Arte Nuevo de hacer Comedias
[1]
Elíjase el sujeto, y no se mire
(perdonen los preceptos) si es de reyes,
aunque por esto entiendo que el prudente
Filipo[1], rey de España y señor nuestro,
en viendo un rey en ellos se enfadaba,
o fuese el ver que al arte contradice,
o que la autoridad real no debe
andar fingida entre la humilde plebe.
Esto es volver a la comedia antigua
donde vemos que Plauto[2] puso dioses,
como en su Anfitrïón lo muestra Júpiter.
Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
porque Plutarco[3], hablando de Menandro[4],
no siente bien de la comedia antigua;
mas pues del arte vamos tan remotos,
y en España le hacemos mil agravios,
cierren los doctos esta vez los labios.
Lo trágico y lo cómico mezclado,
y Terencio[5] con Séneca[6], aunque sea
como otro Minotauro de Pasife[7],
harán grave una parte, otra ridícula,
que aquesta variedad deleita mucho:
buen ejemplo nos da naturaleza,
que por tal variedad tiene belleza.
[1] Se refiere a Felipe IV, rey de España en 16, cuando Lope de Vega leyó este “ensayo” en verso ante la Academia.
[2] Plauto autor romano de comedias. Anfitrión es una de sus comedias.
[3] Plutarco
[4] Menandro
[5] Terencio autor de comedias durante la república Romana.
[6] Séneca fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter moralista. Escribió algunas tragedias.
[7] Pasife, esposa del rey Minos de Creta, fue la madre del Minotauro.
[2]
Adviértase que sólo este sujeto
tenga una acción, mirando que la fábula
de ninguna manera sea episódica,
quiero decir inserta de otras cosas
que del primero intento se desvíen;
ni que de ella se pueda quitar miembro
que del contexto no derribe el todo;[...]
[3]
[...] no hay que advertir que pase en el período
de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,
porque ya le perdimos el respeto
cuando mezclamos la sentencia trágica
a la humildad de la bajeza cómica;
pase en el menos tiempo que ser pueda,
si no es cuando el poeta escriba historia
en que hayan de pasar algunos años,
que éstos podrá poner en las distancias
de los dos actos [...]
[4]
Dividido en dos partes el asunto,
ponga la conexión desde el principio,
hasta que vaya declinando el paso,
pero la solución no la permita
hasta que llegue a la postrera[1] escena,
porque, en sabiendo el vulgo[2] el fin que tiene,
vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
al que esperó tres horas cara a cara,
que no hay más que saber que en lo que para. […]
y en tres actos de tiempo le reparta,
procurando, si puede, en cada uno
no interrumpir el término del día.
En el acto primero ponga el caso,
en el segundo enlace los sucesos,
de suerte que hasta el medio del tercero
apenas juzgue nadie en lo que para;
[1] postrera, última.
[2] vulgo, aquí hace referencia al público popular.