblioteca Departamental o el de la salsa de Cali, que no es más que un bar con las paredes repletas de fotos de cantantes de salsa. Deben llamarse salas en vez de museos. Sala de la Danza del Torito. Sala Meira Delmar. No se salva ni el de los pueblos indígenas Karib de la Uninorte otra sala, donde brillan por su ausencia muestras de tres de las protoetnias del Caribe colombiano, los arhuacos, los koguis y los wayú, pero desconciertan piezas de porcelana europeas y otros objetos del periodo republicano. La vulgarización es una de las marcas de nuestro tiempo. ¿Qué pensarán de estos pseudomuseos los museógrafos del Prado, del Louvre, degli Uffizi o del Hermitage?


IV

Más psicosis: la de quienes piden más canciones para Barranquilla y la de los que lanzan lluvias de ideas de proyectos que se deben llevar a cabo en la ciudad según sus gustos más íntimos, obviamente; pero no componen ninguna canción ni financian ningún museo u obra, ni llevan a cabo ni medio proyecto.


V

Si en 1991 alguien hubiera preguntado “¿Ya revisaste tu Facebook?” o dicho “Trump tuiteó una locura”, nadie habría entendido. El idioma cambia según los tiempos, los avances tecnológicos, los nuevos descubrimientos e inventos, etcétera, eso es una cosa, pero otra muy distinta es payasear entremetiendo palabras y frases en inglés en el discurso y en escritos, sobre todo innecesarias, como polite, gym, pet (friendly), power, bye, for rent, delivery, feedback, off the record…, la lista es interminable. Lo peor de todo es que las pronuncian mal, en espantoso ridículo. Esta es una de las paranoias más persecutorias y dañinas.


VI

La garciamarcosis es una psicosis que lleva a quienes la padecen, los garciamarcóticos, a abusar de Gabriel García Márquez. Estos peligrosos enfermos, que generalmente no han leído, o no lo suficiente, la obra del Nobel, presentan varios síntomas: se creen facultados para conceptuar sobre su obra e incluso sobre su vida, de las que hasta dan conferencias; igualados y abusivos, impúdicamente se refieren a él por el detestable apelativo “G..o” (me repugna tan solo mencionarlo); algunos pacientes, oportunistas al fin y al cabo, con fines de lucro bautizan con su nombre (y sobrenombre) negocios que ni siquiera tienen relación con él, por ejemplo, restaurantes; otros presentan la manía de cogerlo de referencia para todo, especialmente cuando quieren sustentar sus tesis: “GGM dijo…” (hasta yo lo hago, pues al público hay que darle lo que quiere); a no pocos se les da por proponer e incluso erigir monumentos alusivos a su obra (que siempre son mariposas amarillas, nunca pescaditos de oro, lupas, imanes o gitanas, lo que prueba que no conocen sus libros), estatuas y bustos suyos, todos, auténticos mamarrachos, mal elaborados y de pésimo gusto, la antítesis del arte; el último síntoma identificado hasta el momento, pero no por eso menos dañino, es que inventan cualquier cantidad de eventos para “celebrar” el más nimio acontecimiento de su vida; nada más falta que hagan un festival para conmemorar la vez que Vargas Llosa le puso el ojo colombiano. No me quiero ni imaginar la orgía de “homenajes” que, principalmente los usurpadores y trastornados que no lo han leído, realizarán con ocasión del centésimo aniversario de su natalicio en 2027, que el Ministerio de Cultura con toda seguridad declarará “Año G..o”. Lo único que espero de esa conmemoración es que por fin recuperen la Casa del Periodista de Barranquilla y al nombre le añadan el ya resobado “GGM”: Casa del Periodista “Gabriel García Márquez”. Mientras organizan y participan en tantas celebraciones frívolas, en las que se habla de todo menos de sus libros, los garciamarcóticos que se creen garciamarcólogos siguen sin leerlo, así de sencillo: no han leído ni mucho menos estudiado a García Márquez. Ni lo leerán, no pueden con él, como lo reconoció el profesor Maldonado. Quiero ver cuántas personas en Colombia han leído Cien años de soledad. Y roguemos por que no broten más variantes de la garciamarcosis.


VII

Sería sumamente interesante saber por boca del editorialista de El Heraldo y de Jaime Bayly por qué no son ellos los gobernantes. Pontifican en tono solemne y categórico sobre los más variados asuntos políticos, económicos, sociales, culturales, deportivos, artísticos, etcétera. Tienen la solución para cualquier problemática mundial, por compleja que sea. Enmarcados en su peligroso sesgo ideológico tienen la última palabra para todos los problemas de cada uno de los países de América Latina. Dicen qué está bien, qué mal, qué medida económica se debe implementar, cuál no, quién es dictador, quién demócrata, por quién se debe votar, incluso, predicen lo que pasará si se elige a equis o ye candidato… Lo más grave es no solo que muchísima gente lee los editoriales de El Heraldo y ve el programa de Bayly, sino que les creen. Por cierto, esta neurosis de Bayly y del editorialista de El Heraldo los lleva a decir puras perogrulladas y estupideces. Esta es, sin duda, la psicosis más destructiva de todas.


VIII

De la misma ralea son los comentaristas de fútbol, otros neuróticos que tienen la última palabra sobre qué hizo bien o mal el técnico, incluso piden su cabeza, eligen la táctica que se debe emplear en cada partido, qué jugadores tienen que participar, cuáles cambios deben hacerse y en qué momento del juego... pero son incapaces de dirigir un partido.


IX

Verdaderamente, el mundo cambió. Me impresionan los videos efectistas de más o menos un minuto en Instagram y TikTok en los que cocineros aficionados preparan los platos más diversos, sepultando los programas de cocina de media hora o más en los que renombrados chefs explicaban con todo detalle los secretos de la gastronomía.


X

Del mismo modo, me llaman la atención los grupos de Facebook e Instagram en que desvergonzados aficionados a la historia publican fotos antiguas muchas inéditas acompañadas de comentarios que, si bien contienen inexactitudes y errores, son regulados por otros usuarios. Golpe mortal para libros de fotos antiguas con historias y explicaciones igualmente rebosantes de errores, que no se pueden consultar en Internet (primera fuente a la que hoy acude todo el mundo cuando quiere averiguar algo), y que en fuerza de su naturaleza inherentemente limitada y efímera quedan en quinto plano. Y de videos,  ni hablemos.


Apuntes mirmidónicos LXVI - LXVIII


Barranquilla, 14 de abril de 2024