La novela de la tansición

Imagen. Fragmento de un poema visual o fotografía de Chema Madoz.

La narrativa española a partir de 1975

José Sánchez Pedrosa

En noviembre de 1975, muere Francisco FrancoI después de casi cuarenta años de ejercicio dictatorial del poder. El sucesor por él designado, el rey Juan Carlos I II, conducirá a España hacia la democracia frustrando de esa manera las expectativas de los franquistas, que pretendían una prolongación del Régimen, y de los sectores más radicales de la oposición, que no veían con desagrado la sustitución de una dictadura de un signo por otra de signo contrario. Así las cosas, los políticos de la época llevaron a cabo la Transición dentro de los sensatos cauces del posibilismo, atendiendo más a la construcción de un futuro en el que cupieran todos los españoles que al recuerdo de un pasado que los desunía. El hecho produjo un cierto desencanto político, pero, a cambio, al estrenar la tan ansiada libertad hubo un estallido cultural de vitalidad juvenil y hedonista que cristalizó, por ejemplo, en la llamada movida, cuya mejor expresión artística es el primer cine de Pedro Almodóvar III.

Con el advenimiento de la democracia desaparece la censura. Los dos pilares ideológicos del nacional-catolicismo se hunden: la Iglesia va poco a poco perdiendo su influencia pública y el nacionalismo centralista es sustituido por un Estado casi federal IV donde los nacionalismos son ahora periféricos y donde el resto de las culturas hispánicas adquieren mayor peso. La entrada en la Unión EuropeaV y en la OTANVI reubica a España entre los países de Occidente y los flujos culturales con el extranjero son cada vez más dinámicos. La situación económica es dura y con ella aparecen problemas sociales nuevos como la generalización de la droga, que, por otra parte, fermenta en movimientos culturales alternativos que también contaminarán la literatura de esta época; pero, paso a paso, el país va ganando mayores cotas de bienestar. A partir de la ley de 1970, la educación se extiende, con lo que la demanda de productos culturales crece. La industria cultural, por lo tanto, se desarrolla y los índices de lectura y publicaciones suben. También la política cultural adquiere consistencia: se crea el Premio Cervantes, se conceden ayudas a la creación artística, se abren nuevos museos, etc. En definitiva, hay en esta época una especie de eclosión cultural que, en lo que respecta a la literatura, se puso en valor con la concesión de dos premios Nobel a autores españoles: Vicente Aleixandre en 1977VII y Camilo José Cela en 1989VIII.

Literatura de la posmodernidad

A la literatura de este periodo se la suele calificar de “posmoderna”. La posmodernidad vendría a ser la asunción del fracaso de la época “moderna”, de una civilización que confiaba en alcanzar, mediante la razón, el progreso y la innovación, la emancipación del hombre. Constatado ese fracaso a finales del siglo XX, el arte se hace “posmoderno” y se caracteriza por los siguientes rasgos:

a) El individualismo hedonista. El individuo, y no las colectividades, ocupa el centro de interés. Su felicidad será el norte que señale la brújula ética a partir de este momento.

b) Desinterés por lo político (más acentuado todavía con el derrumbe de los países de la órbita soviética, dado que no aparece en el horizonte una alternativa creíble al capitalismo).

c) Desaparición del espíritu vanguardista porque ya no hay tradición a la que “escandalizar” como en la época de las vanguardias. d) Eclecticismo: la libertad creadora es total. No existen modelos impuestos y el artista combina los ingredientes de su arte a voluntad.

e) Crisis de los referentes ideológicos (el marxismo y el catolicismo, por ejemplo, han desaparecido prácticamente del horizonte intelectual de los novelistas españoles más recientes).

La novela española a partir del 75: características generales

El descrito más arriba es el marco histórico y cultural en el que se va a desarrollar la narrativa española a partir de 1975, pero para entenderla hay que relacionarla también con la producción novelística anterior. En términos generales, podemos decir que la novela española de la Transición supone una reacción contra la novelística precedente. En 1962 se publica Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos. Esta obra acaba con el modelo de narrativa social vigente en los años anteriores. El relato se hace más complejo, con una enorme variedad de técnicas narrativas. El estilo es más rico, con un vocabulario abundantísimo, lleno de neologismos y palabras extranjeras, y las referencias a la literatura o al arte del pasado son constantes.

En la estela de Martín Santos, los planteamientos innovadores en la técnica narrativa y la originalidad formal caracterizan a muchos de los más importantes títulos de los sesenta. Pero en alguno de ellos la trama, el contar una historia intrigante, no se considera un valor al que haya que conceder excesiva importancia. A fines de los años sesenta y durante la década siguiente, comenzaron a publicarse en España obras muy notables de los principales autores hispanoamericanos contemporáneos: Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, entre otros. Sus novelas se convirtieron en un ejemplo para los autores más jóvenes. Gracias a ellos, descubrieron que se podía conjugar calidad y popularidad. A partir de los años 70, los novelistas españoles reaccionan contra los excesos del experimentalismo de la generación anterior y, sin abandonar las conquistas técnicas de la novela del siglo XX, recuperan muchos de los elementos característicos de la narrativa decimonónica. Se volverá a contar una historia, en ocasiones con una trama complicada; se buscará el interés de lo anecdótico, intentando mantener a toda costa la intriga y muchas veces se utilizarán técnicas narrativas cinematográficas para evitar el aburrimiento del lector. Se busca, en definitiva, que la calidad literaria y el interés de los asuntos tratados no disminuyan la amenidad del relato. Como no podía ser de otra forma, la novela española de estos años es, en términos generales, el reflejo de una sociedad democrática, europea y contemporánea. Al contrario de lo que ocurría durante la Dictadura, los novelistas no comparten una causa política colectiva. No pretenden crear una sociedad nueva. Sus obras, más bien, rehúyen los problemas más polémicos del presente y se centran en asuntos más privados e individuales.