El surrealismo literario

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Palabras y expresiones clave

El término surrealismo fue aplicado inicialmente por Guillaume Apollinaire a su obra Las tetas de Tiresias (1917), calificada por él como «drama surrealista». Dicho término fue adoptado por Andrè Breton y Philippe Soupault para designar una nueva forma de expresión estética desarrollada en su obra conjunta, Los campos magnéticos (1919).

El iniciador y guía de este movimiento es André Breton, adscrito en un principio al movimiento dadaísta, de cuyo grupo se separó en torno a 1922 decepcionado por lo que él consideraba nihilismo inoperante de Tristán Tzara y por la inconsistencia de sus actividades literarias. Progresivamente, se fue configurando el grupo surrealista, en el que participaron Paul Eluard, Philippe Soupault, Louis Aragon, etc., a los que se unirán posteriormente Salvador Dalí y Luis Buñuel (Un perro andaluz, 1928 o La Edad de oro, 1920, son películas representativas).

En 1924, Breton publicó el Manifiesto del surrealísmo y se fundó la revista La révolution surréaliste, en la que se perciben signos evidentes de un cambio ideológico radical: críticas a las instituciones (políticas, religiosas y militares, a la Universidad, etc.), encuestas sobre temas tabúes (sexualidad, suicidio, etc.). Esto, unido al subsiguiente compromiso político de algunos miembros del grupo con el partido comunista, son claros indicios del nuevo objetivo ideológico de este movimiento de vanguardia, concretado en una frase clave de Breton: Cambiar la vida, decía Rimbaud; transformar el mundo, decía Marx; para nosotros, esos dos lemas sólo forman uno.

El surrealismo, de hecho, supone un encuentro entre los pensamientos de Sigmund Freud y Karl Marx y se presenta como un medio de liberación total del espíritu. En el manifiesto de 1924 Breton concibe la estética surrealista como una forma de Automatismo psíquico, que se refleja en la escritura automática (otras técnicas utilizadas son el collage y la transcripción de los sueños), mediante la cual se pretende expresar el funcionamiento real del pensamiento, sin la vigilancia ejercida por la razón y fuera de toda preocupación estética y moral. Se sustituye la razón por la imaginación, la intuición, la inspiración, la asociación libre y el mundo de los sueños, recurriendo a procedimientos derivados del psicoanálisis, la parapsicología y la tradición esotérica.

Tal liberación se expresa, consecuentemente, con un lenguaje que desborda los

límites de la lógica: asociaciones libres, metáforas insólitas, imágenes oníricas y delirantes, pero, ya no se trata de un lenguaje gratuito, como en ocasiones pudiera parecer la expresión dadaísta o creacionista, sino que dicho lenguaje acarrea una densa carga humana.