Dueños de la ciudad

4 de noviembre de 2019

En medio de la coyuntura de las dos estrellas consecutivas (2018-II y 2019-I) del Junior, Christian Daes, propietario de la fábrica de vidrios Tecnoglass, la misma que construyó la Ventana al Mundo, prometió construirle una estatua en un espacio público de Barranquilla al técnico del equipo, Julio Comesaña, si ganaba el tercer campeonato consecutivo. Todo muy tropical, tanto, que con el pasar de los días y la euforia inicial, el ¿proyecto? cambió a algo más racional aunque sin perder su peculiaridad: un monumento al equipo (véalo aquí). ¿El nombre? Otra “ventana”, por supuesto, esta vez, “de campeones”, aunque el Junior ni siquiera es el equipo con más títulos del fútbol colombiano, y nunca ha resultado campeón de un solo torneo internacional, por ejemplo, la Copa Libertadores de América.

Aunque cada caso es único, quisiera saber de al menos una ciudad civilizada donde haya un monumento a un equipo de cualquier deporte en un espacio público; no he podido encontrarla en Internet. Lo lógico es que, dada la naturaleza de empresa privada del Junior, un monumento en su honor estuviera ubicado en alguno de sus predios, por ejemplo, su sede administrativa. 

¿Que el Junior simboliza a Barranquilla? El símbolo de Barranquilla, lo que la representa en todos lados, es su carnaval. No en vano el carnaval de Barranquilla quedó en tercer lugar en el concurso de la revista Semana para elegir el símbolo cultural de Colombia en 2006, concurso en el que, entre 47 opciones, solo fue superado por el sombrero vueltiao y el café (nada más y nada menos), el mismo en el que el Junior ni siquiera fue nominado. Curiosamente, en Barranquilla no hay un solo monumento al carnaval. Hace unos años ubicaron unas ridículas, blancas e inexpresivas esculturas de monocuco y de congo en el bulevar de la Circunvalación, las cuales, para variar, fueron rápidamente destruidas por mis conciudadanos, y de las que el barranquillero jamás se percató, mucho menos se apropió, seguramente debido a su insignificancia y por encontrarse en una vía rápida que imposibilita el detenerse a apreciarlas.

El Junior es un referente, un dato: el equipo con sede en Barranquilla que compite en el fútbol profesional colombiano. Que tiene mucha hinchada. Que para sus fanáticos es más bien una pasión. Pero apenas quiero mencionar que a muchos el Junior nos tiene absolutamente sin cuidado, que atribuimos muchos de los males de Barranquilla a la infracultura que se engendró a su alrededor, y que no pocos barranquilleros son hinchas de otros equipos colombianos. Para colmo de males, habían escogido el peor sitio para construir el diseño ganador, la aleta de tiburón: la glorieta de la intersección de la Vía 40 con carrera 50, un entorno netamente cultural. Afortunadamente, y a pesar de que no se reveló el porqué aunque es fácilmente deducible, la aleta quedará bien lejos, en la glorieta de la avenida del Río (que, por cierto, se encuentra en ruina total) en La Loma, adyacente al inoficioso puente levadizo, ese despilfarro de despilfarros. Y eso que por inconveniente ya la habían echado a empellones de Soledad, pues el primer sitio propuesto para su construcción fue la intersección de la Circunvalación con Murillo (Daes equivocadamente dijo ...la rotonda, que queremos que sea la de las Torres [en la avenida de las Torres no hay rotonda], la que queda entrando por la Circunvalar, camino al estadio desde el aeropuerto...).

Lo único justo es reconocer que la propuesta ganadora no es obvia: quien vea el monumento por primera vez, por ejemplo, un extranjero, se tendrá que poner a pensar qué quiere decir. Y no obstante su intencionalidad original, terminó siendo pórtico que no ventana gracias a su forma rectangular y a la abertura interior. De contera, no se acababa de anunciar la propuesta ganadora cuando el gran público ya la había rebautizado “la aleta” por la forma de la abertura interior, así que ni siquiera con el nombre se pudo imponer la para nada subliminal autopromoción. Por cierto, en vez de ser un elemento sólido y prominente, la aleta es apenas el contorno interior hueco del monumento, es decir, el vacío.

Como si fuera poco, la aleta también resultó una especie de punición para mí, pues durante años he sugerido una puerta monumental alegórica al apelativo Puerta de Oro de Colombia. Paradojas de Barranquilla y de la semiología, porque el pórtico-aleta fue producto de una conceptualización claramente inconsciente, en otros términos, mera casualidad. Y aunque esté en total desacuerdo con ella, recomiendo que mantengan el color acerado de tiburón del diseño original, y que dejen los colorines para juegos de luces nocturnos.

Señores Daes: muchas gracias, pero ya es más que suficiente con dos monumentos, Barranquilla requiere más educación, infraestructura cultural y trabajo, esto último, algo en lo que ustedes destacan.