Apuntes mirmidónicos LXV
23 de octubre de 2023
Fuera de la temporada carnestoléndica, nada en Barranquilla recuerda al carnaval, solo tímidamente y sin mayor impacto la Casa y el Museo del Carnaval, este último, de aparición reciente. Además, están en el mismo sitio, básicamente son una sola cosa. En los cuatro puntos cardinales de la ciudad se deberían encontrar, al menos, alusiones a su máximo símbolo, el carnaval.
Durante decenios han saqueado a Barranquilla indolente y descaradamente; algo manifiesto, a la vista de todos, es la pésima calidad de obras como calles, escenarios deportivos, la Fábrica de la Cultura, el extinto Parque Cultural del Caribe, el nuevo puente Pumarejo, Transmetro, la Universidad del Atlántico, la Circunvalación, la Cordialidad, la 30, el aeropuerto, etcétera. Si se hubieran robado la mitad de lo que por décadas han timado, esta sería mínimo una ciudad de la Venezuela Saudita o una Ciudad de Panamá actual.
Al pillaje descarado e impune de los contratistas de las obras y sus secuaces en la administración de turno se suman los inadaptados que hurtan las tapas de hierro de las alcantarillas y de los contadores de la Triple A, las válvulas de cobre de esa misma empresa, las rejillas de los desagües de las canalizaciones de los arroyos, y quién sabe qué otros elementos del mobiliario urbano. La rapacidad de esos hampones por el hierro y el cobre es aterradora.
Desde que tengo uso de razón (principios de los años 1980), ya Barranquilla estaba vuelta bosta; no viví la época de la ciudad industriosa, pionera, cívica y ordenada que nos inculcaron desde la primaria, esa que tanto evocan los mayores, y que ahora algunos revisionistas cuestionan si en realidad existió.
No existe el concepto de mantenimiento ―ni preventivo ni correctivo― a monumentos, bulevares, tapas de alcantarillas, plazas, canalizaciones de arroyos, andenes, bordillos, parques, calles... Por ejemplo, un bus destruye el bordillo de algún bulevar y así se queda. Se roban la tapa de una alcantarilla y ahí queda el peligroso hueco a cielo abierto.
Hay que ver la gigantesca necrópolis de inmuebles abandonados en que se ha convertido Barranquilla. Casas enormes y edificios incluso de considerable altura, muchos de valor patrimonial, olvidados, la mayoría desvalijados, convertidos en letrinas públicas, en basureros a cielo abierto, en cuevas de alimañas, ladrones, drogadictos e indigentes. No hay autoridad que les exija su mantenimiento, ni siquiera su limpieza, a los propietarios, ni entidad gubernamental que pueda asumirlos, mucho menos mecanismos para expropiarlos (aunque el que pasen a ser propiedad de la alcaldía en nada garantiza su recuperación o mantenimiento). Y no mencionemos los terrenos que resultan de la demolición de inmuebles. La imagen que proyectan esas edificaciones y lotes abandonados es apocalíptica.
Algunos de los más prominentes inmuebles que cayeron en desgracia son:
Antigua casa Grosser-Funeraria Jardines del Recuerdo. Caracas-Aduana y Colombia.
Edificio Avianca - X de El Prado-Bulevar Norte, esquina suroccidental.
Edificio Ferrans - Curva donde el caño Arriba se convierte en caño del Mercado.
Antiguo Banco Comercial de Barranquilla. Progreso-Real.
Antiguo Banco Dugand. Comercio-California.
Antiguo edificio Beitjala. Comercio-California.
Antiguo edificio Mogollón. Comercio-California.
Hotel Royal Lébolo. Bulevar Sur-VIII de El Prado.
Hotel Roxy. Líbano-Paseo de Bolívar.
Teatro Rex. Líbano-Jesús.
Teatro Colón. Líbano-Sello.
Edificio Hané. Líbano-Paraíso.
Antiguos Cinemas. Murillo-Cuartel.
Clínica del Seguro Social de Los Andes. Calle 57-carreras 24 y 25.
Edificio Cajanal. Murillo-Estudiantes.
Casa Muvdi. Colombia-V de El Prado.
Edificio Muvdi. Las Vacas-San Roque, esquina suroccidental.
Casa Los Picapiedra. Calle 83B-carrera 42E esquina suroriental.
Casa de la calle 84 con carrera 42C.
Parque Cultural del Caribe.
Museo de Arte Moderno (en obra negra).
Teatro Municipal Amira de la Rosa.
Antiguo Colegio Barranquilla. Progreso-Bolivia.
Museo Romántico. Bulevar Sur (54) # III de El Prado (59)-199.
Casa Viñas. Calle 72-carrera 61B.
Casa del Periodista. Calle Pacífico (55) - Olaya Herrera (46)-83.
Iglesia de San José. Las Flores-Ricaurte.
Hospital Universitario Metropolitano. Carrera 42F # 75B-18.
Antigua torre BIC. Cuartel-Jesús.
Torre Banco Popular. Cuartel-Caldas.
Antigua torre Banco de Bogotá. Cuartel-Paseo de Bolívar.
Y muchos más, especialmente en el centro. A lo anterior hay que agregarle, pues también son bienes más o menos inmuebles, los siguientes monumentos:
Mosaico Tierra, Mar y Aire. Edificio Mezrahi, Colombia-XII de El Prado.
Telecóndor. No se sabe ni dónde está.
Las mariposas amarillas. Vía 40-Olaya Herrera.
Estatua de Esther Forero. Plaza Esther Forero, carreras 42F y 43-calles 73 y 74. (Hurtaron las placas de bronce).
Lo realmente peculiar de la tercera aspiración de Alejandro Char a la alcaldía no es el hecho en sí, sino que no tenga ni medio rival a la vista.
Me gustó el escudo de Barranquilla “deconstruido” en el malecón. ¿Quién sería el genio al que se le ocurrió ese “vacilón”? Todavía pueden corregir el mote: PREMIO DEL PATRIOTISMO ―como lo establece el decreto de Rodríguez Torices―, no “al patriotismo”. El soldado le quedó estético a Yino Márquez, algo raro en su obra; no sé de dónde sacaron los cañones, ojalá hayan sido los que estaban en la plaza de Bolívar, pues el estar ubicados en el mismísimo corazón de Barranquilla proyecta la idea de ciudad guerrerista, cuando toda la vida fue todo lo contrario (por lo menos hasta hace poco).
Idea de nuevo componente del malecón: así como Barcelona, España, tiene su Pueblo Español (1929), Medellín, su Pueblito Paisa (1978); Valledupar, su Pueblito Vallenato (1992, aunque en el abandono desde hace décadas); Popayán, su Rincón Payanés o Pueblito Patojo (1994); y Ciudad de Panamá, Mi Pueblito (1993), Barranquilla puede tener su Pueblo Costeño (o Ribereño). También puede ser una representación del típico barrio barranquillero, por ejemplo Rebolo, San Roque, Abajo, o, por qué no, El Prado. Incluso podría ser un complejo de varios ambientes: pueblo costeño y barrio barranquillero, cada uno con su propia plaza. Su implementación es de bajo costo y es económicamente autosostenible. Estaría conformado por elementos como:
Plaza, alrededor de la cual se encuentran:
Iglesia. Se realizarían misas los domingos y en ocasiones especiales. Su estilo sería sencillo, de época, tejas de barro, blancas paredes, puertas caoba, campanario y casa cural:
3. Casa de bahareque y techo de paja. Solo fachada.
4. Casa típica. Solo fachada.
5. Colegio. Solo fachada.
6. Tienda típica. Negocio.
7. Barbería. Negocio o solo fachada.
8. Botica. Negocio.
9. Quiosco. Negocio.
10. Estadero. Negocio.
11. Venta de artesanías.
12. Restaurante típico.
13. Frutera.
14. Parque dotado de zona verde y juegos infantiles.
15. Bus antiguo, en desuso, bien pintado y decorado. O una chiva parrandera.
16. Bicitaxi.
11. Mi buen amigo peruano Miguel Watts aporta la magnífica idea de una réplica de Macondo “Con taller de orfebrería, puterío, circo y too”. Bien concebido, sería un homenaje al realismo mágico de la Costa y merecido tributo para García Márquez en Barranquilla, ciudad que tanto quería. Completarían el conjunto casas de barro y cañabrava, un plantío de guineo, un castaño, almendros, una ciénaga, una sierra y “un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Mariposas amarillas, pescaditos de oro, un témpano de hielo, pergaminos manuscritos en sánscrito, lupas, imanes, un catalejo, un astrolabio, una brújula, un sextante, un galeón, daguerrotipos (entre ellos, el de una niña), bacinillas, sábanas revoloteando, un San José de yeso repleto de monedas de oro, un talego con huesos humanos, un hombre-víbora, hormigas comiéndose a un recién nacido con cola de cerdo. Un conjunto de acordeones tocando los cantos de Rafael Escalona. Estatuas de los Buendía, Melquíades, Francisco el Hombre con un acordeón viejo, un Judío Errante, gitanos, indígenas guajiros, soldados, gringos de la United Fruit Company y forasteros de todos los pelambres; se me ocurre que la figura principal sería Remedios, la bella, subiendo al cielo entre sábanas volando. Tendría también un laboratorio de alquimia, una gallera, una blanca casona, una sala de espejos, una pastelería, un tren amarillo, un colegio, un vagón lleno de muertos, una cantina, una librería de volúmenes raros, una carpa cíngara, un cuartel y ¿por qué no? un pelotón de fusilamiento.
12. Obra ciclópea que nuestra dirigencia no está en capacidad de entender ni dimensionar, mucho menos de llevar a cabo, entre otras cosas porque no leen, y mucho menos a GGM. Cuán patético es que en Colombia todo el mundo saca pecho por GGM, pero casi nadie lo ha leído, y menos que menos a Cien años, algunos la encuentran incomprensible, se confunden en la mar de personajes; otros, más realistas, simplemente reconocen que no pueden con esa novela, entre ellos, el profesor Maldonado.
13. En vez de andar inventando infraestructuras y eventos que nada tienen que ver con nuestra historia y realidad culturales, como festivales de jazz (nada más falta que salgan con uno de blues) y de cine arte (para eso están los cineclubes), museo de arte moderno (eso da risa, mayor credibilidad tendría una Galería o Salón de Arte del Caribe, o de Artistas Costeños, o algo así, de hecho hubo un Salón de Artistas Costeños), etcétera, es menester invertir en manifestaciones verdaderamente autóctonas, barranquilleras, como espacios y eventos relacionados con el carnaval y la cultura picotera. Proyectar el folclor de la Costa Atlántica. Restaurar y potenciar el Museo Romántico, volverlo atractivo y sostenible. ¿Qué tal un espacio para la cumbia, el porro, el fandango, el merecumbé, en síntesis, para la música costeña? El escenario para todo aquello era el Parque Cultural del Caribe, pero ya ven lo que pasó. ¿Habrá intención de revivirlo?
14. No digo que no debe haber espacios en Barranquilla para el arte clásico y moderno (en el estricto sentido histórico), llámese pintura, música, teatro, escultura, poesía. Solo que al ser minoría quienes gustan de esas corrientes, deben correr con sus gustos ellos, no porfiar en que la colectividad toda financie sus aficiones, que, insisto, son las de unos pocos. Así lo hacen en Nueva York, París, en todas partes: los museos son creados y mantenidos por particulares.
15. Vamos a ver: ¿quiénes mantienen el tal Museo de Arte Moderno de Barranquilla? Incluso, ¿quiénes saben de su existencia? Solo el grupúsculo que lo creó y ha conseguido las pocas obras que posee, o sea que es cuestión de ellos. Pretender que Barranquilla se embarque en determinadas apetencias es pedirle peras al olmo.
16. Lo anterior, reitero, no es, de ninguna manera, una sugerencia de desterrar el arte clásico (¿o culto?) de Barranquilla: desde muy joven soy admirador del arte “clásico”, en el que fui formado en el Instituto Experimental del Atlántico, incomparable colegio de bachillerato ideado y regentado por el profesor Alberto Assa ―maestro osmanlí que 27 años después de su muerte no ha podido ser reemplazado en el panorama educativo y cultural de Barranquilla―, quien se limitaba a organizar un relativamente poco concurrido concierto de música clásica al mes; nunca tuve conocimiento de que hubiese perseguido la creación de festivales de ese tipo de música, o de infraestructura alguna, pues sabía de sobra que “...es pensar que es ahora de noche, que aún no son las diez del día...” (Don Quijote, pt. 1, c. XXII).
17. Otra industria fácil de potenciar, pues las bases ya están sólidas, es la gastronomía; de hecho Barranquilla es ya el principal centro gastronómico nacional. En materia de cocina típica, allí está el asombroso caso de la comida peruana, cuestión de Estado que Perú ha promovido vigorosamente, y que no supera en diversidad y sabor a la desconocida culinaria costeña. Si una gastronomía basada en ingredientes y platos similares a los criollos ha logrado posicionarse internacionalmente, tanto más lo podrá la nuestra, que cuenta con tantos o más platos que aquella, y más sabrosos.