Culteranismo y conceptismo

En la poesía española de los siglos de Oro existe una clara continuidad con la literatura del Renacimiento, pero ciertas tendencias se acentuaron hasta tal punto que gran parte de la poesía del siglo XVII sorprende por sus diferencias con la de Garcilaso y sus inmediatos sucesores. Dos movimientos, en especial, dan dan prueba de esto: el “culteranismo” y el “conceptismo”.

Culteranismo

El culteranismo, un término que se acuñó a principios del siglo XVII, define un estilo de extrema artificiosidad que, en la práctica, equivale a:

  • Prevalencia de la forma sobre el contenido; lo importante no está en lo que se dice, sino en cómo se expresa; el tema es mínimo, lo que cuenta es la belleza formal.

  • Lenguaje poético alejado del lenguaje de uso normal o coloquial.

  • Latinización de la sintaxis y del vocabulario. Presencia de cultismos en el lenguaje poético

  • Los autores se dirigen a los sentidos, se presta especial atención al color, a la luz, al sonido, al tacto…

  • Los recursos expresivos más habituales son: cultismos, hipérboles, hipérbatos, metáforas, perífrasis y encabalgamientos abruptos.

  • Alusiones a las culturas clásicas y a su mitología.

Los poetas cultos o culteranos del siglo XVII escribieron en un estilo de dificultad deliberada con el fin de excluir a la generalidad de los lectores. Góngora se enorgullecía de resultar oscuro a los no iniciados.

El estilo culterano, desarrollado por Góngora, llegó a ser una fuerza dominante en la poesía del período, y Góngora mismo se convirtió en objetivo principal de sus detractores. Lope de Vega atacó a Góngora y a sus imitadores (y Góngora, a su vez, critica mordazmente su llaneza), pero, como otros, Lope sucumbió también a la irresistible moda culterana. Incluso Quevedo, el más ofensivo acusador de Góngora, no pudo evitar la contaminación del estilo de su enemigo.

Conceptismo

La agudeza -el uso de los conceptos- fue conscientemente cultivada por la mayoría de los escritores del siglo XVI y XVII tanto en prosa como en verso. Sin embargo, no es fácil llegar a una definición que distinga con claridad un concepto de las metáforas y símiles corrientes. Del concepto escribió Gracián que “es un acto que exprime la correspondencia (*relación) que se halla entre las cosas”.

Para la mente del siglo XVII, cuanto más extremados eran los términos relacionados, más satisfactorio era el resultado. Un concepto afirmaba al mismo tiempo una semejanza (mediante lo apropiado de la comparación) y la diferencia (mediante la distancia de las dos cosas o palabras comparadas). El concepto podía llegar a ser un chiste de lo más banal o algo intencionadamente absurdo.

En la práctica, el estilo conceptista equivale a:

  • Prevalecería el contenido sobre la forma; lo importante está en lo que se dice y en poder expresar muchas ideas con pocas palabras, asociando con ingenio distintos conceptos.

  • Utiliza las palabras justas y con sumo rigor, se preocupa por encontrar el término exacto y cargarlo de intención.

  • Los autores se dirigen a la inteligencia, se presta especial atención al sentido de los términos y a la combinación de sus significados.

  • Los recursos expresivos más habituales son: antítesis, paralelismos, paradojas, elipsis, paronomasias, equívocos y juegos de palabras.