La poesía de Francisco de Quevedo. Edición

Una de las grandes dificultades para estudiar su poesía deriva de que, generalmente, ésta circuló en copias manuscritas -como la contenida en el llamado Cancionero antequerano o en el Cancionero de 1628- a lo largo de su vida. Quevedo sólo pudo leer impresas 17 composiciones suyas en la famosa antología Flores de poetas ilustres de Pedro de Espinosa (1605), u obrillas sueltas publicadas en diversos romanceros.

La primera colección de poesías importante de Quevedo se escribió en 1613, como consecuencia de una profunda crisis espiritual. Se trata del Heráclito cristiano, que su autor revisó como Lágrimas de un penitente. No se publicó hasta la edición impresa de 1670, veinticinco años después de morir Quevedo. De entre sus poemas más destacados, elegiríamos el soneto "Miré los muros de la Patria mía", corregido en la edición póstuma de sus obras.

Sabemos que la muerte sorprendió a Quevedo cuando se hallaba trabajando en la edición de sus poesías. Su amigo Josef Antonio González de Salas dice haber respetado la ordenación de nuestro poeta, cuando publica en Madrid, en 1648, El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas.

Estas nueve Musas pretendían reflejar una clasificación temática de su obra poética en nueve apartados. La primera Musa, Clío, recogía poemas en alabanza de personajes ilustres pasados o presentes. Aquí destaca su soneto "Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!". La segunda, Polimnia, agrupaba los poemas morales, entre los que se encuentran, probablemente, los mejores de nuestro autor, como el soneto "'Ah de la vida'...¿Nadie me responde?" o la imprescindible Epístola al Conde Duque de Olivares. Melpómene, tercera Musa y tercera sección, se dedica a la poesía fúnebre: exequias o inscripciones de personajes célebres. La cuarta sección, dedicada a la Musa Erato, se divide en dos partes, ambas dedicadas a la poesía amorosa . Partiendo de la poesía petrarquista, Quevedo logra obras de relieve universal, mezclando los temas del amor y la muerte. La segunda parte de esta sección, se dedica a Lisi, supuesta amante del poeta, y contiene el que acaso sea el mejor soneto de su autor: "Cerrar podrá mis ojos la postrera" (Amor constante más allá de la muerte). Las Musas quinta y sexta --Terpsícore y Talía-- se dedican a poemas satíricos y burlescos, bailes y bromas. Aquí concluye El Parnaso español.

También sin concluir su trabajo muere González de Salas en 1651. Fue Pedro Aldrete Quevedo y Villegas, sobrino del autor, quien publicó, en 1670, en Madrid Las tres Musas últimas castellanas. Segunda cumbre del Parnaso español. Su labor fue algo más descuidada que la de su predecesor, puesto que repitió poemas ya publicados o ligeramente desordenados, aunque continuó el plan supuestamente establecido por su tío: Euterpe, séptima Musa, prolonga el ciclo de poesías amorosas, retomando el nombre de su amada Lisi. La octava Musa, Calíope, encabeza letrillas satíricas y silvas morales. Éstas últimas se cuentan entre lo más representativo del Barroco por su temática acerca del paso del tiempo y la muerte como fin. Se duda de si Quevedo pretendió hacer con ellas una colección independiente. Urania, novena Musa, se dedica a poesía religiosa, cerrando este volumen.