Gerardo Diego, trayectoria poética

Los imprescindibles

Gerardo Diego (1925-1987) fue el compilador de una Antología poética del grupo del 27 en 1932. Con más de cuarenta títulos, la obra de Gerardo Diego es de las más extensas del grupo.

Alternó dos líneas poéticas:

La poesía tradicional, es decir, los romances; y la poesía de corte clasicista; décimas y sonetos que tratan temas como el paisaje, la religión, la música, etc.. Versos humanos (1925), Soria (1923) o Alondra de verdad (1941), forman parte de esta tendencia.

La poesía vanguardista, concretamente ultraísta y creacionista, con características típicas de estas tendencias. Incluye obras como Imagen (1922), Fábula de Equis y Zeda (1932) o Manual de espumas (1924).

Para saber más. Una ampliación

Concepción Argente, La Poesía de Gerardo Diego enmarcada en su generación (Adaptación)

Existen dos grandes líneas poéticas en Gerardo Diego, visibles, por otra parte, en todos los miembros de la generación, que se asocian con la primera etapa de su poesía. Se trata de esas dos grandes ramas desde las que se vertebran sus obras: tradición y vanguardia. Indudablemente, al margen de la anécdota generacional, estas dos tendencias son algo más que etapas disciplinares o formativas; en la mayor parte de ellos es un sustrato siempre presente en su voz y en algunos, como Gerardo Diego y Rafael Alberti, es un recurso que con el paso del tiempo adquirirá cada vez más significación en su obra y más potencialidad expresiva.

En Gerardo Diego, de la tradición popular permanecerá siempre esa adaptación a estructuras métricas ligeras y al procedimiento de la glosa, lo que le permite esa apariencia juvenil, incluso infantil, para abordar algunos temas, como puede ser el religioso en algún momento:

¿Cuánto me dan por la estrella y la luna?

¿Cuánto me dan por el Niño y la cuna?

Este es un Niño sin padre ni abuelo.

Este es un Niño nevado del cielo.

(«El rifador».)

Queda este registro para el mundo del recuerdo y de la nostalgia de la infancia recuperados en los hijos, los nietos o los alumnos como en tantos otros poetas de su grupo y posteriores; en concreto, el motivo navideño nos puede recordar a Alberti.

La experiencia clasicista, al decantarse con el paso del tiempo, deja un poso muy interesante, pues si bien empezó como un alarde competitivo de erudición y un aprendizaje necesario de disciplina técnica, después se evidenciará a través del dominio de los esquemas poemáticos, las estructuras métricas, el dominio de la rima y la brillantez de la imagen y el léxico. Podemos decir que no se trata de encontrar una gran capacidad de mimesis, sino de una visión poética con raíces clásicas, que se adapta a distintas situaciones vitales. Experiencia compartida también con otros poetas, que vuelven y revuelven en la tradición buscando su sentido permanente y, a la vez, hacerlo compatible con la propia voz.

Quizá todo ello provenga del mismo impulso renovador y vanguardista, como si a cada audacia rupturista le correspondiese una búsqueda en el poema clásico; también, en la tradición poética se busca un mundo de experimentación y renovación muy acorde con las exigencias poéticas rupturistas de la época. Pero, más allá de estos impulsos iniciales, la línea clasicista permanece en estos poetas, y por lo tanto en Gerardo Diego, como expresión de una manera propia de ver el mundo y acercarse a la realidad. En algunos aspectos su aportación es tan importante que, como dice Ricardo Gullón, no se podría hacer una antología de la poesía contemporánea española sin contar con algunos de los sonetos de Gerardo Diego, afirmación que también podemos hacer de otros miembros de su generación.

La vanguardia es, por otra parte, un elemento sustancial en la poética del grupo que pervivirá en unos poetas más que en otros, pero que será visible en todos. Por una parte, la libertad métrica que les es consustancial y que les permite moverse en este campo con una total flexibilidad. Pero quizá sea en la imagen donde encontremos el elemento más trascendental de estas corrientes. Partiendo de buscar la máxima connotación olvidando o minimizando la representación, el poeta vaguardista recogía como punto de partida la importancia de la imagen en el movimiento simbolista, con el que se sienten deudores, y que se refuerza con su percepción de la imagen barroca, percibida por ellos más como impresión que como proceso racionalizador; juntamente con esta herencia anterior, las primeras vanguardias dejarán en nuestra poesía una imagen doble o múltiple con un léxico realista y concreto, unida a una expresión sintáctica musical; la visión onírica, el subconsciente angustiado y la rebeldía radical serán el segundo paso que el surrealismo introducirá.

Palabras clave:

· tradición

· vanguardia

· experiencia clasicista

· sonetos

· imagen (poética)

· surrealismo

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