EL BOXEO

2003

En 1982, Abel González presentaba por la televisión nacional Suena la campana, programa de boxeo del cual recuerdo nítidamente en sus cortos a Tommy Hearns martillando sin piedad la cabeza de José Pipino Cuevas. Ese mismo año había fallecido trágicamente en un extraño accidente automovilístico el campeón mejicano Salvador Sánchez, por lo que hubieron de enfrentarse por el título vacante pluma del CMB el boricua Juan Laporte y la sensación del boxeo de Barranquilla, Mario Miranda, uno de los púgiles más taquilleros de la historia de Colombia. Miranda, invicto hasta entonces, no salió para la undécima vuelta de la pelea, que se efectuó el miércoles 15 de septiembre de 1982 en el Madison Square Garden de Nueva York, derrotado por un durísimo peleador que ya había sucumbido ante el propio Sánchez en 1980 y que llegó a arañarle el invicto a Julio César Chávez en 1986. Fue la primera vez que lloré por una decepción deportiva, algo que superé años después. Barranquilla era entonces el principal escenario del boxeo y el béisbol en Colombia, y una de las plazas más importantes del fútbol nacional, del que fue cuna y que siempre ha tenido como animador de primera línea al equipo local, Atlético Junior. El boxeo fue, pues, el primer deporte en el que me interesé.

Las divisiones mayores dominaban la atención del público: entre los medianos, los combates de Marvin Hagler, Tommy Hearns, Roberto Mano de Piedra Durán y Sugar Ray Leonard mantenían en vilo a los aficionados del mundillo de Fistiana. Una de las peleas más electrizantes que recuerdo fue la que sostuvieron Marvin Hagler y Tommy Hearns el lunes 15 de abril de 1985 en el Caesars Palace de Las Vegas, Nevada. El primer asalto fue sencillamente memorable, quizá solo comparable con el primero entre Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo: ambos púgiles salieron literalmente a matar al otro y Hagler sufrió una cortada en la frente. La contienda acabó apenas en el tercer asalto con nocaut técnico de Hagler sobre Hearns luego de propinarle un terrible golpe en el oído izquierdo. Al recibir el gancho, Hearns se tambaleó pero alcanzó a mantener el equilibrio a la vez que esforzaba una sonrisa burlona pretendiendo dar a entender que se encontraba en buenas condiciones. Pero Hagler era un boxeador demasiado experimentado y no se dejó confundir: cual fiera acicateada por el olor de la sangre que derrama la víctima herida, se abalanzó salvajemente sobre Hearns y lo remató con unos cuantos golpes demoledores. Hearns a duras penas logró levantarse al conteo de diez, pero el experimentado árbitro Richard Steele prudentemente detuvo la desigual pelea. Hearns quedó totalmente noqueado, exánime y con la mirada fija en otro mundo, como muerto. En 1987, Hagler cayó por decisión dividida ante Sugar Ray Leonard, uno de los púgiles más talentosos de la historia. Fue la tercera derrota de Hagler (todas por decisión, dos de ellas divididas), quien se retiró del boxeo dejando un respetable récord de nocauts. Leonard ganó treinta y seis de las solo cuarenta peleas que sostuvo como profesional, las últimas cuando sus capacidades boxísticas se encontraban en franco declive y cuando ya había caído en el tenebroso mundo de las drogas. Ray Leonard había sufrido desprendimiento de retina en su primera pelea contra Hearns en 1981, lo cual lo llevó a sucesivos retiros durante su carrera y a dedicarse a otras actividades, por ejemplo, fue comentarista deportivo y dueño de un canal de televisión. Al derrotar a Hagler, llevaba casi tres años inactivo, lo que se considera el mayor regreso triunfal de un boxeador en la historia.

Miguel Happy Lora terminó la sequía de casi cinco años de campeones mundiales colombianos. Venció por decisión unánime al enjundioso gallo mejicano Daniel Zaragoza la noche del viernes 9 de agosto de 1985 en Miami Beach, Florida, en combate que parecía fácil tras tres caídas del campeón en los primeros asaltos, pero que alcanzó a emparejarse al final. Aunque con escasa dinamita en los nudillos, el “Happy” Lora se convirtió en toda una sensación en Colombia. Oriundo de Montería, desarrolló en poco tiempo un estilo burlesco acompañado de una esgrima defensiva que le valió ser comparado con Bernardo Caraballo, uno de los boxeadores más recordados de Colombia. Estaba destinado a ser un verdadero showman, pero la indisciplina y los excesos de su apetito dieron al traste con sus pretensiones. Perdió el título por decisión unánime ante el mejicano Raúl “Jíbaro” Pérez el sábado 29 de octubre de 1988 en Las Vegas, Nevada, en riña en la que resultó ostensiblemente magullado. Posteriormente, ya como supergallo, realizó unas cuantas peleas sin importancia, hasta sufrir un terrible nocaut en el segundo asalto a manos de Gaby Cañizales el martes 12 de marzo de 1991 en The Palace, Auburn Hills, Michigan. Posteriormente realizó cinco peleas de poca monta, perdiendo la última por decisión unánime, y optando prudentemente por el retiro.

Fidel Bassa, humilde vendedor de pescado en las calles de Barranquilla, oriundo de El Retén, Magdalena, se consagra campeón mundial mosca de la AMB el viernes 13 de febrero de 1987 tras vencer en decisión unánime al intocable monarca panameño Hilario Zapata. La riña se realizó en la cancha de tenis del Country Club de Barranquilla, en lo que se podría calificar como muestra perfecta de la cultura latinoamericana: en medio de un calor y una humedad insoportables y de una algarabía ensordecedora en la que imperaban los epítetos más escatológicos de la lengua española en alusión al estilo huidizo de Zapata, aparece en el ring una patineta en la que el panameño había de montarse. En una pancarta enorme se leía que Zapata le había pegado a la mamá. Zapata le dio su versión del asunto al periodista Fabio Poveda tiempo después en una entrevista en que negaba rotundamente haberle levantado la mano a su progenitora y, en cambio, afirmaba que había sido ella quien había tratado de pegarle por una deuda que le reclamaba y que él sólo evitó que lo golpeara. Cierto o no, Zapata no tumbaba ni a una mosca. Bassa en todo momento buscó la contienda, mientras que el campeón mantuvo siempre su peculiar retroceso. Nunca entendí cómo un boxeador de las características de Zapata pudo llegar a ser campeón mundial. Sencillamente no golpeaba, y cuando lo hacía, sus puños carecían por completo de cloroformo. En el séptimo round sucedió lo impensado: Zapata cae en una esquina, pero el árbitro no pudo iniciar el conteo de protección porque el campeón se incorporó como impulsado por un resorte y lanzó varias trompadas al público, recibiendo, a su vez, un golpe en la cara. Alguien entre los espectadores aprovechó que Zapata estaba arrinconado por Bassa y decidió ayudarle a este halándole una pierna al campeón, quien perdió el equilibrio. Aunque la pelea continuó, al conocer el resultado los panameños alegaron que el veredicto era un atraco y juraron demandarlo. A pesar de que en Colombia todos pensaron que se trataba de un montaje de los panameños, encabezados por el apoderado argentino Luis Spada, días después se difundió en la televisión nacional una grabación que permitía observar, clarísima, la mano aviesa que ayudó a Bassa a obtener su título mundial. Con respecto al golpe que recibió Zapata al enfrentarse al público, se dijo que se lo había propinado Rafael Pineda, años después campeón mundial welter. Su defensa fue simple: él no pudo ser el agresor de Zapata porque un welter, de pegarle a un mosca, le habría arrancado la cabeza.

Unos meses después, el sábado 25 de abril, Bassa defendió por primera vez su título en electrizante pelea en Belfast, Irlanda del Norte, ante Dave McAuley. Tras estar al borde del nocaut en tres ocasiones, Bassa sacó fuerzas de flaqueza para noquear al difícil irlandés en el decimotercer asalto. La riña fue escogida como la mejor del año por la AMB. En el desquite, unos meses después del segundo pleito contra Hilario Zapata, Bassa venció sin dificultades a McAuley otra vez en Belfast.

Hilario Zapata y Fidel bassa se volvieron a enfrentar en el Gimnasio Nuevo Panamá el sábado 15 de agosto de 1987. En medio de un ambiente de hostilidad total por parte del público panameño, Bassa sufre un knockdown en el primer asalto a consecuencia de un golpe inofensivo de Zapata que lo toma mal parado. El knockdown impuso desde el inicio que el colombiano debía emplearse a fondo si quería conservar su fajín, además de contar con algo de suerte. Las acciones se emparejaron con el avance del combate, lo que caldeó aún más los ánimos del público. En el último asalto, los asistentes, extrañamente, se protegían la cabeza con las sillas. El juez venezolano Luis Sulbarán, según algunos a manera de desagravio por el veredicto con el que, también como juez, contribuyó a que Antonio Cervantes, Kid Pambelé, perdiera su título welter junior ante Wilfredo Benítez en Puerto Rico en 1976, dio vencedor en el último asalto a Bassa, con lo que la pelea quedaba empatada en su tarjeta. El juez norteamericano votó a favor del colombiano y el peruano a favor de Zapata, con lo que Bassa conservaba su título. Es decir, si Sulbarán daba empate en el último asalto, Bassa perdía en su tarjeta, perdiendo de paso el combate por decisión dividida. Entonces fue el infierno: llovieron toda clase de proyectiles sobre el cuadrilátero y los colombianos estuvieron a punto de ser linchados. Los periodistas Fabio Poveda y Eugenio Baena, el entrenador Ramón Curro Dossman y el propio Bassa, entre otros, tuvieron que refugiarse debajo del ring. Baena sufrió un ataque de nervios y rompió en su acostumbrado llanto. Bassa perdió finalmente el título y su invicto en Barranquilla por decisión dividida ante el venezolano Jesús “Kiki” Rojas el sábado 30 de septiembre de 1989. En ese combate sufrió desprendimiento de retina, por lo que optó inmediatamente por el retiro. Hoy es un próspero empresario en Barranquilla.

La historia del cartagenero Tomás Molinares no es menos interesante. Molinares, tipo de mirada perdida, carácter taciturno y movimientos paquidérmicos, sí tenía dinamita en los puños. Llegó de manera invicta a disputar el título mundial welter de la Asociación Mundial de Boxeo ante Marlon Starling, el sólido campeón, el viernes 29 de julio de 1988 en el Convention Hall de Atlantic City, New Jersey. En los primeros asaltos, el combate mostró a un Molinares desconcertado por la rapidez y la experiencia del campeón, quien exhibía una mueca burlona, abría los puños y hasta bajaba la guardia. Ya en el quinto asalto, la perseverancia del criollo había emparejado las acciones, exigiendo cada vez más al campeón, quien empezaba a dar muestras de cansancio y desconcierto. La ventaja inicial de Starling se había casi desvanecido en las tarjetas de los jueces: Guy Jutras marcaba 48-48, Ove Ovesen, 47-48 y Bernie Soto 47-48. Hasta ese momento, nadie se imaginaba lo que ocurrió en el sexto y último asalto. Simultáneamente con el tañido de la campana que indicaba el fin del round, Molinares descarga un terrible gancho sobre el oído de Starling, quien se derrumba cuan largo es, totalmente noqueado. Completamente demudado y con las órbitas oculares invertidas, debió recibir atención médica inmediata. Incluso, de haberse incorporado antes del conteo de protección de Joe Cortez, ni siquiera habría podido continuar la contienda porque se había fracturado el tobillo derecho al caer. Cuando hubo recuperado el sentido, su cara mostraba a un tipo vencido e incrédulo ante su miserable destino: caro había pagado subestimar al rival. La televisión norteamericana repitió el nocaut una y mil veces en cámara lenta. Los periodistas norteamericanos alegaban que el golpe explotó en la cabeza del campeón unas milésimas de segundo después de que había sonado la campana y que, por lo tanto, el combate debía ser declarado nulo; a la larga fue decretado no contest por la Junta de Control Atlético de New Jersey, pero la AMB mantuvo el resultado original y el fajín de campeón quedó en manos de Molinares. En todas las peleas del mundo los boxeadores intercambian algunos golpes después del campanazo de fin del asalto hasta que el árbitro los separa; en este caso, ni los boxeadores ni el juez escucharon la campana porque fue simultánea con el nocaut. Molinares fue declarado vencedor por el árbitro y en su celebración se tiró de espalda sobre la lona llorando y revolcándose, recordando a gritos a su familia y a Barranquilla, en inexplicable actuación que la gente entendió días después. Amílcar Brussa puso fin a su deprimente espectáculo halándole el cabello. Brussa, el experimentado y exigente entrenador argentino de Carlos Monzón, decidió iniciar de inmediato la preparación de la primera defensa en Buenos Aires, alejados del bullicio de Barranquilla. Pero Molinares regresó de manera intempestiva a Colombia y tuvo que ser hospitalizado por problemas mentales relacionados con depresión severa; también se reveló que tenía problemas de droga. Pocos días después, El Heraldo publicó una patética foto del campeón atado a una cama con el semblante trastocado de quienes han perdido el juicio o han caído en el infierno de las drogas. Molinares ni siquiera defendió su título por primera vez, y durante un tiempo deambuló por las calles de Barranquilla en estado deplorable. Hoy, totalmente recuperado, su antiguo manager Billy Chams lo emplea como dependiente en sus almacenes de telas.

Uno de los combates que más expectativa suscitó entre la afición boxística de Barranquilla por esa época fue el que sostuvieron el domingo 20 de septiembre de 1987 Rodolfo Blanco, de San Onofre, Sucre, y Myung-Woo Yuh, el campeón minimosca de la Asociación Mundial de Boxeo, natural de Corea del Sur. Una legión colombiana encabezada por Billy Chams, el empresario de todos los peleadores colombianos mencionados a excepción del Happy Lora, se trasladó a Inchón. De igual forma, se desplazaron varios periodistas costeños como Fabio Poveda y Eugenio Baena, así como su compañero de cuerda, Fidel Bassa. Blanco cayó noqueado en el octavo asalto por una máquina de tirar golpes, un boxeador robotizado que siguió como campeón por muchos años, dejando al momento de su retiro un récord de 38 victorias, 14 de ellas por nocaut y una sola derrota por decisión dividida. Yuh perdió el título ante el japonés Hiroki Ioka el 17 de diciembre de 1991 en Osaka, Japón, en su primera pelea fuera de Corea. Lo recobró ante el mismo pegador el 18 de noviembre de 1992, también en Osaka. Ganó por decisión unánime un pleito más en 1993 y se retiró.

El sábado 15 de septiembre de 1990, Rodolfo Blanco perdió otra oportunidad, esta vez a manos de Dave McAuley, el irlandés que fue retador de Bassa, en ese entonces campeón mundial mosca de la FIB. El controvertido combate se efectuó en el King’s Hall de Belfast, en el que el campeón besó la lona en cuatro oportunidades (la última en el undécimo round) y el retador en una (en el noveno asalto). Sin embargo, McAuley retuvo su título por decisión unánime. En la revancha, escenificada en el Pabellón de los Deportes de Bilbao, España, el jueves 11 de junio de 1992, Blanco obtuvo finalmente por decisión unánime el título que le había sido esquivo, el cual perdió por nocaut en su primera defensa ante Pichit Sitbangprachan en Samut Prakarn, Tailandia, el domingo 29 de noviembre del mismo año. Con lo que obtuvo del boxeo, Blanco montó una venta de calzado en el centro de Barranquilla, y realizó combates regularmente hasta 2002.

Otro boxeador colombiano que vale la pena destacar es Rafael Pineda, díscolo moreno que tenía fama de pegarle a su esposa, dueño del punch más fulminante que le haya visto a boxeador colombiano. Oriundo de San Cristóbal, Bolívar, Pineda noqueaba sin misericordia a cuanto oponente le ponían enfrente. Se sugirió incluso como retador de Julio César Chávez, el sólido campeón azteca, considerado el mejor peleador mejicano de la historia y uno de los mejores latinoamericanos de todo los tiempos. Aunque recibía muchos golpes, la preparación, el estado físico y la contundencia de Chávez hicieron del púgil de Culiacán el mejor boxeador libra por libra del mundo en su época. Habría sido pelea memorable, porque el punch de Pineda era sencillamente temible, y Chávez nunca se había enfrentado a un boxeador de esas características, aunque derrotó a los mejores peleadores de su tiempo. Pineda tuvo la oportunidad de enfrentarse a Mark Breland por el título mundial welter de la AMB el sábado 22 de abril de 1989 en el Trump Castle de Atlantic City, New Jersey. Aunque hacia el tercer asalto era claro dominador del combate, estremeciendo al campeón cada vez que lo conectaba, los ojos de Pineda se cerraron hinchados a causa de los golpes recibidos. Recuerdo que unos días antes del pleito vi una foto de Pineda en la última página de la revista El Heraldo Deportivo, y me llamó la atención la pequeñez de sus ojos. Pineda decidió abandonar en el quinto asalto alegando que no veía porque Breland le había metido el dedo en el ojo, sin saber que el campeón ya no aguantaba un round más. A su regreso a Barranquilla fue duramente criticado por la prensa local y tildado de cobarde. Pineda se defendió airadamente afirmando que él sí tenía cojones, pero que no podía ver absolutamente nada y, por lo tanto, no se encontraba en condiciones de continuar el combate. Según manifestó, no haber salido para el siguiente asalto habría sido más humillante y cobarde que dar la espalda. Pineda ganó el título mundial welter junior de la Federación Mundial de Boxeo por nocaut fulminante en el noveno asalto sobre Roger Mayweather el jueves 7 de diciembre de 1991 en el Sparks Convention Center de Reno, Nevada. Realizó una sola defensa victoriosa de su título, en la que demostró el poder de su pegada ganando por nocaut en el séptimo round. Perdió el título en su segunda defensa a manos de Pernell Whitaker, escurridizo peleador de estilo difícil de descifrar que fue retador de Chávez, con quien empató en criticada decisión que marcó el inicio del declive de Chávez. Pineda, ya bastante entrado en años, todavía se encuentra activo.

Muchos boxeadores ocuparon mi atención durante esos años; algunos dicen que la década de 1980 fue la época dorada del boxeo. Pero sin duda alguna, la máxima atracción fue Mike Tyson, el noqueador más fulminante que he conocido, quien se coronó campeón mundial de los pesados con solo diecinueve años superando al jamaiquino Trevor Berbick en 1986. El campeón fue derribado dos veces en el segundo round. Luego de intentar levantarse tras la segunda caída, cayó otras dos veces sufriendo un nocaut dramático. Tyson es aún el boxeador que a más temprana edad llegó a coronarse campeón mundial de todos los pesos. Víctima de sus propios excesos, Tyson, natural del distrito neoyorquino de Brooklyn, perdió sorpresivamente el título por nocaut ante James Buster Douglas en Japón en 1990. Poseedor de intimidante y agresivo estilo, de inusual instinto homicida que aterraba a sus oponentes y de efectividad fulminante, Tyson ha sido comparado con los más grandes peleadores pesados de la historia: Joe Louis, Jack Dempsey, Rocky Marciano, Muhammad Ali, Gene Tunney, George Foreman y Joe Frazier. Es muy aventurado afirmar que Tyson les habría ganado a todos, pues basaba toda su estrategia en el poder de su pegada, mientras que algunos de los mencionados eran verdaderos maestros del arte de Fistiana (Louis, Tunney, Ali), o terribles mastodontes que poseían estilos muy parecidos al de Tyson (o aun más aterradores y letales), como Foreman y Frazier. Dempsey y Tunney, por la época del boxeo que les tocó vivir, eran claramente menos pesados y, por consiguiente, con menos cloroformo en la pegada que Tyson. Años después tuve la oportunidad de grabar las principales peleas de Dempsey a finales de los años 1910 y durante los años 1920 (ante Jesse Williams, al ganar el título; contra Luis Ángel Firpo, en la controvertida pelea; y ante Gene Tunney, cuando perdió el título y en su intento fallido por recuperarlo) y creo que Tyson lo habría superado. He observado también muchos combates de Louis, Frazier, Foreman y Marciano; mi pronóstico habría sido reservado, aunque me arriesgo a afirmar que habría sucumbido por nocaut ante Foreman. Sí estoy seguro de que Muhammad Ali o Cassius Clay se habría burlado de él y de contera lo habría noqueado. Ali le habría hecho una guerra psicológica con base en toda clase de insultos antes del combate, lo habría cansado con su movilidad de abeja durante los primeros asaltos Tyson se disminuía psicológicamente si no lograba noquear en los tres primeros asaltos y lo habría vapuleado hasta noquearlo hacia el octavo o noveno asalto.

En 2003, cuando trabajaba en la Universidad Autónoma del Caribe, Jaime de la Hoz Simanca me dio la oportunidad de hacer una corta sección sobre la historia del boxeo en su programa radial Deporte en Línea. Me di a la tarea entonces de indagar los orígenes de este apasionante deporte, desde la prehistoria en Etiopía, hasta nuestros días, pasando por la Grecia antigua, Roma y la Inglaterra del siglo XVII, cuando se configura el boxeo moderno. Para llevar a cabo la investigación, me suscribí por Internet a la Enciclopedia Británica, de donde obtuve los principales datos. Había sido llevado al programa por mis compañeros Fabián Ramos y Omar Padilla; el primero, la persona con la memoria más asombrosa en cuestiones de deporte que haya conocido, capaz de recitar de memoria, sin titubear, las alineaciones de equipos de fútbol o béisbol de muchos años atrás. En realidad es poseedor de una memoria portentosa para toda clase de materias. El segundo es el mayor conocedor de fútbol que haya conocido, dueño de una personalidad noble como la de un chiquillo, capaz de recordar detalles, nombres y situaciones relacionados con el fútbol en todas las épocas y latitudes, así como de varios deportes como boxeo, béisbol, ciclismo, entre otros. Pero en especial, posee una memoria prodigiosa para todo lo relacionado con su equipo amado, Atlético Junior de Barranquilla.