La poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Etapas

· Poesía arraigada

· Poesía desarraigada

· Existencia-lismo

Palabras clave:

La poesía de los años 40

Contexto histórico

Palabras clave

· 2ª Guerra Mundial

· Existencia-lismo

· Guerra Civil

· Dictadura franquista

· aislamiento

· censura

En 1945, finaliza la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Alemania y se da paso al enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: las tensiones y rivalidades nacionalistas de los años 20 y 30 fueron sustituidas por la oposición entre el mundo comunista y el capitalista, la cual marcó el nacimiento de una nueva época, la guerra fría. Este periodo de gran tensión política coincide con un crecimiento de la economía mundial (plan Marshall). En el ámbito de la cultura, durante los años 40 y 50 se dejan sentir en las conciencias los efectos trágicos del enfrentamiento bélico, por lo que alcanza una gran repercusión el existencialismo.

En España, tras la Guerra Civil, el inicio de la dictadura franquista y el exilio de muchos intelectuales hacen que se interrumpa la evolución natural de la cultura española, que se sume en un profundo aislamiento, vigilada por una férrea censura política e ideológica. En una sociedad sin libertad sumida en la miseria y el hambre, la literatura vive una época difícil que llega hasta los años 50. Solo parecen posibles dos posturas: o bien aprobar la nueva situación, o bien reflejar la desesperanza ante el futuro.

La poesía de los años 40

A partir de los años cuarenta la poesía lírica se encuentra con un panorama de silencio, dolor y muerte impuestos por un conflicto que había durado tres años. Difícil era entonces asumir el papel de poeta en un país destrozado, tanto material como espiritualmente. Algunos poetas de las generaciones del 98 y del 27 estaban muertos (Unamuno, Machado, Lorca), otros expatriados (Guillén, Alberti, Cernuda, Salinas...) y otros obligados al silencio (Dámaso Alonso, Aleixandre...). El campo de la lírica quedaba así yermo.

Las primeras corrientes poéticas de posguerra, que muestran su preocupación por los temas humanos, se fragmentarán en dos tendencias fundamentales: la poesía arraigada y la poesía desarraigada. Estos nombres, asignados por Dámaso Alonso, implican dos maneras distintas de analizar y vivir el momento histórico.

Poesía arraigada. Salvo excepciones, los autores que se inscriben en esta corriente pertenecen al bando vencedor y son complacientes con la dictadura. Su poesía adopta una forma clasicista (sonetos al estilo de Garcilaso) y dos tonos diferentes: uno heroico para ensalzar el momento presente, relacionándolo con el pasado imperial español, y otro intimista para ensalzar la belleza de la tierra, el amor dentro de la familia o el sentimiento religioso. Es una poesía totalmente conforme con la realidad.

Estas son sus principales características:

.. Una visión del mundo distanciada de la realidad cotidiana del país. Los poetas se cobijan en una existencia agradable y ordenada que vuelve la vista a lo doméstico y familiar, al paisaje, al amor, a las cosas bellas...

.. Una religiosidad armónica en la que Dios, como elemento fundamental de orden, les aporta serenidad y confianza.

.. Una métrica clásica que refleja ese espíritu equilibrado; por ello van a retomar estrofas y composiciones clásicas, sobre todo el soneto. Posteriormente, la mayoría de ellos utilizará el verso libre.

Sus órganos de difusión son las revistas Escorial, Juventud o Garcilaso; sus principales representantes, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, y José García Nieto.

Poesía desarraigada. En 1944 se producen dos importantes hitos poéticos. En primer lugar Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso publican, respectivamente, Sombra del paraíso e Hijos de la ira. En segundo lugar, en León aparece el primer número de la revista Espadaña. Los poetas “desarraigados” intentan reflejar la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y dolor, de continua zozobra interior y exterior, y de falta de fe en el futuro. Se trata de una poesía existencialista, realista, que evolucionará muy pronto hacia la poesía social. El lenguaje utilizado es abrupto, casi violento, cercano al grito.

Estas son sus principales características:

    • Un sentimiento de angustia y desesperación ante las circunstancias; la idea de haber sido arrojados a un mundo absurdo produce en ellos un vacío difícil de llenar. Dios no es ya un símbolo de equilibrio y serenidad, sino la única posibilidad de salvación del hombre, por lo que se dirigen a él increpándole y mostrándole el sufrimiento del mundo. La existencia se ve como una lucha con el medio o con el mundo interior.

    • El abandono del ámbito personal en un intento de solidarizarse con los que sufren; esta idea sentará, años después, las bases de la poesía social.

    • El estilo deja de ser clásico y se torna desgarrado, casi violento; esto se refleja en la utilización de un lenguaje coloquial brusco y duro; la métrica tradicional se sustituye a veces por el verso libre y el versículo, que dejan mayor libertad para la manifestación de la angustia existencial.

La poesía de los años 50. Poesía social

Palabras clave

· Poesía social

· compro-miso

La poesía de los años 60. La generación de los 50

Autores: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, y Blas de Otero.

Otras tendencias. Por último, debemos referirnos a dos tendencias minoritarias. De un lado, el postismo, llamado así como abreviatura de postsurrealismo y título de una revista, de un solo número, fundada en 1945 por Carlos Edmundo de Ory, uno de los mejores poetas de posguerra. Con él domina la escena poética un arte lúdico, social y antiacadémico que consagraron poetas como J.E.Cirlot y Ángel Crespo. De otro lado, en Córdoba aparece en 1947 la revista y el grupo Cántico, que propugna una poesía intimista, sensual y neobarroca, encabezada por poetas como Pablo García Baena o Ricardo Molina.

La poesía de los años 50. La poesía social.

La poesía existencialista desemboca en la poesía social (1950-1964). Los escritores salen de su angustia interior y dan testimonio de lo que ocurre en la calle; con su protesta pretenden transformar la sociedad y tienen fe en que la literatura como motor de ese cambio. A partir de 1950, denuncian la marginación, el paro, la falta de libertad, y exigen la justicia y la paz para España, una patria amada y rota que se convierte en protagonista de sus versos: Que trata de España (Blas de Otero), España, pasión de vida (Eugenio de Nora), Canto a España (José Hierro). La palabra compromiso es la que mejor expresa el sentir de estos poetas, porque buscan compartir sus versos con los demás, con el pueblo, y que su obra no sea suya, sino de todos. Esta actitud les conduce a expresar sus mensajes con un lenguaje tan transparente que llega incluso, en el caso de Gabriel Celaya, a un prosaísmo extremo. Para ellos la poesía ha de ser una actividad tan social y tan necesaria como el trabajo o la justicia y otorgan a la palabra tanto valor como el aire que se respira.Poesía necesaria como el aire que exigimos trece veces por minuto Dentro de esta corriente, destacaremos a tres poetas: Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro.

Estas son las principales características:

Estas son sus principales características:

    • Un lenguaje inmediato y desnudo de recursos retóricos, a veces cercano al prosaísmo y al panfleto, que se distancia de preocupaciones estéticas. Los poetas se dirigen “a la mayoría”, de ahí la pretensión de claridad y el tono coloquial. Por tanto, se valora más el contenido que el aspecto formal de los poemas, si bien los grandes poetas aciertan a descubrir los valores poéticos de la lengua cotidiana.

    • El paso del yo (existencial, personal) al nosotros (social y colectivo) en un intento de crear una conciencia solidaria que proteste por la injusticia social.

    • El tema de España, tratado desde una perspectiva con tintes políticos. De ello pueden dar cuenta algunos títulos: Que trata de España (Otero), Tierras de España (Garciasol), Canto a España (José Hierro), Dios sobre España (Bousoño), etc.

La poesía de los años 60. La Generación de los 50

[Enlace: La Generación de los 50. Página de este sitio. Exposición teórica]

[Enlace: La Generación de los 50. Presentación.]

Hacia 1955 comienzan a percibirse algunos cambios en el panorama político español. El despegue económico y la elevación del nivel de vida en los años sesenta provocan una actitud de conformismo social que hace que los poetas comprometidos de los cincuenta pierdan la esperanza en la poesía como instrumento para cambiar la realidad. Por otra parte, los poetas más jóvenes muestran cierto cansancio de la poesía social, a la que reprochan su excesivo prosaísmo y la ausencia de lo personal en sus poemas. Este nuevo grupo de poetas, nacidos entre 1924 y 1936, comienza a publicar a finales de la década de los cincuenta. Es la llamada generación del 50.

Son los llamados “niños de la guerra”, que vivieron la contienda en su niñez o adolescencia, por lo que este tema estará también presente en su obra. Los nombres que se harán más notorios son los de Ángel González (1925), Jaime Gil de Biedma (1929-1990), José Ángel Valente (1929-2000), Francisco Brines (1932), Claudio Rodríguez (1934-1999). Éstos y otros (Carlos Barral, José María Valverde, Félix Grande, Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Carlos Sahagún, A.Gamoneda, Eladio Cabañero, etc.) han sido recogidos en ciertas antologías bajo el rótulo de grupo poético o promoción de los años 50. Tal denominación parece poco acertada porque, si bien comienzan a escribir en los cincuenta, su poesía marcará, sobre todo, la década siguiente, cuando alcanzarán su madurez creadora, coincidente con el agotamiento del realismo social.

No parece muy apropiado hablar de “grupo”: en nada se parecen el lenguaje cotidiano y directo de J. A. Goytisolo, el intelectual y simbolista de Valente o Gamoneda y el clasicista impregnado de surrealismo de Claudio Rodríguez. No obstante, es indudable que presentan rasgos comunes, indicio de que la poesía se orienta por nuevos derroteros. Se observan en ellos las siguientes características:

Estas son las principales características de su poesía

    • Una preocupación fundamental por el hombre, por los problemas éticos, sociales, existenciales e históricos que enlaza con el “humanismo existencial”, aunque en este caso huyen de todo tratamiento patético. “La finalidad de la poesía, como la de todo arte – señala Claudio Rodríguez – consiste en revelar al hombre aquello por lo cual es humano, con todas sus consecuencias”. Cabe señalar, en este sentido, el magisterio de Antonio Machado, y la influencia de otros poetas como Cernuda, Vicente Aleixandre, Leopoldo Panero o Luis Rosales.

    • Sus muestras de inconformismo frente al mundo en que viven, aunque cierto escepticismo los aleja de la poesía social. Lo propio de estos poetas es la creación y consolidación de una poesía de la experiencia personal.

    • De acuerdo con ello, sus temas se caracterizan, en buena parte, por un retorno a lo íntimo: el fluir del tiempo, la evocación nostálgica de la infancia, lo familiar, el amor y el erotismo, la exaltación de la amistad como valor supremo y universal... La anécdota realista es el punto de partida para exponer sus propias vivencias; no rehúyen la expresión directa de los sentimientos y comunican sin pudor su intimidad, a veces teñida de un escepticismo dolorido.

    • En cuanto al estilo, rechazan por igual el patetismo de la poesía desarraigada y el habitual prosaísmo de los poetas sociales. Si muchos siguen fieles a un estilo conversacional, antirretórico, ello no debe ocultar una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Sin embargo, no les tientan las experiencias vanguardistas: se quedan en un tono cálido, cordial, compensado con un frecuente empleo de la ironía. Normalmente hay ausencia de estrofas y rimas; prefieren una estructura “narrativa” en el poema, y usan mucho las reiteraciones y los paralelismos. Introducen el léxico urbano, con coloquialismos y prosaísmos de clara intención irónica.

Hacia mediados de la década de los sesenta vuelve a cambiar el rumbo de la poesía española. Un grupo de jóvenes poetas, nacidos entre 1939 y principios de los cincuenta, manifiesta una actitud de ruptura con la estética anterior. Los autores de los años setenta comienzan su actividad en pleno desarrollo económico: se han formado en una situación de mayor apertura internacional, por lo que han podido leer la obra de escritores extranjeros y están influidos por los medios de comunicación de masas. Son los llamados novísimos, cuyos planteamientos estéticos son los dominantes desde 1966 hasta 1985, aunque algunos evolucionaron de forma más personal a partir de 1975.

Se dan a conocer a través de la antología de J.M.Castellet “Nueve novísimos poetas españoles” (1970), título que da nombre a la generación. Son Leopoldo María Panero, Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán, Vicente Molina Foix, Ana María Moix, Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez y Guillermo Carnero. A éstos habría que añadir otros como Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena, que participan de algunos de los rasgos de los Novísimos, si bien no siguen todos sus planteamientos estéticos. Otra fecha importante es 1966, año de publicación de Arde el mar, de Pere Gimferrer, libro que marca la ruptura con las poéticas anteriores.

Los novísimos fueron presentados como un movimiento de ruptura vanguardista con la poesía social e indagador de un nuevo lenguaje que llegó al experimentalismo formal. No creían que la poesía pudiera cambiar la realidad y rechazaron conceptos tan extendidos como compromiso, testimonio y solidaridad. Adoptaron, pues, una actitud formalista. Características de la poesía “novísima” son:

§ Deseo de ruptura con la poesía anterior: se manifiesta claramente en el rechazo del uso directo del “yo”, en la oposición al estilo realista y en la ausencia de posturas éticas o sociales.

§ Modelos poéticos muy variados: por un lado, recuperan la vanguardia (el cubismo, el surrealismo, a través de Aleixandre y los postistas...); por otro, recogen influencias del simbolismo francés, del modernismo y de poetas ingleses contemporáneos.

§ Exhibicionismo cultural: introducen elementos temáticos provenientes de mitologías exóticas y decadentes (ambientaciones lujosas, exóticas, en la línea modernista) o de la cultura de masas (el cine, la televisión, el rock, las novelas policíacas, la publicidad, los cómics, las revistas de modas, la música pop, etc.). Así los medios de comunicación de masas se convierten en referente cultural y fuente de nuevos mitos populares. Los poemas se llenan de nombres de ciudades o de personas, de descripciones de vestidos, fiestas, mitos orientales o clásicos, y mitos contemporáneos (Marilyn, Bogart, Che Guevara, Kennedy, etc.). Asimilan, pues, una mitología frívola o vuelven a temas y asuntos de otras épocas, de origen cultural e histórico, por lo que también se les llama culturalistas.

§ Experimentación lingüística: buscan una expresión poética llamativa, caracterizada por un lenguaje rico y barroco. Practican la escritura automática, que evita el discurso lógico, con la ruptura del verso, la disposición gráfica original, o la supresión de los signos de puntuación, y emplean técnicas como la del collage: extensas citas preceden al poema o se incorporan a él versos completos de otros autores, letras de canciones, frases publicitarias, textos de manuales de instrucciones... Este uso de la intertextualidad, en ocasiones excesivo, hace del poema un objeto metaliterario, cargado de referencias culturales. Además, alternan un lenguaje exuberante de imágenes opacas y visionarias con otras técnicas, como la métrica culta del modernismo, pero tampoco abandonan el tono coloquial de algunos poetas de la generación anterior.

Los novísimos de la tendencia culturalista y surrealista son Gimferrer: Arde el mar, La muerte en Beverly Hills (1968), El vendaval (1989); Guillermo Carnero: Dibujo de la muerte (1967), El sueño de Escipión (1971), El azar objetivo (1975); Antonio Colinas: Truenos y flautas en un templo (1972), Sepulcro en Tarquinia (1975), Astrolabio (1979)) y Luis Alberto de Cuenca: Elsinore (1972), Scholia (1975).

En la tendencia más coloquial, irónica y crítica destacamos a M.Vázquez Montalbán: Una educación sentimental (1967); Coplas a la muerte de mi tía Daniela (1973), A la sombra de las muchachas sin flor (1973), Praga (1982) y Leopoldo María Panero: Así se fundó Carnaby Street (1970), Teoría (1973), Dioscuros (1982).